La realidad en tristes lamentos
no callaba, fustigaba incansable.
Con un futuro sin pensamientos
tenía el alma seca y los días iguales,
algunos en agonía y otros muertos.


Y el dolor se hizo gotera
en el centro de la vida.
Socavando el ánimo,
ocultando las salidas.


Se puede ver el horizonte
y el Sol desde doce pisos.
Caen atrapados los rayos
en un bosque de edificios,
sin encontrar ninguna salida.


A un paso de seis segundos,
las lágrimas estaban conmigo,
como fieles y dulces compañeras.
Callado se quedó el llanto retenido.
¡Expectante! Confundido. A la espera


Y el salto se hizo caída eterna.
El aire sorprendido me estrellaba.
Palideciendo asustado gritaba:
¡Sin alas no te vas a salvar!
Y ya no quise responderle.
Yo solo quería pronto volar.


Los segundos no quisieron sumarse,
prefirieron ser los ausentes testigos,
ciegos y mudos al golpe del destino.
El esperado final de una larga tragedia
en el deseo de una breve composición:
La burla de seis segundos en comedia.


Una obra maestra pintada en rojos brillantes.
El desangrado lienzo de la trágica muerte.
Un autorretrato de trozos de rostro hilarantes,
muecas que escondieron risas estrelladas.
La envidia consagrada de Pablo Picasso
entre tonos rojos sobre el gris pavimento.


Trazos incomprensibles a las percepciones
de críticas inalcanzables por las razones.
El enmudecimiento de Dalí a las sensaciones,
del destrozado cuerpo en inservible perspectiva.
Frío impenetrable. Danza funesta del dolor,
que se desvanece en el más oscuro negro
y se diluye en el crudo realismo sin color.


El dolor que se acumulaba gota a gota,
se derrama desgarrado en muchas heridas.
Adormeciendo lentamente la conciencia
de este cuerpo que se retuerce aún con vida.
Y el maldito tiempo que no se detiene.


Los oídos perdidos en sonidos alucinantes
de la rara composición coral de quejidos.
Miles de recuerdos inútiles disonantes
en sublime canto vanamente desperdiciado,
que se eleva en el sacrificio de un alma perdida
hasta el oscuro silencio del espacio olvidado.