Frío... Mucho frío.
Cerró la puerta con fuerza, como para que sus pensamientos no se escaparan antes que él mismo los lanzara a volar dentro. Corrió hasta el ultimo pasillo, se arrojo al borde de la primera puerta y con el impulso la abrió de par en par. Cerró la puerta, se dejó caer en la alfombra y esperó...
Pero ella ya estaba allí. Ya sabía de antemano que él iba a llegar a esa hora a esa pieza en ese lugar en esa posición. Volvió a escapar, en dirección a la otra pieza. Frente a él, todavía se encontraba ella. (Otra vez, por favor. La parte de que esta persona imaginaria aparezca en todas partes no es agradable.)
Volvió a escapar, en dirección a la otra pieza. Frente a él, encontró el espejo al cual se dirigía cada vez que se sentía amenazado. Durante unos minutos lo contempló sin preocuparse por el lento aproximamiento de su nefasta compañera. Paso a paso, por el pasillo.
Él se apresuró, y alcanzó a cerrar la puerta justo a tiempo. Le puso pestillo. Y como otras veces, se encerró perdido en la idea de poder finalmente descansar. (Otra vez, por favor. Esa no es la idea que lo gobernaba en esos momentos).
Y como otras veces, se encerró perdido en la idea de dejar su mente en blanco. No pensar en ella. Esa desagradable imagen lo perseguía siempre al terminar su trabajo, y volver a su casa, y correr a encerrarse. Y su mente no se quedaba en blanco.
Comenzó a tocar la puerta. Y como en otras ocasiones, pensó: "Ella quiere entrar". (Otra
vez, por favor. Ella no quería entrar).
Comenzó a tocar la puerta. Y como en otras ocasiones, pensó: "¡Ya basta!", y tomó en sus
manos el rifle que no por casualidad guardaba en esa pieza. Y disparó. El golpetéo cesó de inmediato.
Miro por entre los hoyos dejados en la puerta. Las astillas. Vió los hoyos en la pared del frente. Y miró el suelo. Cubierta de sangre, ella yacía en el suelo café. Su sangre se confundía con el piso. (Otra vez, por favor. Tu sabes que no había nada en el suelo).
Las astillas. Vió los hoyos en la pared del frente. Y miró el suelo. Nuevamente, nada había allí. Y sabía que debía mirar hacia atrás. Allí estaba ella. Se dejó empujar por esa penetrante mirada, y con el impulso abrió la puerta. Corrió por el pasillo y salió de la casa. Luego, recorrió dos cuadras y buscó mi puerta. Le dije que otra vez, por favor, ya que ella lo estaba esperando. Él me miró sabiendo que yo tenía razón, y corrió de vuelta por la calle. De vuelta a la casa. De vuelta a la pieza.
Ya era de noche. Frío... Mucho frío.
Cerró la puerta con fuerza, como para que sus pensamientos no se escaparan antes que él mismo los lanzara a volar dentro. |