Cuando la pedida, en lugar de anillo de diamante, me pidió una declaración jurada de que sólo la quería a ella y a nadie más.
Me estoy ahorrando una pasta-recuerdo que pensé. Ya en el matrimonio me hizo firmar bastantes más papeles. Pruebas pre-constituidas, básicamente. Quizá por ello, discurrió bien. Su imaginación no conocía límites. Y lo más inesperado era objeto de escrituración. Aquel matrimonio tenía un perfil insoslayable de empresa. Pero, era que, las cosas importantes lo precisaban, según ella. El llamado "débito conyugal" ocupaba un lugar de importancia canónica. Había que tomarse en serio aquel asunto. Tal espíritu racionalista-el de mi mujer-había precisado las condiciones o parámetros bajos los cuales se podía y debía cumplir.
Básicamente bastaba con no pasarse con los tóxicos-cafeína y alcohol. Hay que reconocer que ella cumplía con su parte del plan. Era exigente, pero también consigo misma. Sin embargo, aquellos encuentros tenían algo de componente deportivo, atlético que no se podía disimular.
Hay que decir, también, que no firmé nada que no fuera cierto. Verdaderamente la quería a ella sola. No había ningún tipo de reserva mental. Desconozco el valor jurídico de todo aquel documentar. Quizá sólo un valor nemotécnico. Como fuere, no me pasé nunca de café, de copas y tampoco de puro. Ni siquiera de peso. Estaba hecho un jabato. Y, hay que decir, que ella también. Una jabata, me refiero. Todas aquellas firmas operaban como barrera. Que no hubiera sido, probablemente, de haber mediado sólo un compromiso verbal o tácito. Las ventajas superaban a los inconvenientes. Fuera de lo pactado operaba el paraíso de la libertad. Que se podía circunscribir a bastante poca cosa por cierto. Pero era un esclavitud jalonada de placeres. Los que suele aparejar la salud. En todo aquel tiempo sólo hubo una cosa que me molestó.
Fue con ocasión de una fuerte gripe que cogí. Tanto que se empezó a temer por mi vida. En lugar de encontrarla compungida o triste, me pasó a la firma una especie de finiquito por el que se aclaraba nuestra situación económica para el caso del hecho fatal.