“Si tanto quería trabajar se hubiera presentado a la hora debida”, dijo con tono de milico de barrio el Dr. Peñaherrera. Amanda Salas intentó convencerlo de que había llegado cinco minutos antes de la hora pero el portero del edificio la había remitido al edificio equivocado y después de todo un retraso de dos minutos no era gran cosa, pero fue inútil. Se retiró molesta porque el trayecto al centro de esa ciudad desconocida le había llevado más de una hora. Varios años después, Amanda Salas, propietaria de su propio bufete de abogados encontró entre la pila de solicitudes de empleo, el currículo del Dr. Peñaherrera.

© Eytán Lasca-Szalit, mayo de 2020