Nuestra mente divaga sin control mientras el sueño nos embarga creándose imágenes aleatorias que son rescatadas del devenir diario, interpretaciones libres en que los escenarios y sus colores son difusos siendo los personajes de este reparto sólo reconocibles por un resorte curiosísimo de la memoria. Alguien argumentará teorías más respetables, respaldadas por una infinidad de acuciosos estudios, eso lo reconozco y lo avalo.
Pero desde las cobijas crecen los ecos marchitos y son tenues llamas oscilantes. Los acentos sombríos de la noche no disimulan el hecho que carecen de labios, de rostro, siendo su presencia una difusa imagen de colores imprecisos. Pese a ello, los reconozco, aun siendo ceniza y hueso enhebro mis recuerdos alrededor de sus figuras tenues y las invito a protagonizar las obras descabelladas creadas por ese dramaturgo impreciso que es mi subconsciente que les presta memoria y sustento.
Madre, abrazo tu creación protoplasmática y mis dedos se hermanan en mi pecho con el vacío escapándose en hebras huidizas. De todos modos, el sentimiento basta para recrearte y sentirte en las cercanías del amor silencioso que calma mi espíritu colmado de suspiros y terrones sombríos que desgrana la noche. No estás, pero te presiento.
Amigo, me recibes en esa casa que no es la tuya, la gente ríe en esa vivienda tan latente, tan repleta de voces y risas destempladas, todo es diferente y tan similar en esa tarde oscura de los sueños, me recibes, delgado como una hoja, tibio y silente. Te extiendo mi mano pretendiendo que sea absorbida por tu manaza enorme. Lejos de sentir ese apretón poderoso, lo palpo feble y crujiente. También en el sueño ya no perteneces a estas veredas, querido amigo. Presiento tu sonrisa triste al expresarme con una voz que te prestó mi ingratitud que no te apriete tanto.
Ambos, mi madre y mi amigo ya están inmersos en ese mundo desconocido y emergen en mis recuerdos y en mi reposo como siluetas desdibujadas de las que sólo reconozco su esencia.
Son sueños, cavilaciones oníricas que entreteje la noche entre ronquidos y pausas, libreto inverso que dibuja lo que creemos ser en la inexactitud de lo onírico.