Tenemos una grandiosa noticia, este fin de semana durante el evento junto a Reed Hastings, se anunció qué la plataforma Netflix, llevará a su pantalla la popular serie "El eternauta".
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20 de Febrero 2020
Aún mantengo aquel hermoso recuerdo muy fresco en la memoria. Corría el año 1983 y a mis catorce años de edad, me dirigía como todos los lunes al colegio; cuando sin siquiera imaginarlo, la casualidad llevó a detenerme frente a un kiosco de periódicos.
Era un lugar colmado de llamativas revistas, periódicos nacionales, y libros de variados autores, pero hubo algo que llamó poderosamente mi atención.
Exhibiéndose en uno de los aparadores, se encontraba una novela gráfica que con el pasar del tiempo se transformaría en una pieza de culto a nivel mundial.
_ Buen día_ saludé acercándome al dependiente_ Véndame por favor "El eternauta"_ En aquel entonces costumbraba a gastar mi mesada (ganada honradamente limpiando la cocina, cortando el césped y botando la basura), en historietas. A diferencia de mis amigos que (según yo), malgastaban su dinero en golosinas.
En mi cuarto había una pequeña biblioteca que rebosaba con varias colecciones de cómics; entre ellos "Mampato" de Themo Lobos, "Tamakún el vengador errante" de Jorge Obelleiro, "Kaliman" de Héctor Gonzalez, y "Cónan el barbaro" de Robert Howard. De esta última aún mantengo en mi colección personal tres ejemplares editados el año 1973.
Aquella tarde regresé a casa después del colegio muy emocionado por la compra de "El eternauta".
El Eternauta;
Historieta argentina de ciencia ficción, editada originalmente en 1957, creada por Germán Oesterheld y dibujada por Francisco Solano. El relato narra las aventuras de Juan Salvo, quién en inesperadas circunstancias debe proteger a su familia de una devastadora invasión alienìgena.
Todo comienza con una mortal nevada que mata todo lo que toca. Por ello, nadie puede salir a las calles sin protección.
El cómic es considerado el más importante de Argentina y latino américa, siendo reeditado una treintena de veces en más de quince idiomas.
Creo que ha pasado cerca de dos meses, desde que el corona virus azotara el planeta, y ha pasado la misma cantidad de tiempo, desde que saliera de casa por última vez.
Lamentablemente este día, me veo forzado a abandonar la seguridad de mi hogar; pues debo comprar los alimentos para subsistir la cuarentena del mes que comienza.
Y por quincuagésima vez, hago un minucioso inventario frente al espejo del atuendo que visto.
1_ Zapatillas livianas para caminar un largo trecho, no me atrevo a tomar la atestada locomoción pública por la facilidad del contagio.
2_ Guantes de látex.
3_ Mascarilla facial.
4_ Gafas protectoras.
5_ Alcohol gel.
Una vez fuera de casa, decido comenzar mi particular odisea trasladándome hacia la costa; desde allí caminaré de ida y regreso al mercado central.
Debido a la irresponsabilidad de docenas de turistas que atiborraron las playas cuando comenzara la pandemia (pensaban que la cuarentena era una especie de vacaciones ¡hijos de puta!), el virus se propagó con descontrol por la ciudad de Iquique, por ello el consejo municipal decidió cerrar todos los accesos al lugar cercándolos con mallas perimetrales. Lo que para esta ocasión es una excelente medida, estoy seguro que encontraré las rutas costeras solitarias y expeditas.
Recorro los primeros metros cauto y desconfiado, observando como las calles que antaño gozaban llenas de vida, ahora carecen de toda actividad. Puedo sentir en la piel una atestada atmósfera triste y melancólica que canta el silencio de una moribunda urbe.
Apresuro el tranco deseando escapar de la cruel soledad y con cada paso que doy, percibo los lúgubres silbidos del viento asemejándose a carcajadas de desconocidos fantasmas.
Cerca de mi destino observo una difusa silueta caminando en dirección contraria, es una mujer mayor que se detiene a un par de metros adelante de mi. Luce guantes de látex, mascarilla facial, y gafas protectoras. Me mira aterrada, como si yo fuese alguna clase de animal peligroso, y tras algunos segundos cruza corriendo la calle para perderse entre los automóviles estacionados.
Quedo sumergido en esta soledad que carcome y muerde mi alma, la desconocida me abandona en medio de la nada, colmado de tristezas, y de aquel monótono sonido del romper de las olas. Un largo suspiro anticipa la desolación y melancolía que describe en forma detallada Juan Salvo.
Aquella visión apocalíptica de un incierto futuro trae de mis recuerdos al eternauta. Es trágico y cómico que recuerde en este horrible momento la historieta que comprara cuando era pendejo.
Al darme cuenta de ello comienzo a reír como un orate, justo en el preciso momento cuando las primeras lágrimas resbalaban por mis pómulos.
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