Mi poesía se ha quedado muda,
sin más palabras para tanta desgracia,
una incrédula muerte de brazos abiertos
ahora se desenmascara cuando la vida
es para todos pero no todos la quieren.
La esperanza vestida de luto, desengañada,
absorta ante tanta absurda negligencia,
declara su jornada de puertas abiertas,
y un afortunado y venturoso Caronte
cuenta con júbilo sus próximas víctimas.
Extravagante y lírica, la prosa actual,
alimentada por crisis y pandemias,
en las entrelíneas de su locuaz discurso,
en su insidiosa lamuria envenenada,
intenta borrar miedo con servil ignorancia.
Celebrando la vigilia de la desobediencia,
en democrático derecho a la insurrección,
pagaremos por nuestra aclamada desidia,
el justo saldo por tan irreverentes actos,
revertidas lágrimas, último responso anunciado.
Cuando el ángel exterminador se calle,
el sol sin fulgor clame por su añorada luz,
la luna menguante metaforice su mensaje
y el silencio sea al fin una voz ecuánime,
entonces sabremos que llegada es ya la hora de ir.
Mi poesía sin palabras se revertirá
en ineludible y macabro epitafio profético,
afligida tarjeta de visita para los que se fueron,
triste sino para los restos de la nada,
elegíaco canto para nuestra postrimera memoria
Está lastimosa lección de vida y muerte
tal vez un distante día nos enseñe a vivir;
la caratulera imagen, el frenético esquife,
la mediática procesión de cada día,
el ocaso nos revela su más terrible mueca.
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