Esto ocurrió cuando yo tenía 6 años, es sorprendente, pero hay sucesos que permanecen tatuados en la mente.
Recuerdo que estábamos pasando el verano en la finca de mis abuelos mi único hermano por aquel entonces era muy pequeño lo mismo que mis primos, la única que tenía autonomia para desplazarse libremente era yo, podía subir y bajar escaleras, campar a mis anchas por el jardín, visitar a las gallinas, patos, cerdos, y dos cabras que en ese momento ocupaban el establo e incluso hacer pequeñas incursiones en la huerta “siempre supervisadas” (se ve que debí organizar algún que otro fiasco cuando nadie me vigilaba).
Una mañana cargada con mi inseparable bolsa de “los tesoros” (una antigua mochila en la que mi padre guardaba su toalla de playa y que heredé, usurpe o sencillamente me la quedé), me instalé en el jardín, comence a vaciar la bolsa esparciendo su contenido a mi alrededor sin ningún cuidado, arrojandolo por el aire directamente al suelo , una muñeca, un coche, canicas, una pelota, caramelos, una araña, etc, en esto apareció mi abuela (una autentica maniaca obsesiva del orden) que me soltó un mitin con visos de reprobación, en resumidas cuentas lo que quería resaltar, era mi desorden pero sobre todo mi poca solidaridad, empatía y falta de caridad con el projimo, rematando el discurso con “;Habiendo tantos niños en Africa que no tienen para comer y mucho menos juguetes !!hay que ver como tratas a los tuyos!!, !!lo que darían esos niños por tenerlos!!” , mi abuela desapareció y yo me quede hecha polvo, con el corazón encojido y un gran sentido de culpabilidad, recojí todo y me fuí velozmente a la cocina donde requisé lo que pude y la capacidad de mi bolsa admitía, huevos, patatas, alguna lata y una barra de pan.
Henchida de dignidad busqué a mi madre y arroje ante ella de mala manera la bolsa aduciendo, YA NO LA QUIERO, mi intención era argumentar que mi deseo era que se la enviaran a los niños de Africa, pero no me dió tiempo, mi madre me miró perpleja revisó la bolsa y a continuación con las manos pringosas, me propinó un cachete con “moraleja”
” !! Vaya con la niña, caprichosa, desordenada y sucia!!”.
No entendí nada pero dentro de un descomunal berrinche saqué mis propias conclusiones: Que lo primero es el orden y que todo lo demás es secundario (obviamente con el paso del tiempo mis prioridades se fueron humanizando).
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