Canta el agua,
bendita y urbana, derramada su gloria en vulgar rito sobre una cruel cebolla y su amenaza.
Maldita grifería decadente.
Angustia muerde las entrañas.
Al bañarme lamento mi memoria. Yo toqué ese azulejo, esa cinta, aquel frasquito? (Tras el umbral acecha mi enemigo). Lavo furiosa todos los rincones, así desnuda con su auxilio me imagino invencible, aquí me quedaría, mientras en mi entorno, desde el raso cielo, en los cabellos, a mi espalda, por debajo de las uñas canta el agua.
Taquicardia, la bolsa del mercado.
Refriego entre jabones los arrepentimientos y corren las burbujas por el resumidero, se quedan pegoteados los pesares, activos más que nunca se mastican.
Las ollas que se llenan.
Canta el agua.
Sopa con detergente y miedo frito.
Hace cuatro horas que me late la sien y el corazón me habita la garganta. Y todo para esto?
Manos, mesa, cubiertos. Sillas, vasos, qué más? Otra vez manos. Canta el agua.
Radiales ellos ahora, corroboran póstumos, uno tras otro, que el picaporte fue el arma y entregan los sueños resignados y hay quien aun así no entrega nada.
Triste, pena…
Suba la dosis de todo lo que encuentre y bébala cuatro veces al día;
canta el agua.
-Que no duela… le rezo al mismísimo vacío.
Un día gris
es sólo eso,
si no fuera más gris que en la ventana, en las entrañas.
La lluvia es siempre hermosa.
Con la complicidad de los vidrios taimados me manda mensajitos sin alarma.
Informan las pantallas que los otros matan, pero quién no lo sabía en esta selva? Para qué el removedor de palabras ajenas en la piel cuando llevo su parásito en el alma?
Canta el agua y yo lo escribo;
de nuevo se llena la pileta que es más lenta que yo y se ríe metálica, riesgosa, indiferente, sólo canta.
Me revienta su sarcasmo.
Canta el agua como quien ronronea,
en tanto me doy maña y mascullando algún loco conjuro, con los dedos partidos y resecos desde adentro, yo lo escribo.
Es que, si es verdad que algo sucede después de cerrar la última puerta espero que pueda recordarla.
P.S.: Aliterado porque tengo esa suerte.
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