RECUERDOS DE UNA NIÑEZ DE ENSUEÑOS.
M
Costilla astillada, recostada
en las faldas del “Muñanca”,
corazón , sembrado de puquiales,
eternidad vibrante en mis sueños
jardín de mi niñez
donde forjaste mi estela
bajo tu cielo azul.
Me nutriste de tu viento,
de tus aguas,
tus piedras,
tu lluvia ,
tus truenos y tu granizo;
Me diste la fuerza
ciclópea de tus cerros,
bebí de tus lágrimas,
que en copas divinas
aliviaron mi ser
me abrigue en tu poncho habano,
y montado en la silla del viento
recorrí tus campos floridos.
La laguna de don Abdón
fue escenario de mil combates
donde mi barco alado ,
armado de juncos
conquistó mil sueños,
que los guardaba cada tarde
en la barbacoa de alisos
a la espera de los amaneceres.
Hoy te entrego mi corazón,
para que lo guardes en tus lajas,
te entrego mi poema
para que cuando pase el buitre
la entones con tu canto.
te entrego mi espada reluciente
para que reconquistes tus sueños
y regales sonrisas
a los niños de tu pueblo
Y luego.
Pintaré de blanco y negro mi poesía
para guardar en ellas los rostros
campesinos nacidos de tu vientre.
Viviré por siempre en tu regazo,
cubriré mi cuerpo con tu musgo,
correré tras los corderos
y esperaré a las akakas en sus nidos
al caer las tardes.
Caminaré en tu pradera
me hundiré en tus puquíos movedizos,
me adentraré en tu arte,
en tus figuras de hielo
de infinitas formas
que el viento labra
cada amanecer
en la acequia madre.
Ucchapampa, eres infinita,
por que retozas en plenilunio
en tu laguna encantada.
Por tus piedras plantadas
por tu puente en zigzag
por los perros de doña Rosa
que guardaban celosos
tu camino.
Tierra madre,
tullpa incandescente,
fuego eterno.
lava mi frente
en las aguas límpidas
de tu río Culluna,
déjame avistar tus quinewuales,
tus alisos, tus lic lics,
tus bagres
y sentado en el “ushno”
mirando al horizonte
endulzar mi cuerpo
con tu sagrada mullaca.
Hoy lejos de ti
sentado en el umbral de las tardes
me acongoja ésta agonía sin verte,
añoro regresar a tu lado
a que me acojas nuevamente
me entregues tu paz, tu viento fresco
tu barro colorado, tu lluvia
que ensancha los surcos
y en la escuelita donde empecé
a deletrear tu nombre,
y fue el hogar que jamás encontraré,
calentar mis huesos
maltratados por
estos hollines asesinos
de ésta ciudad que vivo.
J.Corvera. 01/05/2009- |