Una bendición que el Gobierno autorizara hace días a la población a hacer deporte y a dar paseos.
Yo , andariega desde que tengo memoria, agradecí la licencia y disfrutaba enormemente del aire limpio y el trinar de los pájaros en mis caminatas matutinas. El confinamiento había silenciado coches , fábricas y martillos hidráulicos y hormigoneras. En el silencio se enseñoreó de la ciudad el trino de los pájaros. Un espectáculo insólito. Una delicia.
Hoy , inicio fase 1, en que los hombres vuelven a la rutina laboral y al trasiego de siempre, ya no oí el canto de los pájaros , opacado por el run run de los motores.
Quizá la cría de corzo que triscaba alegre en la orilla de la playa de Matalascañas, jugando con las olas, haya regresado al Coto, a su guarida, ante el retorno del hombre, el ser humano que silencia a la Naturaleza y ahuyenta a las fieras a sus guaridas.
Me alegró volver a ver tiendas y bares abiertos y las calles con gente, esa atmósfera de libertad de movimientos, pero...