Tener dos niños encerrados en casa con el trabajo que desempeñamos mi mujer y yo es bastante complicado, nuestros ojos y manos están contaminados de dolor, sufrimiento y soledad, dedicamos todo nuestra jornada laboral a cuidar y mantener con vida gente, personas que penden de un hilo y están absolutamente solas, es una mierda y el vaciado anímico que realizamos cada día es una carga muy pesada, demasiado, pero es nuestro deber, nuestra profesión y no podemos fallar, no nos lo podemos permitir.

Pero cuando llegamos a casa, los niños, el miedo del paciente se nos transmite a nuestro interior, no poder abrazar a tus hijos nada más entrar en casa, tener que desnudarte, volver a ducharte, ya que te has duchado antes en el hospital, limpiarlo todo, absolutamente todo y con el temor de que una parte de ti pueda infectar a tu hijo, eso, eso te desmorona por dentro. Ves como el pequeño parece que no se entera, cumple con nuestros protocolos caseros, esos protocolos que los traemos desde el trabajo mientras piensas que ni en casa puedes quitarte, descargar lo que tu mochila emocional va cargando día tras día, jornada tras jornada.
Y el mayor? El mayor ve rechazo, que estamos que nos reímos e intentamos ser lo que eramos pero para nada es un iluso, nota que nos cuesta, que no somos los mismos, sufre y sufrimos cuando el ve alejamiento cuando lo único que queremos es abrazarlo, besarlo, amarlo como lo hemos hecho siempre y reacciona como un niño, por el simple hecho que lo es , ves su sentimiento de abandono impotente, pero tienes miedo, no puedes evitarlo y duele y lloras a escondidas para que no note que sus padres son débiles, para que aún no se dé cuenta que todos lo somos.

Tengo unas ganas extremas de que todo acabe, necesitamos esa normalidad que ya no existirá.

Cada día me cuesta más y más.

Fin del pensamiento de una persona con miedo oculto.