EL PEQUEÑO TIMMY
El miedo ha sido definido de diversas formas, sin embargo una de estas es la siguiente: “es una angustia producida por alteración del ánimo ante un peligro ya sea imaginario o real”. Ante la situación que hoy se vive en el mundo, y que sin duda ha golpeado a México, podemos decir que esta palabra está presente cada día desde que tuvimos conocimiento de que el coronavirus SARS COV 02 había llegado a México. Esta alteración del ánimo inherente al hombre puede generar reacciones de supervivencia pero también hacer sucumbir a todo un pueblo.
Hay quienes le temen al virus, pero también quienes temen por su patrimonio, por ver destruidos, los sueños que comenzaban a consolidarse antes de la llegada del virus, hay miedo de morir pero también está el miedo a la forma en que se ha de morir. Existe el miedo a lo desconocido, a la incertidumbre que ha sembrado la contingencia sanitaria, el miedo por salir de casa y regresar para contagiar y ver morir a tus seres queridos. Un miedo generalizado a la muerte de una persona o de un proyecto.
El mexicano dice no tener miedo a la muerte, el maestro Alfonso Esparza Oteo en su canción “La chancla” menciona: “Mal haya quien dijo miedo, si para morir nací”, y todo pareciera indicar que así es; sin embargo, en una reflexión de mayor profundidad claro que existe el miedo a morir, aunque para muchos no radica en la muerte de sí mismo sino en la forma de morir o en ver morir a los seres queridos.
En estos días supe de la muerte de gente que conocí, “afortunadamente” no fallecieron del virus ese, que hace que entuben a las personas y vayan muriendo en la agonía de no tener un familiar cerca, también he sabido de fenómenos naturales que han causado estragos en distintas partes del mundo, es como entrar al museo de la vida y apreciar un paisaje apocalíptico en donde el único que no tiene posibilidades es el hombre.
Con la muerte de estas personas, he pensado mucho en la situación. Definitivamente, no tengo miedo de morir, pero sí de que sea en estos tiempos, y el miedo no es a morir en una cama entubado, sino a lo que viene después de la muerte; aclaro, tampoco le tengo miedo al infierno ni al pago que se habrá de hacer por todo el karma que he generado, sino al simple hecho de que por la contingencia (que restringe la reunión de muchas personas en un lugar), no haya un velorio de esos que acostumbran en mi apreciada familia.
Nadie sabe con certeza ni se ha podido demostrar, ¿Qué sucede después de la muerte? A excepción del proceso natural de putrefacción o momificación del cuerpo, sin embargo el hecho de que no haya un velorio con: cruz de cal debajo del ataúd, medio chilacayote, 33 cruces hechas de palma bendita, una rezandera de esas que con voz chillona interpretan canciones de difunto y hacen llorar a los asistentes, un rosario (que se hace tedioso para todos) y demás elementos, me ha causado un poco de temor, debo confesar.
Uno qué es católico sólo por nacimiento, se ilusiona con un velorio lleno de gente, con pláticas que se salen de la solemnidad y la tristeza del evento, con la tamaliza que corre por cuenta de los familiares y con todos los conocidos que se convierten en “gorrones” que vienen para “acompañar a la familia del difunto”, uno se ilusiona con las tazas de café que se repartirán, con las lágrimas de los familiares, conocidos, vecinos y amigos, con el camino al panteón, las coronas de flores, el novenario y la levantada de cruz. Pero en tiempos del coronavirus, un velorio así es imposible.
Yo en estos días he aprendido que el miedo no anda en burro, que debemos cuidar nuestra salud, porque el miedo no es a morir, sino a dejar cosas inconclusas: a no haber dicho “te amo” a la gente que merece esa palabra, a no haber disfrutado la vida, no haber aprovechado oportunidades. El miedo puede ser: a ver sufrir a los más cercanos, a no tener que comer un día, a ver morir a alguien más o a provocar el dolor en los demás con nuestra propia muerte.
El miedo que de pronto nos llega y nos susurra en el oído que la muerte anda cerca, puede ser el mismo que describe Sun Tzu en el “Arte de la Guerra”, ese que nos impulse a seguir adelante, a alejarnos de esa posibilidad de no existir más, el que nos motive a continuar y haga que florezcan dentro de nosotros los guerreros que han estado empolvándose toda la vida: o también puede ser lo contrario, el que nos haga morir de angustia.
Por qué tener miedo a morir, ¿Será por qué vemos cerca esa posibilidad? llevamos años matándonos con el exceso en todo: tabaco, alcohol, comida, azucares, grasas, etc. Y hasta ahora, al ver la posibilidad de acudir al Mictlán con mayor premura, sentimos miedo, miedo de morirnos cuando quizá nosotros mismos nos estamos matando. Ojalá que así como nos hemos cuidado estos últimos meses nos cuidemos el resto de nuestra vida.
Ante esta contingencia, mi miedo a morir es que no haya ese funeral prometedor que realizaría mi familia. ¿Cuál es el tuyo, cuál es tu miedo? |