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Pedro se despertó sobresaltado. No sabía dónde estaba. Un pavor le invadió por todo el cuerpo, pues no había sonado la alarma de su móvil y pensó llegaría tarde al trabajo. Cuando se incorporó, vio a Samu y Bea dormidos, exhaló un largo suspiro de tranquilidad y volvió a acostarse. Intentó dormir de nuevo, pero ya no pudo. Se levantó con cuidado y fue a la ducha. Después, salió al pequeño balcón para fumar su Winston.

Hay momentos en los que la naturaleza nos muestra todo su esplendor, un espectáculo de belleza casi mágica que Pedro disfrutó. El cielo negro con sus estrellas va tornándose poco a poco de azul; los rayos de sol saludaban primero  a las copas de los árboles y después a la montaña. "Nada tiene que ver con los amaneceres de Barcelona que siempre tiene su nube ovalada de color rosa y gris sobre nuestras cabezas por la contaminación". En un acto reflejo, Pedro giró la cabeza, observó a Samu bajándose de la cama. Cogió la tablet de Bea, su locomotora y volvió a su cama. Puso en marcha la tablet para ver sus dibujos. Pedro apagó el cigarrillo en el cenicero y entró para bajar el volumen.
Samu se encontraba tranquilo y feliz. Pensó que era la ocasión para llevarlo a la ducha. Cuando estaba quitando la parte superior del pijama, Bea comenzó a hablar con los ojos cerrados. Pedro  sacudió suavemente los hombros mientras le comentaba:
—Despierta Bea, solo es una pesadilla.
—Eh... ah... sí... —se incorporó de la cama sentándose con la espalda en el respaldo del cabezal—. La pesadilla comienza ahora.
—¿Por...? —Inquirió Pedro.
—Anoche, durante  la cena, recibí un WhatsApp de un cliente. Quiere una presentación de Powerpoint para ¡HOY! —le aclaró Bea.
Pedro se quedó un momento pensativo y comentó:
—Creo haber visto un locutorio con Internet. Si lo has guardado en la nube el archivo, es fácil recuperarlo.
—Es una opción, pero debe haber otra solución... —Bea se frotó las sienes con ambas manos y anunció:
—El informe que le envié contiene también gráficos. Solo tiene que abrir el Word, buscar el documento y enchufar su portátil al proyector —le enviaré un email.
Pedro bajó a Samu al suelo, cogió su mano para ir al baño y le habló animadamente:
—Venga Samu, que después montarás a caballo.
Estaba en mitad del pasillo cuando de repente, Samu se soltó de la mano; volvió a su cama, cogió el tren y regresó con su padre.
—Ya decía yo que faltaba algo 
—sonrió Pedro.

Cuando salieron, Bea estaba sentada en el borde de la cama consultando algo en su móvil. Al oír abrir la puerta, hizo la señal de victoria con la mano y añadió:  —Todo solucionado. Por si las moscas, también le he llamado por teléfono y lo ha entendido todo.
—¿Estaba despierto? —se extrañó Pedro.
—Por su voz algo insegura, creo que regresaba de alguna fiesta o de un pub —declaró Bea mientras se dirigía hacia el baño.

Cuando bajaron a desayunar el restaurante estaba casi lleno. Es cierto que en meses anteriores, la dirección de hotel publicó en su web una oferta para el puente de la constitución; pero para Google no hay secretos de publicidad que valgan y difundió la promoción por todos los lugares de España. Se sentaron en una mesa mientras que Pedro iba a buscar los dos cafés y el zumo. De repente, Samu saltó de su silla, se dirigió a la mesa vecina y cogió un croissant. Bea le riñó:
—¡Samu, deja el croissant donde estaba que no es tuyo!
Samu obedeció inmediatamente. Sin embargo la niña protestó:
—¡Papá, ya no lo quiero porque lo ha tocado este niño!
—Vale Gemma, no pasa nada grave. Iremos por otro —repuso su padre.
—Chocolate —dijo Samu.
—¡Vaya! Creo que de esta mesa, el único que lo tiene claro para desayunar es Samu —comentó de buen humor el padre—. Caballerete, si me das la mano y tu madre no tiene inconveniente, vamos a buscar los croissants.
Gemma tiró el bajo del jersey para reclamar su atención:
—Papá, ¿por qué Samu no habla?
Su padre se agachó, le acarició el pelo y  comentó:
—Porque Samu tiene un mundo interior al que todavía los mayores no han tenido acceso. Pero si le hablamos, aprenderá palabras nuevas. De esta forma, antes o después, Samu podrá comunicarse con los demás y podrá jugar con sus amigos. ¿Te parece bien? 
Gemma se quedó pensativa unos instantes y respondió:
—Vale. 

Cuando salieron, Bea aprovechó para disculparse. La madre de Gemma enseguida la tranquilizó:
—Ya sabes cómo son los niños. Gemma, por ejemplo, la tuve que llevar a una psicóloga porque no se separada ningún instante de mi falda. En la consulta, también conocimos a Víctor. Un día, mientras que Gemma y Víctor jugaban, su madre me explicó qué era el autismo y cómo se podía ayudar... —quería seguir hablando, pero al ver a Gemma y Samu de vuelta, se calló. Samu llevaba dos croissants en cada mano. Bea exclamó: 
—¡Pero Samu! ¿Por qué has...?
No le dio a terminar la pregunta. Samu dejó uno en el plato de su madre y se sentó en su silla para comer el otro.
—Parece ser que Samu tiene un amigo camarero  —aclaró el padre de Gemma. 

Cuando acabaron de desayunar se despidieron en la entrada del hotel. Los padres de Gemma iban a realizar cicloturismo y Samu tenía la primera sesión de equinoterapia. Se portó bien, hizo caso a todo lo que le decía su monitora. Solo una cosa le llamó la atención: su caballo movía mucho las orejas. Durante el paseo, trató de mirar al frente; pero sus ojos volvían la vista hacia las orejas. Cuando descabalgó, le dio la zanahoria como premio. El animal  al llegar al final le rozó suavemente la mano. Samu sonrió y le acarició la cabeza del caballo porque, sin lugar a dudas, era su amigo. Después corrió hacia donde estaban sus padres. 

Como era temprano para comer, Pedro intentó enseñarle el truco de cómo las piedras botaban varias veces en el río. Pero él tuvo un juego mejor. Cogió una piedra grande y la tiró. Esperó a que saliera y, viendo que no, cogió otra más grande y la lanzó. Repitió varias veces la operación y en vista del resultado, volvió sobre sus pasos, cogió la mano izquierda de su padre para regresar al hotel. Bea les llamó:
—Venid un momento. Os tengo que enseñar una foto. 
Pedro la observó y comentó: 
—Muy chula. 
—La llevaré para hacer una ampliación. Así tu madre y el tío la tendrán. 

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 Efectivamente,  la tenemos en la pared del comedor. En ella se ve el río al fondo. En el primer plano, a la izquierda de la foto, se encuentra Samu de perfil derecho con la mirada puesta en el suelo y dándole la mano izquierda a su padre. A la derecha, Pedro está también de perfil izquierdo sujetando la mano de Samu con la izquierda y mirando hacia él. Visto desde fuera, parece que están en medio de una conversación; Samu parece que le está pidiendo algo a su padre y su padre le explica que de momento, no puede ser. Aunque la realidad es otra, me gusta más la última versión.   

Texto agregado el 22-05-2020, y leído por 203 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
03-06-2020 Un cuadro bello, intimo que nos regalas con tu deliciosas letras, gracias.***** Abrazo Lagunita
23-05-2020 Cotidianidad reflejada desde aquel delicioso Winston en el balcón, pasando por el escurridizo croissant hasta la fotografía final. Me gusta el relato como va desplegándose de imágenes e ideas concretas/ volátiles del mundo que no vemos pero sabemos que existe. Muy bien, me gustó. Saludos desde Iquique Chile. vejete_rockero-48
22-05-2020 Genial cuento de una foto real, genial por lo buen escrito, por el cariño que destila y porque se parece mucho a lo que pasó. Gracias por el regalazo! :-) moebiux
22-05-2020 Nos has compartido una foto familiar con muchos matices. Me ha gustado ELISATAB
 
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