“Conmoción causa en habitantes de la ciudad el avistamiento de objeto volador no identificados sobre sector del puerto artesanal”
Así dice el titular que Juan Bautista lee en el periódico vespertino, en el austero escritorio de la garita de nochero.
Hace más de quince años, noche tras noche recorre los amplios patios de la empresa,bajo cielos estrellados en verano o entre la espesa y salada bruma del invierno.
Lee la noticia mientras toma el primer café de la noche – más tarde vienen las sopas instantáneas- y frunce el entrecejo poniendo en duda la información.
- ¡Já! Faltaba más, dicen esto para desviarnos la atención de las verdaderas noticias. Creen que uno es leso, que uno va a pensar que andan platillos voladores como en la películas. Mejor escriban que quieren cerrar la empresa y que nos quieren despedir a todos, eso digan, que va a haber pobreza , que quien va a contratar a los viejos como nosotros, esa deberían publicar….- piensa.
Hojea el resto del diario y termina el café. Sale a su primera ronda y los enormes patios, a veces llenos y a veces vacíos de contenedores marítimos, se ven tranquilos y silenciosos.
“Nada que reportar, todo en orden”, anota en la bitácora diaria. Vuelve a la garita y enciende el televisor sin ver nada en particular.
A eso de las dos de la madrugada sale a la segunda ronda. La fuerza de la costumbre hace que el recorrido sea siempre el mismo, tanto que Juan Bautista deja que su cuerpo haga el trabajo por inercia, mientras en su mente sigue dando vueltas la preocupación por ser despedido. Se pone en el peor y el mejor de los escenarios, diseña planes de subsitencia familiar, intenta hacer una lista de posibles nuevos empleos, calcula al voleo el monto de su pensión si es que jubila ahora, trata de recordar donde dejó la información del subsidio de cesantía…
En ese punto de sus cavilaciones, de súbito, siente que los vellos del cuerpo se le erizan. Instintivamente se queda quieto y atento. En el aire percibe las mismas señales que en el momento previo de una tormenta eléctrica – la noche está despejada- y nota que la intensidad de la luz aumenta sutilmente. Presiente que no está solo…
Quiere pensar que es algún chiquillo del barrio fumando la dosis del día, o un perro callejero buscando refugio, pero el recuerdo de la noticia que leyó en el periódico le revuelve el estómago y le afloja el esfínter. No obstante, demasiados años lleva trabajando en la oscuridad solitaria como para dejarse amedrentar por un presentimiento...eso es para las mujeres- piensa.
Por el honor, lanza una pregunta hacia en aire magnetizado del extenso patio:
-¿hay alguien ahí? Este es recinto privado, si no se sale voy a llamar a los carabineros.
Juan Bautista desea que alguien le conteste, quisiera ver un ladrón o un perro salir corriendo, pero la respuesta que recibe es un intenso zumbido dentro de su cabeza, un zumbido acompañado de colores intensos , colores que brotan de su cerebro y que siente también en la boca…
Entra en pánico, suelta la linterna y corre despavorido hacia la garita, sacudiendo la cabeza para espantar el zumbido y la locura de los colores con sabor…
Llega , entra y cierra la puerta con llave. No se le ocurre otra cosa que comenzar a rezar. Después de media docena de padres nuestros y ave marías intercalados logra recuperar la calma. El zumbido y los colores se has desvanecido.
Juan Bautista tardará tiempo en asimilar su experiencia, tal vez la comparta con su mujer, o con sus nietos que ven películas de ciencia ficción, o con nadie. Pero en lo inmediato, ya no está preocupado por la cesantía o los nuevos empleos. Quizás dentro de la semana comience los trámites para la jubilación, no importa que la pensión le alcance para lo básico, pero de noche, jura por Dios no volver a trabajar.
|