Había un hombre que siempre buscaba la perfección. Sin importar lo que hacía, buscaba ser el mejor. Él decía que por algo vino a este mundo y su misión en la vida era enseñar a la humanidad y de esa manera hacer al mundo más perfecto. Para él todo estaba mal o más bien, todo se podía corregir. No había nadie más inteligente, culto, instruido y simpático que él. Eso lo transformo en un hombre egoísta y altanero. La humildad no estaba en su diccionario. Todas esas características hacían que siempre tuviera motivos para meterse en cualquier situación, charla, discusión, etc. No había reunión o charla en la cual no corrigiera algo, siempre se hacía notar. Aunque algunas veces tenía razón en sus correcciones, esa actitud molestaba y sobre todo a quienes no lo conocían.
Él se hacía llamar el rey y como todo rey, era el centro de cada reunión. Siempre buscaba la manera de sobresalir, incluso cuando había ocasiones completamente ajenas a él, siempre daba la nota. Un día, por ejemplo, en el casamiento de una amiga de su novia, brindo por los novios como si fueran amigos de toda la vida. En la mesa contaba historias de los novios, hablaba de la situación política nacional y hasta corregía a un médico con respecto a las causas de la neumonía siendo él arquitecto.
No había error que no dejara pasar incluso cuando su mirada estuviera errada, nunca daba el brazo a torcer. Siempre tenía que decir algo del otro. Su palabra era la última, como también las invitaciones que recibía.
Nahuel, su amigo, le decía que tenía que alegrarse por los demás. Demostrar empatía y no únicamente marcar errores. Eso alejaba a la gente, a sus amigos. Incluso su amigo pintor le decía, “el arte se basa en romper reglas, en modificar estructuras, en dejar librado al azar y de cada espectador. No hay reglas para el arte. ¿Vos también lo queres corregir?, lo convertís en aburrido, en extremadamente correcto por más que no lo sea”. En su trabajo, por ejemplo, tanto a su jefe como a sus empleados, les hace la devolución de los mails corrigiendo el contenido ya sea de sintaxis u ortografía. La obsesión de corregir es tal, que incluso en notas informales, mensajes de whatsap o llamadas, tarda más en marcar los errores ajenos que en contestar lo que le habían preguntado,70/30, si vamos a un cálculo matemático.
Esta última conversación hizo que Enrique recapacitara y pensara lo que le había dicho su amigo. Se acordó de la frase que le dijo su ex “que nada era perfecto para él, sino lo hacia él” y de muchos amigos perdidos en el camino de la vida por esa misma causa. Por primera vez hizo su autocritica, escucho a los demás y cambió. Eso sí, antes le dijo a su amigo que la forma que se había expresado estaba mal, que los tiempos verbales no eran los correctos y que la definición de algunas palabras utilizadas no correspondía con el contexto de tal conversación.
PD: Dedicado a los corregidores seriales.
PD2: Todos cometemos errores....eso es lo lindo de la imperfección. |