Hay días que amo profundamente mi profesión, hay días que me siento incómodo con ella, siempre hablamos o hablo en este caso de esa delgada línea que separa lo correcto de lo incorrecto y que nadie sabe diferenciar, sencillamente por el hecho que es imposible, nuestra mente, nuestra visión de todo lo que nos envuelve dista años luz con la persona que tenemos justo delante, si yo veo algo negro otra me dirá que esa tonalidad refiere diferentes matices, siempre hay otra perspectiva de un mismo objeto y de esa objetividad nacen los posibles desencuentros, aunque de vez en cuando puede surgir la magia, aunque aparezca pocas veces, muchas menos de las que me gustaría.
Hay tantas cosas que no soporto como las que no soportas tu, seas quien seas.
El dilema me surge siempre y en cada uno de mis actos, voluntarios o involuntarios, inocentes o no, jamás seré o podré ser juez del pensamiento ajeno.
Creo que la dificultad reside en saber, en entender que tu visión, tu opinión no es una verdad absoluta, que somos frágiles y a la vez herculeos simplemente por la apariencia, por lo que dejamos ver de nosotros, sin pensar más allá de la fachada de la casa, sin fijarnos si las cañerías o el tendido eléctrico están hechas trizas.
Solamente se que amo lo que hago, pero odio en lo que nos convertimos demasiadas veces.
Pero ese amor y odio serían reales desde donde tu estás?
No tengo ni puta idea.
Fin del pensamiento de una persona con miedo oculto. |