"Mientras siga en pie el coliseo, seguirá en pie Roma. Cuando caiga el coliseo, caerá Roma; cuando caiga Roma, caerá el mundo".
Beda el venerable
Ella amaba con brava intensidad aquellas frescas y húmedas brisas, qué tibias bajaban en fluida picada, cayendo desde los cielos grises. Con delicadeza pintaba en sus labios, cientos de acuarelas de sabores salinos.
Ella amaba con brava intensidad, la fresca sensación del mar en continuo movimiento. Cada ola traía consigo, cálidos recuerdos de una infancia en el lejano puerto de Antioquía.
Ella amaba con brava intensidad, rememorar quién había sido, y a donde había llegado, gracias a la férrea disciplina del colegio de Ludus Magnus.
Espontáneas sonrisas iluminaron su indomable espíritu, al escuchar la enloquecida multitud corear su nombre. Mientras ágil cual gacela, trepaba por el mascarón de proa, para junto a un potente alarido de guerra, alzar a los cielos su afilado gladius.
En aquel inmenso océano artificial, el control de la pesada embarcación no era sencillo, debido a la poca profundidad lograda por los arquitectos del imperio. Pero ya nada importaba, pues los delicados cantos de la madera de roble con la cual estaba construida la nave (madera exportada desde los bosques de Dodona en Grecia), crujían al son de los vítores de aquella muchedumbre repletando el circo romano.
De súbito, los esclavos remeros cartagineses apresuraron su labor, logrando que el barco de combate adquiriera la velocidad necesaria para embestir a su oponente egipcio.
_ ¡Remad más rápido hijos de mil rameras!_ Ordenaba Crixo de Galia, sumergido en la panza del gran leviatan. A este galardonado gladiador, ella personalmente lo había escogido solo un par de semanas antes de esta esperada batalla naval _ ¡Por Eneas, moved esos brazos!_ Crixo acompañaba cada salvaje alarido con crueles azotes del flagrum que portaba. Las lenguas del látigo despellejaban sin piedad cada sudorosa espalda de los esclavos.
_ ¡Ave Caesar morituri te salutant!_ Gladiatrix Julia de Antioquía, ganadora de dos coronas de olivo en los juegos de Delfos y Corinto, rendía tributo al emperador romano desde lo más alto del mascaron de proa.
Cesar sorprendido por la majestuosidad del escenario y del espectáculo por comenzar, se unía a los vítores de las veinticinco mil personas que repletaban el coliseo.
En Londres a mediados de 1996, encuentran treinta tumbas que datan del siglo tres D.C.
Una de ellas, desconcierta a los arqueólogos. Los huesos corresponden a una mujer de aproximadamente treinta años, vestida con un ajuar funerario, llevando consigo los símbolos de gladiadores.
Los eruditos creen que es uno de los pocos vestigios existentes de las mujeres gladiadoras.
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