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Inicio / Cuenteros Locales / kanopatato / A LAS 2:00 DE LA TARDE

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“Laura, Laura Lavalle se llama”, el vendedor de bebidas del tren, le pegó un empellón a mi hermano quien insistentemente observaba de hacía rato a la joven pasajera sentada cerca de la puerta de salida del carro, mirando lacónica el paisaje mustio de espinos y quiscos que se paseaban ante sus ojos. El tren de la tarde traqueteaba sobre los rieles de la vía que unía Parral con Cauquenes. Luis Vera repitió a mi hermano el nombre de la joven y rió, mi hermano siguió en su letargo mientras al tren parecía cansarle el calor seco de esa fatigoso día de 1973. Luis Vera le dijo a mi hermano que Laura Lavalle era hija de un coronel de carabineros de Cauquenes “es un paco bien pesado” le aseguró. Luis Vera sacó de su canasta de bebidas una que se la dió a mi hermano sin pagarla. Luis Vera era el vendedor de bebidas del tren y así nos conocimos pero, Luis Vera era más amigo de mi hermano ya que tocaba la guitarra, al igual que mi hermano y cantaban en los viajes que hacíamos todos los veranos a Cauquenes; a mi abuelo no le simpatizaba Luis Vera pues Luis Vera era según mi abuelo, un comunista que mal enseñaba a sus nietos con ideas políticas que los alejaba de Dios y las buenas costumbres. Luis Vera le dijo a mi hermano riendo, que Laura Lavalle también se había fijado en él, así que insinuole que se dirigiera hasta su asiento. El tren se detuvo en Unicavén. Los espinos saludaban a los pasajeros y un largo camino polvoriento, que se perdía entre los cerritos estíos, se dejaba transitar por carretones tirados por famélicos caballos tan resecos como la tierra que pisaban. El tren de las 2:00 de la tarde, se movía con la misma pasividad con la que permanecía detenido para que descendieran y subieran los lugareños que descargaban y cargaban canastos y sacos. Laura Lavalle viajaba sola, ella era la hija de un coronel de carabineros de Cauquenes así, como Luis Vera la conocía, muchos de los habituales pasajeros del tren también la conocían. Animado por Luis Vera, mi hermano se acercó al asiento que ocupaba Laura Lavalle, ella viajaba sola de modo que no le impidió que la acompañara, incluso le sonrió. Se presentaron ella, le dijo a mi hermano, que se llamaba Laura Lavalle, que era hija del coronel de carabineros de Cauquenes, cuando mi hermano nos relató esa parte de la historia con Laura Lavalle, nunca entendimos por qué le había mencionado aquello que era la hija de un coronel de carabineros. El paso del tren por el puente Quella que se tendía por sobre el Río Perquilauquén vino a refrescar los recalentados carros del tren, por el sonido hueco y rimbombante que rebotaba en la superficie húmeda del río y se devolvía jubiloso hasta nuestros oídos. Laura Lavalle sonrió, mi hermano furtivamente le guiñó a Luis Vera y Luis Vera sacó su guitarra (siempre viajaba con ella) y dedicó un tema a mi hermano; nosotros lo acompañamos y el carro se llenó pletórico de sonidos de cuerdas y risas y voces y cantos. El carro de pronto era una fiesta y la tarde se hizo menos bochornosa; el tren de las 2:00 de la tarde que unía Parral con Cauquenes, se detuvo en la estación de Quella.
Luis Vera saludó cortesmente a las campesinas que subían al carro, las mujeres llevaban canastos cubiertos de hojas de higueras y entre las muchas hojas se dejaban ver las brevas, los tomates, las peras y las roscas cocidas en horno de barro; las campesinas le devolvieron el saludo a Luis Vera y se sentaron cerca nuestro. Los hombres de sombrero alón, chaquetita corta andaluz y botas negras, no saludaron a Luis Vera, nosotros sabíamos el por qué. El tren se quejó y a empellones y murmullos de su estómago diesel echó a correr nuevamente sobre los rieles. Uno de los hombres de sombrero alón y chaquetita corta andaluz, le solicitó a Luis Vera una malta con el ademán propio del patrón de campo, Luis Vera le estiró la mano con la bebida enfadado, los otros tres hombres de sombrero alón, chaquetita corta andaluz de impecable blanco, botas negras y una faja roja ceñida al cinto, le pidieron cada uno una “Pilsen”, Luis Vera con gesto altanero se las entregó y se vino hasta nuestro asiento contrariado por la presencia de los hombres de sombrero alón. Luis Vera se fue al otro carro con su canasto de bebidas no sin antes codear a mi hermano al pasar junto a él, mi hermano seguía atento a la sonrisa blanca de Laura Lavalle, hija del coronel de carabineros que ahora ya no viajaba sola hasta Cauquenes , ni miraba lacónica el paisaje agreste, polvoriento, pedregoso y sofocante, en donde los espinos y los quiscos saludaban corriendo en revés a los pasajeros del tren que iba rumbo a Cauquenes.
“Hualve”, gritó Luis Vera, llegamos a Hualve y la última vocal se alargaba con un suave canto que se extendía a lo largo del tren. Algunos bajaban otros pasajeros, subían. Hualve era una estación en medio del calor, un solitario árbol rascaba pacientemente el techo de la estación de piedra. Don Hipólito, el Jefe de Estación de Hualve, saludó de abrazos al conductor del tren, algo se dijeron entre ellos llamando luego a Luis Vera, Luis Vera el vendedor de bebidas del tren que cuando no las vendía se dedicaba a tocar su guitarra; Luis Vera los escuchó, hizo un ademán de desagrado farfullando y resoplando cabizbajo con las manos en las caderas, don Hipólito el Jede de Estación de Hualve, le palmoteó la espalda a Luis Vera en un gesto de camaradería. Los hombres de los sombreros alón y chaquetitas andaluz de impecable blanco como si fueran de una logia o de una cofradía, los observaban atentos y comentaban entre ellos “comunistas de mierda”. Laura Lavalle, la hija del coronel de carabineros de Cauquenes, le tomó la mano a mi hermano y le sonrió nuevamente; los pasajeros del carro prestaban atención solamente a sus conversaciones. El tren se sacudió del intenso calor que lo aquejaba a esa hora de la tarde y se puso nuevamente en marcha. Luis Vera regresó a nuestro asiento preguntándole a nuestra tía si le interpretaba en la guitarra (con la que siempre viajaba) alguna canción, nuestra tía accedió (cuando Luis Vera no vendía bebidas entretenía a los pasajeros con su guitarra sin cobrar por ello). Luis Vera se mostraba igual que antes que sostuviera la conversación con don Hipólito el Jefe de Estación de Hualve y el conductor del tren, que fue cuando lo vimos molesto y furioso por la conversación que sin dudas lo involucraba.. “Reloj no marques las horas” eligió risueña nuestra tía, brillándole sus ojos por el recuerdo de aquel poeta que la dejara un día de hacía un tiempo, en la estación de trenes, después de una noche de mucha libido, Luis Vera no sabía claro de esa historia nosotros sí. Laura Lavalle, sentada cerca de la puerta de salida del carro, la hija del coronel de carabineros de Cauquenes tal vez producto de la melodiosa voz y las cuerdas de la guitarra, finalmente, a la hora que el sol castigaba lacerante la tierra que sostenía la vía férrea, se entregó a los labios de mi hermano; Laura Lavalle la hija del coronel de carabineros quiso prolongar eternamente ese beso, Luis Vera el vendedor de bebidas del tren de Parral a Cauquenes, seguía atento a su interpretación nuestra tía atenta a los recuerdos de aquel poeta que la dejara después de una noche candorosa. El conductor del tren de las 2:00 que iba de Parral a Cauquenes, anunció la próxima estación de detención “El Boldo”. Los hombres de sombrero alón, chaquetita corta andaluz de impecable blanco, de botas negras y faja roja al cinto, miraban con desprecio a Luis Vera el vendedor de bebidas del tren, las campesinas de Quella, con adoración, nosotros coreábamos al unísono que el reloj no siguiera marcando las horas, Laura Lavalle la hija del coronel de Carabineros de Cauquenes, indiferente. Luis Vera concluyó su canción y guardó su guitarra, tomó la canasta de botellas ya vacías de bebidas pasando El Boldo la última estación antes de Cauquenes y abandonó el carro. El tren entró en la estación de Cauquenes, Laura Lavalle la hija del coronel de carabineros, se citó con mi hermano.
Luis Vera no estaba vendiendo bebidas en el tren de las 2:00 de la tarde que unía Parral con Cauquenes, ese verano de 1974; Luis Vera no vino con su canasta, ni con su guitarra cantando de carro en carro. Sin Luis Vera el vendedor de bebidas, a las campesinas de Quella se les veía tristes. ¿Por qué no vino Luis Vera?. Tampoco estaba en Hualve don Hipólito, don Hipólito el Jefe de Estación de Hualve, aunque sí seguía ahí el peral que rascaba el techo de la estación de piedras como un amigo eterno, inseparable, indisoluble. Laura Lavalle, la hija del coronel de carabineros de Cauquenes, estaba allí en el mismo lugar de hace un año en el carro cerca de la puerta de entrada y salida; no saludó a mi hermano… observaba el porfiado paisaje de espinos fatigosos y quiscos aferrados a la tierra reseca. ¿En dónde estaba Luis Vera el vendedor de bebidas del tren de las 2:00 de la tarde que unía Parral con Cauquenes y su guitarra?. Néstor Parra el nuevo vendedor evitó la pregunta y también la respuesta, Néstor Parra el nuevo vendedor de bebidas no tocaba la guitarra, Néstor Parra dejó el carro en dónde íbamos, rápidamente. Nunca entendimos bien la historia entre Laura Lavalle la hija del coronel de carabineros y nuestro hermano; Laura Lavalle estaba allí eso sí era evidente.
Sábado 19 de Abril de 2003, databa el diario, no estaba el tren, ni estaba Luis Vera. No estaban tampoco mis hermanos, ni Laura Lavalle. No estaban las campesinas de Quella, ni los hombres de sombrero alón, chaquetita blanca andaluz de impecable blanco. El bus se desplazaba a estirones por sobre el asfalto que se recostaba con su gris esqueleto por la gredosa tierra que unía San Javier con Cauquenes. Las hojas del diario pasaban por mi vista, como pasaban, el mismo paisaje de espinos y quiscos displicentes. En el bus que unía San Javier con Cauquenes, no vendían bebidas y la garganta tiene recuerdos. Sábado 19 de Abril de 2003 y la crónica mostraba la fotografía de Luis Vera, tal como estaba en mi memoria, Luis Vera en blanco y negro, fotografía de reveladores de sales de plata y fijadores de carbonato, con huellas de tiempo pero Luis Vera como lo recuerdo. Luis Vera en el texto pie de foto, Luis Vera el vendedor de bebidas del tren que unía Parral con Cauquenes. Luis Vera había sido reconocido, estaba desaparecido. Otras dos fotos completaban la crónica., don Hipólito y su gorra de ferrocarriles, don Hipólito el Jefe de Estación de Hualve y el conductor del tren que unía a las 2:00 de tarde Parral con Cauquenes. Todos muertos por la violenta represión que había impuesto como sistema de vida la dictadura, la última vez que los vieron fue en el calabozo del coronel Lavalle el coronel de carabineros de Cauquenes, el coronel estaba acompañado de cuatro hombres que usaban sombrero alón y chaquetita corta andaluz. Luis Vera, continuaba la crónica de prensa… y mis recuerdos se confundieron con mis recuerdos de niño. La historia recobraba sentido. El bus continuó impasible por la faja gris que se apegaba a la tierra gredosa.

Texto agregado el 11-05-2020, y leído por 63 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-05-2020 Que belleza de relato. La descripcion del paisaje y sus personajes tan bien logradas que estuve alli. Conmovedora historia con un final que emociona. jaeltete
 
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