Este es otro texto muy viejo. Aquí va.
Enamorado de una bella mujer, el joven escritor procuró su amistad con el afán de conquistar su amor. Le confesó que la amaba. A ella le dio igual; veinte mejores que él la rondaban, besando sus pies. Desesperado, el escritor redactó una carta de trece páginas donde mostraba todo el amor que sentía por ella. Al ver su extensión, comenzó a quitarle lo superfluo. Así que quitó, y quitó, y quitó, hasta quedar una sola, que el joven metió en un sobre y lo echó al correo.
Al cuarto día, la mujer vino a visitarlo. Una amplia sonrisa animaba su bello rostro. Se acercó a él despacio y lo besó largamente en los labios. “Escribes muy bien”, dijo, “leí tu carta, era tan apasionada, tan elocuente, tan descriptiva, tan bien escrita, tan bella, tan convincente de lo que sientes por mí, que mi corazón no pudo resistir su encanto. Tus palabras me hechizaron. Estoy enamorada de ti. Desde hoy te pertenezco, soy tuya”.
Feliz, el escritor la besó de nuevo en los labios rojos. Sorprendido del resultado de la carta, pensó que el amor hace verdaderos milagros; porque el texto íntegro de la carta enviada, solo decía las dos palabras mágicas: “Te amo”.
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