Es como si después de conocerte, hubiese perdido cierta inocencia, quedándome la sensación de que algo cambió en mi, sin que lo comprenda del todo. Y no es que antes fuese inocente (¿de qué podría ser inocente?), es que cierta cosa febril de mi esencia, se apagó, y ahora me acompaña una calma nostálgica diferente.
No sé qué hago contándote como me siento, solo para que acabes concluyendo que estoy loco o algo así. También sucede que mis amigos están muy metidos en sus mundos últimamente, y no quiero abusar de ellos. ¿Te ha ocurrido alguna vez que, durante una temporada, tu vista atraviese las cosas y tu mirada se pierda en la nada?
Si, yo sé que es incontestable...
Sabes, me ocurrió algo un tanto extraño. Tengo en mi dormitorio una biblioteca, y en ella, tengo muchos libros. Hay algunos que compre, y aún no los he leído. El caso es que tome uno, que compré en el 2010, y por la mitad, hallé un mechón de cabello atado con una cinta. También hay una dedicatoria en la primera página que dice: "de Ana Maria para C. V. Emeriand".
Sé que esto, tampoco es algo de otro mundo, pero me la paso acariciando mis labios con ese mechoncito e imaginando historias al respecto. Que habrá sido de Ana María y ese tal Emeriand...
El libro fué impreso en 1961, y apuesto a que debo ser el único que se pregunta, 59 años mas tarde, que habrá sido de la historia de esos dos. Ojalá hayan sido muy felices, y la vida no haya sido como un "molino" para con ellos.
Ana María, con ese nombre tan lleno de luz... Creo que ese gesto que tuvo, trasciende el tiempo de un modo tan poderoso. Cuánto amor y valor en un simple gesto, y eso, es lo que me conmueve tanto de esa historia.
Debio haber sido una joven adorable, llena de vida, y con una cursiva inclinada muy bonita.
Te dejo, porque me vence el sueño, y porque además, siento que estoy aullandole a la luna. |