Ven. Párate junto a mí a orillas del lago.
Frente a las quietas aguas de lo establecido.
Aquí en el frio de la soledad junto conmigo.


Arrojemos pequeñas piedras a ras de superficie
que distraigan las miradas, piedras escogidas,
pensamientos que se estrellen en las aguas,
sueños que rescaten conciencias sumergidas
desde lo profundo del verde oleaje cotidiano.


Ven a mirar la danza de miles de ondas
que buscan encontrar la perfecta sintonía.
Viajan todas ellas unidas a la difusa orilla,
con el sueño de dejar de ser ideas perdidas.


Ven. Siéntate a esperar junto conmigo,
a que toque fondo la aventurera piedra
y quizás con algo de suerte de principiante
regrese el azul robado por la verde hierba.


Ven a mirar de los bordes lo establecido,
donde el lago comienza a dejar de ser lago
y se disipa el miedo a terminar hundido.


Ven a disfrutar del vaivén de lo soñado,
con la mirada absorta en la esperanza,
en el milagro que emerge de lo empeñado.
en el bondadoso injerto de pensamientos,
que se mezan al ritmo de lo establecido.


Y quizás algún día el agua nos seduzca,
a disfrutar la frescura de lo esparcido,
a entrar desnudos nadando en el lago
con el agradable oleaje de lo construido.


Y una brisa de alivio llegué a nuestras pesadillas
de intangibles cadenas y duros trabajos forzados,
de sueños inalcanzables en distantes orillas,
de creencias sustitutas, de dioses implantados.


Y serán las aguas del nuevo deshielo,
el entrelazado de los nuevos sentimientos,
que baje de lo alto desde muy cerca del cielo
la que ahogue los perversos pensamientos.


Ven. Párate junto a mí a orillas del lago.
Frente a las quietas aguas de lo establecido.
Seamos las purificadas aguas de lo renacido.