Cuando en el silencio de tu noche y en el silencio del mío
Se recuestan las musas a divagar entre sus sueños de luna,
Tú te ves escrita en las hojas de miel que circunda la llama
Que las musas no advierten en su reposado cubículo de la espera.
Y cuando entiendes que no me desprenderé de tu sonrisa,
Saltas, en enarbolados brazos aguantando las lágrimas de tus ojos
De otra vida ya vivida, sobre mis efluvios candorosos;
Que cuentan las rimas que se escriben en tus pupilas.

Y del espíritu escucho soñar los despertares de tu piel
Quedándome en la meliflua de las ondas de tu pelo,
Enredado entre las cintas de las palabras que brotan
Desde la melodía nocturna en tu nombre que cantan las ninfas,
En todas las fuentes de estrellas azules refugio de los versos.
Te esculpo con mis dedos en la suavidad que da el latido
Y en el beso melindroso que recorre tus secretos;
Las musas se regodean y no te delatan en su fiebre primaveral.

Solamente miel en tus ojos que ahora las musas advierten
En bulladas sincronías capaces de revivir lo no vivido,
Las ninfas cantan en océanos estelares de eterna atracción
Por el color que da la noche reflejada en luna llena,
Inscripta en una esquina de la hoja que no basta a la canción:
Concebida, gestada y brotada desde tu vientre ya vívido;
Que sin pedir permiso a las numen se desbocan en galopes
Por las orlas del tiempo sempiterno del silencio de tu noche.