Se veía que ella no tenía muchas oportunidades de salir de aquí, no hablaba con nadie, excepto por Mariano, el jardinero.

Su condición era crítica, pero estable, recuerdo que salía de su pieza a la hora que nos hacía ver películas, ella nos miraba con cara de lastima y seguía su camino hacia la pared que algún día nos daría la libertad a todos.

Mi amiga Carolina y yo, la respetábamos mucho, mentira, le temíamos. Nadie se atrevía a hablarle, sólo Mariano, con el cual tenía una estrecha relación. Nadie sabía por qué había llegado a la clínica, para todos ella era un absoluto misterio.

Recuerdo que estábamos viendo Corazón Valiente, a los 20 minutos de película Carolina me dice: “¿Te diste cuenta que la loca del 14 no ha bajado?”. No sé por qué, pero me preocupé, nadie lo había notado, solo la Caro.
- “Vamos a verla” – Le dije.
- Vamos – me respondió.

Fuimos a verla a su pieza era inmensa, blanca, y una mancha de sangre se notaba (aunque disimulada) en las sábanas. No había nadie y decidimos ir a la pared, nunca habíamos ido allá, por que Mariano nos había dicho una vez que ahí habitaban los espíritus. Pronto divisamos la pared, a su lado un árbol, intuimos que se había escapado, y creímos que era nuestra oportunidad de hacer lo mismo. Pero cuando llegamos, la realidad era muy distinta.

Ella estaba colgada del árbol, y bajo sus pies un charco de sangre; nos detuvimos en esa imagen, la cara de la misteriosa mujer ya no estaba distendida, se veía triste y sola.

Tras los matorrales oímos un ruido, pensamos que era un gato y nos acercamos, para nuestra sorpresa era una hermosa niña recién nacida, con el mismísimo cielo en sus ojos, y tras su cabeza un gran agujero en la pared.

Carolina y yo la tomamos y nos fuimos para siempre.