Nadie sabe como fue, lo cierto es que parece que ocurrió un domingo muy lluvioso en las primeras horas de la noche. Según me han contado Martín Lousteau, un hombre de unos cuarenta y pico de años se encontraba en su mansión ubicada en los suburbios de la gran ciudad.
Lousteau se encontraba trabajando, ocupado en sus negocios y preparando una ardua semana de trabajo. Creía estar solo en aquella casa tan grande, pero escuchó ruidos, como si alguien se acercará.
Era Ravelia, “la Quesona”, la chica rubia con la que había tenido sexo intenso aquel fin de semana. Martín se sorprendió pues creyó que la joven se había ido hacía un rato largo.
- Hola Quesona, creí que no estabas – le dijo Lousteau a Ravelia.
- Fui de compras pero iba a volver porque no quiero irme sin darte estos regalos – contestó la chica – tres regalos.
- ¿Tres regalos?
- Sí.
- Bueno, dámelos, Quesona.
Losteau llamaba a Ravelia directamente por su apodo, "Quesona", le encantaba ese nickname que usaba esta chica.
La Quesona sacó una bolsa con una enorme caja de zapatos. La colocó sobre la mesa. Martín abrió el paquete y para su sorpresa, vio que era un par de zapatos italianos talle 46.
Lousteau esbozó su clásica sonrisa. Le gustó mucho el regalo. Ravelia le dijo:
- Espero que disfrutes de estos bellos zapatos. Ayer cuando te dije tenías un par de zapatos gastados, me dijiste…
- “Tengo solo dos pares, unos negros y unos marrones y encima me cuesta conseguir mi talle” eso te dije, ja, ja, ¿Verdad, Quesona?
- No es para menos, calzas 46. Dale probatelos.
- ¿No hay otros regalos?
- Primero calzate los zapatos, después te doy los otros regalos.
Lousteau se sacó los zapatos gastados que llevaba puestos, y se probó los puestos. Le quedaban perfectos, y los apoyó sobre la mesa.
- Debes tener olor a Queso.
- No, soy patón, no soy Quesón. Mi nombre es Martín, no Carlos. Aunque me hubiera gustado llamarme Carlos.
- ¿Puedo sacarte los zapatos?
- Hace lo que quieras, Quesona.
Siempre con los pies sobre la mesa, la chica le sacó primero los zapatos, luego las medias, y al oler los pies de Lousteau comprobó que efectivamente no tenían olor a Queso.
- Que desilusión imaginaba un buen olor a Queso en estos piesotes.
- Te lo dije, no soy Quesón.
- Un desperdicio. Tan bellos pies sin olor. No importa, te haré cosquillas.
La chica le hizo cosquillas en los pies a Lousteau y fue como una auténtica tortura para el yuppie. A pesar de eso le gustó mucho, hasta que finalmente le dijo:
- Bueno, ya basta, no soportó más.
- Está bien.
Lousteau en ningún momento sacó los pies descalzos sobre la mesa y le dijo a la chica:
- ¿No había otros regalos para mí?
- Es cierto.
Ravelia sacó otro paquete, bastante pesado, lo abrió y era un Queso Gruyere.
- ¿Un Queso? – dijo sorprendido Lousteau.
- Sí, era para comparar el olor de tus pies con el de este Queso…
- ¡Ja, ja, ja! – río Lousteau – estás loca…
- Puede ser – dijo la chica mientras le daba la espalda a Lousteau – puede ser…
- ¿Y el tercer regalo?
- El tercer regalo te lo daré despues, Martín - dijo la Quesona - o mejor dicho será el cuarto regalo porque este es el tercero.
Y entonces, ahí, sobre la misma mesa de escritorio, la Quesona se tiró para que Lousteau la cogiera, así lo habían hecho todo el fin de semana, así lo volvieron a hacer aquella tarde, un sexo salvaje, intenso, apasionado, sobre la mesa del escritorio, fue una cogida espectacular, que solo Martín Lousteau podia dar, la Quesona olió los pies del economista, una y otra vez, despues le chupó la pija, el le chupó la concha, el culo, la acarició por todos lados, con cosquillas y hasta algunos golpes mutuos, que disfrutaron tanto uno como el otro, despues el la penetró, para goce y satisfacción de ambos.
- Muy bien, Quesona - dijo Losteau exhausto, eso mismo lo habían hecho cinco veces ese fin de semana, se nota que Martín tenía la potencia sexual de un toro, de un gran campeón de la Sociedad Rural, justo el que había desatado el controvertido tema de la 125 y el famoso enfrentamiento con "el Campo" que concluyó con la celebre frase "Mi voto no es positivo".
- Sos un toro como los de la Sociedad Rural - dijo la Quesona.
- Ja, ja, el Gran Campeón Macho Aberdeen Angus y calzo 46 - siempre Lousteau se jactaba del tamaño de sus pies - Bueno, dame el cuarto regalo ahora.
- El cuarto regalo es el mejor - dijo la Quesona.
La chica se dio vuelta y para sorpresa de Lousteau, lo apuntó con un revolver calibre 45 con silenciador.
- ¿Qué es esto? ¿Una broma? ¿Una broma de mal gusto?
- Sí broma es sinónimo de asesinato, entonces esto es una broma.
No hubo más palabras, solo un disparo que la chica efectuó sobre la cabeza del joven, que cayó muerto de inmediato tras recibir el balazo en el cráneo.
- Martín Lousteau. #Queso – dijo la asesina mientras tiró el Queso sobre el cadáver de su víctima…
La Quesona tomó los zapatos de Lousteau y se los llevó como un trofeo para su gran colección de zapatos, en efecto en su departamento la asesina tenía una vitrina con un par de zapatos o zapatillas de cada una de sus víctimas. |