Sin duda todos somos iguales delante de los ojos del creador: negros, blancos o amarillos, altos y bajos, delgados y gruesos, estudiados o no, ricos o pobres, aparentes o no, todos somos iguales. Y entonces porqué tantos prejuicios hasta llegar a la discriminación.
En todos los casos de discriminación que se han dado a través de la historia en todo el mundo, el problema no es de quienes la sufren, sino de los que la ejercen que por alguna razón sus mentes han reaccionado de forma violenta o inadecuada (Oh Padre ten misericordia de los pueblos africanos que son masacrados por la injusticia humana).
El racismo aún en el siglo XXI existe y lo grave de esto es: no está en peligro de extinción. Con decir que en el país “MAS DESARROLLADO” en estos momentos se están haciendo protestas por la muerte de una persona por asuntos raciales; y este mismo país su presidente actual fue elegido a pesar de su ideología racista.
Para vivir es necesario respirar, el COVID 19 les impide a sus víctimas respirar hasta provocarle la muerte, igual que el policía blanco hizo con Floyd en Minnesota. El mundo necesita respirar, necesita respirar un nuevo aire, sin violencia, sin víctimas, sin racismo.
El racismo ha sido un virus que no se ha podido eliminar a pesar de los avances que se han visto el mundo, un virus que mata violentamente, un virus sin razón y que se desconsidera así mismo. Un virus irracional y vergonzoso, que da náuseas y provoca vómitos de horrores. Un virus que nos desfigura y nos llena de vergüenza. Un virus que ya no puede existir con la existencia humana. Necesitamos respirar. Respirar un nuevo aire de libertad.
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