Pensar que una hermosa flor cesará tu angustia, 
que su vitalidad será tu renacimiento,  
que con ella borraré mis ausencias,  
cubriré mis abandonos,  
y mis faltas de afecto. 
 
Tú, esperando por mí despertar, 
para que fuese el tuyo también; 
con tu humilde y cariñosa manera 
de expresarme tu infinito amor, 
hiciste de mis mañanas las más tiernas, 
de mis noches las más acompañadas, 
y, en general diste a mis días 
una respuesta inesperada. 
 
Tus ojitos claros,  
navegantes en tiempos de oscuridad 
a través de los largos muros laberínticos, 
mostraron tristeza, miedo y debilidad. 
 
Tú último ladrido bajo un sol brillante, 
que agonizaba tu último aliento, 
emitía el deseo de querer quedarse. 
 
Pese a la paciente luz de su alma, 
el silencio y su mirada perdida  
anunciaban su resignación y 
profunda desilusión por mí desición. 
 
Apagar sus días y alargar sus noches, 
culpan a hoy a mi corazón. 
 
  |