Salgo de mí, de esta cárcel de papel atrapada en sueños como un anochecer en las retinas de sangrante eternidad y desencanto. Me escabullo en el bosquejo de la tarde, monótona, suicida, en lo indescifrable de las ramas como enormes esqueletos desafiantes, de mentiras y reproches. Mientras, el tiempo nos confina a lo sublime de la risa o lo agónico del llanto, concatenando las miserias en eternos pasadizos. Miro lo oscuro de los rostros atrapados en esa red de causas, escalando los perfiles que los alejan de lo incierto, para hallarse nuevamente entre las sombras. Entonces vuelvo a fugarme de este padecer avieso custodiado por infinitos centinelas de la psiquis, para aguardar en lo escabroso de las noches agazapada y quieta.

Ana Cecilia.