Aquella mañana de inicio de clases depositó la mochila en la carpeta y salió a buscarla por el patio de la escuela y no la encontró, la busco en la cafetería, en el salón de danzas y en su propia aula y no la vio, sus retinas se dilataron de alegría al reconocerla entre la multitud a la distancia, luego reconoció a un tal Luis y cuando se acerco el estremecimiento de verlos abrasarse y tomarse de la mano lo desestabilizó y lo apartó como si fuera una hoja muerta que se lleva el viento.
Las lágrimas eran incontenibles, lloraba en silencio por las calles de tristeza con el corazón latiéndole a mil por segundo. Aquella tarde anduvo sin rumbo entre sonrisas y arrebatos, ante el ruido infernal de la ciudad y ante la indiferencia de un mundo de grandes.
Con los ojos hinchados contempló algo mas sosegado la quietud del mar y la lentitud de los grandes buques que se perdían en el horizonte sin estrellas. La mochila y los cuadernos de la escuela le sirvieron de almohada cuando se acostó en el gras para contemplar como se encendían las estrellas en el cielo del anochecer y para ver el paso lento de los aviones repletos de gentes arriba a lo lejos.
Evocó la tarde fría en que le dijo lo bonita que era ruborizándola en sonrisas de emoción, penso en aquel baile escolar donde danzaron todas las piezas juntos y terminaron en la azotea hablando vanalidades, comiendo pastel y jugueteando con el merengue envueltos en carcajadas cándidas del tiempo, penso en los años que llevaba de conocerla, en lo feliz que fue siendo su vecino de enfrente, en lo triste que fue el día en que ella se mudó y en el júbilo y algarabía que sintió cuando se enteró que irían a la misma escuela, evocó la tarde remota en casa de sus padres donde jugaron escondidillas hasta la madrugada y donde le susurro alegrías de amor por los días de fiestas patrias y de vacaciones escolares con fines de semana de circos y ferias de jubilo y luces de fiesta.
Fue entonces donde papá interrumpió sus nostalgias, le dijo lo preocupados que estaban por él, le dijo que mama y la abuela rompieron en llanto, que habíamos llamado a casa de todos tus compañeritos de clase y que nadie dio razón de ti, que no sabían en que rincón del universo estabas, solo que te fuiste a carreras por la vergüenza de que te vean llorar, que no hiciste caso al portero cuando te gritó que se había caído tu libro de matemáticas por salir disparado, que te he buscado todo el día preguntando al mundo entero por ti y que un poco más y me estrello con un poste al confundirte con otro niño.
Aquella noche de estrellas tristes y ojos hinchados papá lo tomó de la mano y lo condujo a casa, en el camino le habló de mamá y papá cuando niños, le habló del sufrimiento efímero de sus decepciones de púber, lo hizo reír con argumentos alocados del mundo, con bromas sobre el porque de las cosas y con frases de aliento exhaladas del alma, la pena se le quitó al ver a mamá y a mamá grande felices de verlo y a Rambo, el perro, en la puerta de la casa.
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