¡Huele a madera húmeda! le digo al espejo viejo y trizado, éste me contesta con un resoplido.
-¿Y a que quieres que huela? Dejaste el nylon corrido y la lluvia na'que avisa. Más lo que costó conseguir un metro e' leña... levanto los hombros y luego las cejas, exculpandome de mi estupidez, mirándome feo.
Ya sin más que decir y frente al espejo peino mi barba enmarañada, la miro, entre castaño y algunas canas incipientes se debate, luego, con la puntita del cepillo me acomodo el bigote. Pelos largos ya comienzan a meterse en la boca y esa sensación cuándo comes algo al sentirlos ahí, no es agradable, te arruina los manjares.
En un instante me acuerdo de la leña y salgo al patio. El nylon ya no está, menos la leña. Y un frio extraño te hiela, no me muevo, ¡Me han robado! Y corro al portón, me encaramo a la reja, no puedo salir, asomo la cabeza por entre los barrotes y miro para todos lados, mi mirar y yo estamos encerrados, la lluvia no da tregua, hilos de agua caen por mi nariz , los cristales de mis lentes no dejan ver nada, sacudo las gotas, estoy empapado, agónico de impotencia, zarandeo con todas mis fuerzas el portón y grito a mansalva. Un grito ronco, estéril, desolador, un grito lleno de frustración acumulada.
Me devuelvo lento, los pies en ristre aprietan el barro, entro a la casa y comienzo a llorar.
Porqué, porqué, porqué, repito sin sentido, me lo pregunto. Al dios ése, también.
Y asi estoy, ya más tranquilo. Se muy bien lo que tengo que hacer, pero rehúyo, miro de reojo la puerta del baño y aprieto los dientes. Al entrar, agacho la cabeza y pongo mis manos al borde del lavamanos, de pie frente al espejo veo las gotas de mi barba cómo caen dispares, tibias. Algo de melancolia hay en ellas. Levanto la mirada y ahí estas tú.
-¿Que te pasa? ¡Oye! ¡Estas mojado!
-Si. Fui al patio
-¿Que hiciste?
-Fui a tapar la leña
-¿La leña? Oye pero...
-Déjame continuar por favor
-Ok.
-Tuve la impresión que nuevamente la habia dejado descubierta, no me queria equivocar. Siempre la cago, una tras otra me mando cagas, entonces al llegar al lado de la pandereta no veo el nylon, tampoco la leña, la busco y no la encuentro, corro pa' la calle, me subo a la reja y no veo a nadie. Se la llevaron Juan, ¡Se la llevaron!
-Dime algo. ¡Mírame cuando te hablo! ¿Aún sientes olor a madera mojada?
-No se Juan, que tiene que ver...
-Dime po' güeon, ¿Hueles a humedad? ¡Huele!
-¡Que te pasa! ¡Nos robaron la wea! Y me preguntas...
-Dime por la chucha, ¿Aún sientes olor a madera humeda?
Cierro los ojos e inspiro una bocanada de aire. Ésta vez venia mezclada, olia a llanto, a jabón de lavanda y a madera húmeda, salgo al tindel de la puerta y vuelvo a oler, ahora es mas nítido, hasta puedo sentir el bosque bajo la lluvia.
-Si Juan. Aún puedo sentirlo
-Que bien, entonces... ¿No te acuerdas de nada?
-¿De que?
-Ayer entraste la leña.
-¿Quien? ¿Yo?
-Si
-Busca en el cuarto de al lado. Ayer la apilaste para que se secara...
Y cómo un fogonazo se me vino a la mente y lo recordé todo. Recordé la carretilla cargadita hasta las cachas, los viajes pa' dentro y pa' fuera, recorde como doblaba el nylon y lo guardaba en la bodega, recordé como después trapiaba la huella que dejó el neumático, recordé también cómo metía palos en la combustión.
-¡Juan! Oye Juan. No se que me pasa, tengo miedo, yo no soy así...
-¿A si cómo?
-Raro
-¿Raro?
-No se que pensar. Mira, desde que estás del otro lado del espejo, me han sucedido cosas extrañas, siento que ya no soy el mismo, todo lo olvido, ando inseguro, temeroso, de tú reacción, de tus interrogatorios, a veces siento que te burlas, que solo te diviertes.
-¿Que me divierto? Dices. ¿Enserio?
Me puedes decir que hay de divertido en quedarse encerrado aqui. No tienes idea lo que es estar del otro lado güeon. ¡Verte cagar! Verte en pelota todos los días, mirar como cepillas tus dientes, como escupes con sangre, como lloras por tus temores, verte enloquecer día a día y ¡No poder hacer nada!
-No me hablí así Juan, no me digas esas cosas, no estoy bien.
-Si se que no estás bien, claro que lo sé, pero me tienes a mi loquillo, sólo a mi, recuerda que estás encerrado, estamos encerrados, sólo es cosa de mírame a mi, hablar desde un espejo... pero escúchame algo, ven, acercate un poco. ¿Sabes que te quiero mucho cierto? Te necesito, no sabes cuánto y tú a mi, a si que puedes confiar, no te dejaré sólo y juntos le haremos frente a todo esto, ¿Me entiendes?
-Si Juan, también te quiero, pero es que a veces...
-Lo sé, lo sé, tranquilo, no me digas nada. Ahora sácate esa ropa mojada y date una ducha caliente, trata de pensar en otra cosa y olvidalo todo.
No se si hay otra sensación igual. Quedarte quieto y dejar que el agua caliente caiga en tú nuca mientras orinas en la ducha. Placer puro, lo hago a menudo, eso si, no por mucho tiempo, ya veo que Juan me pega el grito, que gasto mucho gas, que el agua no la regalan y bla, bla, bla. Alcanzo la toalla y me seco, abro la cortina y busco mi ropa, recuerdo que está mojada, también los zapatos.
Descalzo y con la toalla amarrada a la cintura, de puntillas voy dando saltitos, a la pasada veo que el espejo está empañado, no me puede ver, pienso, pero sé que me escucha. En mi huida, algo alcanzo a oír, me hago el sordo, salgo por el pasillo dando tumbos y entro en la habitación, busco algo de ropa, zapatos secos y me visto.
Luego voy a la cocina, "americana" le dicen, desde acá puedo ver el baño, las vigas que afirman el techo y la puerta de la bodega. Me preparo un sándwich y saco una lata de cerveza, la abro despacio, trato de hacer el menor ruido posible. Dice que no debo beber alcohol, que me hace daño, que me transformo, dice que al mezclar con las pastillas es una explosión en mi cabeza. Supiera que hace dias no me las tomo, no me gustan, me da sueño, ando como agüeonado.
Dos mordidas al pan integral con chancho y de un suácate me zampo la cerveza. Voy por la otra. Esta vez me acerco sigiloso al baño y cierro la puerta, me termino el pan y bebo un sorbo de la lata.
Haaay los placeres mundanos de la vida, que feliz soy con tan poco, que explosión ni que nada, no se cuantas chelas llevo y ni cosquillas me hace. ¡Escuchaste Juan, ni cosquillas me hace! Le grito pa'l baño.
-¿Que dices? ¡No te oigo!
Y cómo si fueran murmullos espesos que salen por debajo de la puerta, oía los gritos furibundos del Juan.
-Ya hombre, voy, voy.
Tambaleando llego y entro con una determinación nunca antes vista. El espejo vibraba iracundo de rabia.
-¡Que te he dicho güeon! ¡Puta y no haces caso!
-Ya, ya, cálmate un poquito, si no es pa' taaanto.
-¡Escúchame!. Y mírame cuándo te hablo. ¡Mirame!
Me dices que tienes miedo y
pides mi ayuda, yo también quisiera contar con la tuya, pero no, me encierras y juras de guata que no te escucho, abres una tras otra las latas güeon. Que impotencia más grande mi dios. Ya no sé cómo ayudarte, sabes de sobra lo peligroso que son las mezclas esas. Alcohol, antidepresivos, ansiolíticos, benzodiazepinas y no se que mas güeas. ¿No sabes el peligro que corremos? Acaso no te importa, acaso...
Y sus palabras se iban deshaciendo en mi cabeza, de a poco dejaba de escuchar, como si fuera un volumen de la radio, giraba la perillita y el silencio venia a mi. Sólo lo veia mover sus labios y gesticular como un mimo enojado, un mimo tras un aparador, limpio, sin el maquillaje blanco ni los pómulos rosados, sólo era el Juan, o tal vez no, de verdad ya no sabía. Se parecia a mí, pero no era yo, y el yo que conozco, no volverá a hacer el mismo. ¡Este individuo me trata de engañar! no hay dudas, azoto la puerta tras de mi y trastabillando alcanzo a llegar al sillón, afirmo la cabeza en el respaldo y me tapo la cara, todo gira a mi alrededor, pongo mis dedos entierrados a tirarme el pelo, pienso como si todo pronto hará explosión.
Respiro, respiro tal cual me enseñó Juan. La lengua en el paladar y trago grandes bocanadas de aire, hincho la guata y mantengo, luego muy despacio lo boto sin sacar la lengua del paladar. Lo repito una y otra vez hasta que el mareo y las nauseas comienzan a desaparecer.
No se cuanto rato ha pasado, pero siento como un viento fresco me removiera la conciencia, y el olor a humedad vuelve, ese olor a madera, a tierra removida, abro los ojos y me encuentro con las vigas que sostienen el techo, la ampolleta encendida y la sombra tétrica de la cuerda que cuelga paciente de una de ellas. Y cómo un fogonazo lo voy recordando todo. Recuerdo la carretilla y la pala, veo la puerta de la bodega que se encuentra abierta, veo la leña apilada y la foza que he cabado para mi, miro para atrás y puedo ver la huella que he dejado. Estiro el Nylon y me subo a penas al sillón. Desde el baño vuelvo a oir los gritos del Juan. Me dice que no lo haga, que piense en nosotros, me implora cordura, parece un loco desaforado. Y la garganta que va quemando, la tétrica cuerda a echo lo suyo, mi cuello se ha quebrado y el final está al principio, la existencia en mis bolsillos y el agónico pálpito de mi corazón. Corazón noble y audaz, digo yo.
Y voy perdiendo los sentidos, de a poco todo se empieza a apagar, voy flotando en una melaza abstracta, y me voy situando en un lugar estrecho y desconocido, no puedo ver nada, todo está brumoso... hasta que veo pasar a Juan, con la toalla amarrada a la cintura, se devuelve, me limpia el espejo y antes que se vaya le grito que si cree que nos regalan el agua y bla, bla, bla |