Se notaba algo: no sabía si era coronavirus o amor. Esperó los siete días de incubación y respiró aliviado por tratarse sólo de amor.
No obstante aquí empezaron sus males, pues aquel amor no era de muy fácil encaje. Tantos y tan malos-los males;valga el redundar-que ríete tú del covid- 19. Pero, claro, no ibas a ir a la Seguridad Social a reclamar daños y perjuicios. O, ya no esto, sino simplemente cura. Se hubieran reído.
- Que vengo a ver si me pueden tratar esta epidemia amorosa.
No era de recibo. El caso era que nuestro amigo- era chico- somatizaba hasta tal punto aquella situación, que parecía un fantasma por aquellos largos pasillos. Un auténtico "choc"- o como se diga. Pero a ver qué le daban los galenos. Se le ocurrió al Doctor Gómez. "Vamos a intermediar, a ver si a la chica le gusta un poco y sacamos al hombre del impasse al menos. Por una vez y sin que sirva de precedente".
Pero aquéllo tuvo tanto éxito que se estimó como una alternativa válida de cura. Tanto es así que-extendido por el país, un tanto subrepticiamente, bien es verdad-es lo primero que miran cuando le llegan casos parecidos al psicólogo clínico.