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La noche se acercaba, con aliento húmedo y frio se acomodaba en mi mundo, sin permiso, osando perturbar lo mío, sin respeto, tomando mi tiempo, el poco que me quedaba; -perra vida- dije en voz alta, tratando de defenderme de alguna manera, luego me di cuenta que estaba atrayendo miradas en medio de la calle, los miré con toda la ira que pude, luego vi sus miradas escondiéndose de la mía; - ¡Maricones! - Grité. Continué caminando pensando que eran tan cobardes y tan egoístas que les daba igual que grite o que esté muerto; los huesos me molestaban y la cojera me retorcía la mente.

-La noche no me quiere- pensé, y luego con un poco de rabia y aceptación: -nunca me quiso- murmuré en la garganta. La fina llovizna llegaba, me invadía la ropa, invitando a la humedad a destrozarme los huesos chuecos, bien moldeados por la artritis, que, a mi edad es cosa de moda, la mayoría de los viejos de mi edad lo tienen, hasta jugamos quien es más deforme, hasta en ese estúpido juego pierdo. Luego le dije a la señora que vendía chicharrones, pensando que sería gracioso, que perder también estaba, pero ella me miró como todos lo hacen, fue valiente al decírmelo en mi cara: - largo de aquí viejo asqueroso-. Miré al piso, mis rodillas, y sin pelear le dije: - sí, al parecer está de moda-. Me fui, recordando que estaba retrasado.

La calle mojada se hacía más larga, o tal vez la cojera eterna, cualquiera de las dos, no me impediría llegar a mi destino, con impotencia tenía que detenerme y apoyarme en aquellas paredes sucias que se cubrían con afiches que prometían trabajos fáciles y buen suelo siendo tu propio jefe, o retardantes sexuales que te prometían ser un campeón, mientras me apretaba las rodillas para calmar los latidos de navajas, vi los afiches y me salió una risa sin mueca, y pensé a mis adentros que mucha gente idiota era feliz pensando en esas promesas ilusorias, -putos felices- le murmuré a un joven que caminaba con sus audífonos más grandes que sus orejas, me miró como si apareciese de la nada, y nuevamente me eliminó de su camino.

La humedad llegó completamente a la ciudad, hacia lo suyo, joderme, y la noche también, cegarme; de pronto caí a un charco sucio que escondía un profundo bache, -puta agua sucia- le dije sin mirarla tratando de recuperar la dignidad que guardaba para el encuentro que me esperaba, la necesitaba, mi cuerpo no soportaría el momento de sonrisas, ya era tarde debía continuar.

Las calles se llenaron de neones rojos y pieles de alquiler, en especial la calle 19, en ese lugar ya nadie sabía si esos cuerpos que se ofrecían eran de alguna fémina o de algún “fémino”, solo lo descubrías después; no sabía qué decirles a esos tipos, pues en mis tiempos ellos se escondían de nosotros los machos; ahora hasta ellos me miraban con desprecio, de pronto pensé que la vida, amorosa como siempre, deja su venganza en los años y las miserias regadas como regalos escondidos en cada tropiezo, -¡puta vida justa!- le dije a una mujer de tetas alegres; mientras ella sacaba su artillería de groserías, me di cuenta que no entendió que era a otra “puta” a quien me refería, una que entendía muy bien la palabra “joder”.

Me golpeó como pudo, y bien que lo hizo, esa noche me di cuenta que la vejez es la etapa donde ni las tetas alegres, que antes te querían y temían, ahora no solo no te respetan, también pueden humillarte. La rodilla punzante no se salvó de los tacones baratos y otra vez en el piso mojado tuve que levantarme y recoger nuevamente la dignidad que me quedaba.

Me levanté como pude y continué mi camino, la Avenida Caracas estaba a una cuadra, el frio calaba más fuerte y la llovizna no dejaba de hinchar la paciencia; al llegar a la Caracas vi que la hora pico aun jugaba con el caos de la gente, el Transmilenio escupía gente, y tragaba y escupía, y dejaba la extraña sensación de ser la bestia que no permitía que Bogotá muera en sus calles –por lo menos tú me vengarás- le dije con ternura.

Ya había llegado a mi destino, en el semáforo de la Carcas y calle 72 me puse la nariz roja y la peluca y me dije: -hora de sonreír-.


El Mesiaz

Texto agregado el 03-06-2020, y leído por 115 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
07-06-2020 Maravillosa historia del diario vivir que muchos esconden detrás de una sonrisa. Mis 5 chicharrones. AlexVillalpandoS
04-06-2020 Qué buena historia! Feliciaciones, sheisan
04-06-2020 Un relato de la marginalidad de los personajes que logra sacar sonrisas de una vida dificil. ( aun persisten algunos problemas de tiempos verbales y redacción) 5* verliebt
04-06-2020 Un homenaje a los que sufren bajo la necesidad de mostrar los dientes. ***** will_quisbert
 
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