"Escándalo en mi barca", no, yo no te temo, yo te esperé la vida toda y deseo que lo sepas ahora mismo. Tienes el interior mas delicioso que conocí en mi vida, y en tu espíritu de caleidoscopio, bailar, bailar hasta el fin deseo. Quédate cerca, corazón, yo siempre te espero, y si una sola chispa vuela, entonces me atrevo a lo que sea.
Sin saberlo te he buscado por tanto tiempo... ¿Será que tu imaginas el silencio a la cima de las colinas?
Ahora que te he visto, te he descubierto entre líneas, tu perfume se me impregnó hasta el alma. Yo no le temo al infierno, y al paraíso, tampoco le temo.
"Cuando era cachorro, me extravié en una colina. No se cómo, ni cuándo sucedió, recuerdo que aullé por mi madre, pero ella no me oía. Entonces, vagabundo y solitario por las praderas, pasaron los años bajo las estrellas. Yo jugaba con mi cola, con las mariposas, mordisqueaba las espigas de trigo, perseguía mi sombra, y dormía panza arriba.
Una tarde moría de sed, y alegre fuí hasta una laguna. Pero esa tarde, no había viento, y el agua estaba inmóvil como un espejo. Inocente... acerque mi rostro y ví mis fauces abiertas, luego, la tierra toda tembló para mi...
Tenía unos colmillos enormes y una cabeza gigante, un hocico color canela, y esa horrible, horrible melena...
Un rugido espantoso salio con furia de mi pecho, y temblé. ¡Temblé de tristeza!
Para calmar mi angustia, el Sol, mi amada estrella, una mañana dejo a mis pies un extraño instrumento, yo toque una sola de sus notas, y allí supe que estaríamos unidos para toda la vida.
Recuerdo que un invierno morí de frío y el sol de primavera me dió calor, y cuando volví a la vida, sonreí, amor, yo tan solo sonreía...
Un día quise bajar a la ciudad, entonces, me disfracé de hombre, y me dedique a vagar por las calles. Recuerdo que tome café de una taza sin fondo a la luz de mil lunas, en la cima de todos los edificios que me recordaban a mi colina. Quise estar entre los hombres y tocar mi instrumento para ellos. Hice mi mejor intento, y me preguntaron por qué no lo hacía más rápido, qué salvaje me había enseñado esas rústicas melodías, me exigieron canciones que solo ellos conocían. Y sentí tanto, tanto vacío...
También sentí deseos de destrozarlos, pero les perdoné la vida, y decidí volver a mi colina y mis praderas.
Cuando regresé a mis tierras, noté que todos los animales huían de mí, me habían olvidado por completo.
Moría por decirles que yo era el cachorro que vieron crecer en estas mismas praderas, pero en mi confusión, solo un rugido infernal salía de mi pecho. Y así fué como en los pequeños huecos de la tierra, los temerosos animalitos, comenzaron a crear y alimentar, mil espantosas leyendas.
Pero una noche ocurrió algo singular. Yo observaba mis prados iluminados por la luna, desde lo más alto de mi colina, cuando el viento me trajo un perfume extraño, luego, sentí una presencia de pequeñas pisadas en la maleza...
Miré hacia un costado, y ví surgir de la espesura, un pequeño cuerpo blanco.
-Ven a la luz, criatura extraña... ¿Que buscas tan lejos de tu manada?
Dí una vuelta a su alrededor, y me detuve... -¿acaso no sabes la respuesta?
-¿Cómo puedes mirarme con esa calma?
Algo en su porte me inquietó, su mirada, no me desafiaba, sino que me escudriñaba hasta el alma.
-Por favor, no temas... solo dime una palabra...
Silenciosa, cálida, y a la vez, lejana...
Me preguntaba a mi mismo si no sería una diosa. O al menos debía ser una hija de la blanca luna.
-Pequeña cabra, te doy mi colina, mis valles, y mis prados si me dices al menos una palabra.
- Yo no quiero tu colina ni tus prados. Supe por rumores de un fuego sagrado, y enamorada de los colores del camino, un día salí a buscarlo. También escuché que al otro lado de esta colina, se hayan los paisajes mas hermosos del mundo, y necesito averiguarlo...
Incliné mi cabeza y fué como despertar de un letargo. Comprendí en ese instante que ella era una viva redención, y sentí nacer desde lo más profundo de mi, un deseo infinito de acompañarla. Entonces, me postré como una esfinge a sus pies, y mirando sus dulces ojos, baje mi cabeza enorme, y solo alcancé a decir:
-Sube a mis espaldas, hermosa cabrita, vayamos hacia ese mundo, y no temas, no hay fiera que muerda, la mano que el alma alimenta." |