Podrían haber hablado toda la noche, la discusión ya había tomado una cadencia circular, con múltiples divergentes y paralelas. Un portazo fue la mejor salida del ovillo. Los últimos días parecían seguir la misma rutina, quedando solo en living con un whisky y el bolero de Aranjuez de fondo (guitarras crueles). ¿Por que toleraba aquello?. Evoca los primeros meses de amor y entrega, ahora solo mal sexo y peleas, definitivamente algo inútil.
El invierno era imponente, luego de envolverse en una bufanda caminó hacia la regio baja de la ciudad, el vapor de la boca se confundió con el del cigarrillo.
Recordó otras bocas, otros pubis y otras gemidos, otras caricias, otras formas de dormir, otros perfumes.
Entro en un bar y pidió una cerveza, a media luz se divisaba desde su lugar a unos escasos metros una joven y bella muchacha, el pelo algo desordenado caído sobre el vaso y un cigarro humeante pendiente de sus dedos. Se acerco a ella, taquicardia y pánico (había olvidado aquella agradable sensación).
- ¿Puedo acompañarte? Parece que no es una buena noche.
Unos ojos rojos y tristes le respondieron con indiferencia mientras Janis Joplin se desgarraba en “Cry baby”.
- Salgamos de acá... ¿me acompañas?. Necesito respirar.
- ¿Cómo te llamas? –Dijo al apurar el resto de cerveza.
- ¿Importa? –Pregunto mientras se dirigía a la puerta.
En realidad no importaba, caminaron hasta el muelle, solo habitado por algunos perros famélicos y enfermos. En silencio ella se refugió junto a su pecho solicitando ser abrazada, buscaba algo real a lo que tocar, salir de aquel laberinto, olía dulce por debajo del sobretodo, podía sentir su aroma acariciarla, lo abrazo y cerro los ojos, una ráfaga de angustia ataco sus ojos pero la ignoro.
Se sentaron entre los restos de una pared.
- ¿Qué pasa? Estas llorando...
- A veces lloro... Me duele estar viva, cada vez que recuerdo me pasa o cuando siento algo distinto al vacío, el vació no me hace llorar, las sensaciones si y ahora siento algo. Por eso lloro. ¿Entendes?
- ¿Qué sentís?
- Compañía, ternura, compasión... –Su mirada tibia se clavo en él y lo beso. El frío no impidió el frenético ardor. Dejó a un lado su ropa interior sin retirar sus ojos de él, se sentó y tomando su carne la introdujo el ella. La madrugada helada y un gato tuerto fueron testigos de aquel fogonazo de tristezas. Acabaron, luego de acomodarse las ropas prendieron un cigarrillo.
- ¿Cómo te llamas?
- ¿Importa?
- Va a amanecer... vamos a desayunar.
- No puedo, es tarde... Suerte -Apoyó sus labios sobre los de él y se alejó a paso firme.
- ¿Nos vamos a volver a ver? –Gritó desde el muelle.
- No –Se escucho desde lejos... Vio su belleza perderse y amaneció.
bUHO 76
Copyright ©
Derechos reservados. ®
|