La presión social

En esta plataforma he encontrado anécdotas divertidas, y no me estoy refiriendo a escritos publicados, más bien a situaciones reales de los miembros de esta comunidad.

En una reflexión anterior escribí un preámbulo antes de pasar a mi reflexión, y cada vez se hace más patente que la realidad supera la ficción. Así como hay libros de visita que se limpian para que queden impolutas, algunos lo han llevado a un nivel siguiente: el uso del borrador virtual para que sus publicaciones también estén impolutas, libres de comentarios indeseables, a costa, incluso, de eliminar sus propias producciones del registro de esta plataforma, como si ellos fueran algún personaje principal limpiando toda huella que los involucren en el crimen perfecto de sus propias historias de la vida real.

Otro miembro optó por eliminar el título, supongo por mantener el texto pero impidiendo ser leído por otros. Y también hay de aquellos que eliminan su obra y la vuelven a publicar, es preferible no tener ningún comentario a tener las que consideran feas. ¡El ingenio para el uso del borrador virtual no tiene límites!

Mi reflexión viene de un comentario que hice a una de esas publicaciones que terminaron arrancadas del registro de La Página de los Cuentos.

“Mujer empoderada” es un estupendo adjetivo, ¿quién podría decir que no? Pero lejos de tratar de ganarse la admiración y empatía de los demás aquello me suena a una necesidad de reconocimiento y aceptación. ¿Es imperativo anunciarlo o noticiarlo? ¿Acaso no es mejor sólo ser y que su propia conducta hable por sí misma?

Yo no he visto a una persona declararse “hombre empoderado” ni a otra advirtiendo “soy heterosexual”. Pero sí veo a personas que se declaran tal o cual cosa como si tuvieran que ponerse un gafete de identificación colgado de una cinta alrededor del cuello con el rótulo “Soy mujer empoderada ¡Acéptenme!”, o “Soy gay ¡Acéptenme!” o “Soy lesbiana ¡Acéptenme!”

La cultura, según sea del lugar en el que uno habita, produce tal presión que muchos sucumben ante ella. Leí un caso de una adolescente de15 años que en una fiesta le pide a un chico que le haga el amor pues sus amigas dicen que ser virgen a esa edad es de perdedoras.

La presión social y la cultura trabajan tan bien que muchas mujeres terminan creyendo que son inferiores al hombre, o que ser homosexual es una enfermedad y que tienen que pasar por el psiquiatra para una reconversión de identidad sexual.