Mi primer día en la sucursal del cielo fue todo un acontecimiento pues fueron muchas las cosas que me sucedieron y que merecen contarse en este capítulo. Apenas me subí al gris san Fernando dos, empezó mi alegría pues me senté al lado de una mulata que me miró con picardía. Al poco rato el bus ya iba por la calle quinta con quinta, a pesar que era muy temprano se subió un músico callejero, el motorista lo dejó subir y empezó a cantar veinticinco rosas de Jhoan Sebatían, cantaba bien y tocaba mejor la guitarra, pero las malditas drogas lo tenían sobreviviendo de lo que le daban en los buses. Apenas terminó de cantar fue puesto por puesto pidiendo la monedita, yo saqué doscientos pesos y se los di, tan pronto recibió las monedas se bajó y por el puente elevado se pasó al otro lado a esperar otro bus con la esperanza que el motorista lo dejara subir para seguir cantando y recogiendo las monedas que le garantizaban el pago de una alcoba y la comida y unos cuantos varetos.
Cuando el bus ya iba por el parque loma de la cruz le pregunté a la mulata:
-Por favor, me informas si estoy muy lejos de la nave.
La mulata me quedó mirando con extrañeza, pues mi acento era diferente al de los caleños, pero le hablé con buena dicción. No sé si ella había escuchado antes a un nariñense.
Enseguida me respondió:
-Yo voy también para la nave, apenas estemos cerca yo le aviso.
No podía negar que la mulata era hermosa y también muy amable, tenía piernas bonitas, buenos pechos y un rostro angelical. El bus en su recorrido llegó al parque de las banderas y yo estaba muy feliz de estar en la sultana del Valle. A esa morena apenas la acababa de conocer y parecía que fuera mucho tiempo que ya la conociera, no solo me inspiraba confianza, sino que también me gustaba. Yo estaba seguro que iba a ser muy importante en mi vida. Aclaro que no soy de esos hombres que solo miran el cuerpo de una mujer, pues también miro otras cosas, tal vez las más hermosas, las que no se ven como el alma y la esencia de las personas y todo parecía indicar que esta mulata era una de esas que encantan por la magia y la rica esencia que tienen, de eso estaba más que seguro. La miré de reojo y estaba buena por donde uno la mirase. No soy de los hombres que se quedan callados cuando una mujer me atrae, así que decidí romper el silencio:
-El mundo es hermoso porque existes tú – le dije
Vi cómo le brillaron esos bellos ojos grises y se sonrió, le gustaron mis palabras. Ella tenía una dentadura perfecta, lo cual la hacía ver más hermosa cuando reía, su perfume también olía muy rico. Enseguida me contestó:
-Gracias, es usted muy amable, es el primer hombre que me dice algo tan lindo.
No iba a desaprovechar la oportunidad y de inmediato le respondí:
-Debe ser que los otros están ciegos y no ven tu belleza, déjame decirte que tu belleza da para una pintura.
Ella sonrió de nuevo y me dijo:
Que hombre tan bello, ojalá todos fueran como tú, pero no, lo que abunda es un poco de guaches que no saben conquistar a una mujer.
Nos presentamos, ella se llamaba Perla y yo Juan José. Hasta su nombre era muy bello, la perla que faltaba en mi alma. El bus estaba por llegar a la quinta con treinta y nueve, de repente se escuchó una fuerte explosión, tan fuerte que se rompieron los ventanales de los edificios de ese sector. En ese instante todo fue caos. El conductor abrió la puerta y los pasajeros se bajaron muy rápido, yo y Perla también nos bajamos. Se escuchaban gritos de dolor, las ambulancias hacían sonar sus sirenas y pedían vía para llegar pronto a socorrer a los que yacían heridos en plena calle quinta con treinta y nueve. La policía llegó de inmediato en sus patrullas y otros en motocicletas. Perla estaba muy nerviosa. Yo le dije que se calmara, la agarré de la mano y ella no opuso resistencia, es más, me abrazo y yo sentí todo su aroma. Al rato nos enteramos que habían puesto una bomba en el separador de la calle quinta, justo frente al estudio del grupo NICHE. Por aquel entonces estaban en guerra el cartel de Medellín con el cartel de los Rodríguez de cali. La explosión dejó algunos muertos y muchos heridos y casi todos con un susto tremendo y es que no era para menos.
Después que pasó el caos cogimos un yip, en Cali a estos carritos les decían yipetos, aunque ya estábamos cerca de la nave nos subimos porque el conductor dijo que no iba a cobrarnos solo por esta vez, ya que lo hacía por solidaridad y para evitar que nos pudiera pasar algo. Cuando íbamos en el yipeto, alcancé a leer en una de las casas que estaban ubicadas por la treinta y nueve un letrero que decía: “cambio motocicleta vuelta mierda por silla de ruedas”. Se necesita ser tarado para no entender lo que había sucedido al dueño de la moto. En fin que todo es válido para expresar dolor o sentimiento y todo esto hace parte de la jerga popular de los caleños y en general de todos los colombianos que utilizan los muros para expresar el descontento y la tragedia de la vida misma.
Al rato llegamos a la nave, le di la mano a Perla para que se bajara, yo me bajé de primero, pues era muy ágil como quiera que durante mis años de juventud fui un gran futbolista y aun me mantenía en forma pues no fumaba ni bebía sino en fiestas. Antes de despedirnos Perla me anotó su teléfono y dirección de la casa donde vivia. Nos despedimos con un fuerte abrazo y prometimos encontrarnos lo más pronto posible. Ella siguió caminando dos cuadras más abajo y yo fui a buscar la carrera treinta y siete del barrio Belén, al rato la encontré y subí por una pendiente y llegué a la dirección que mi hermano me había dado, allí vivía mi hermano Leonardo y ahí viviría yo también mientras el asunto mejoraba. Toqué tres veces en la puerta y salió abrirme una indiecita llamada Otilia, quien era la dueña de la casa y a ella mi hermano le pagaba el arrendamiento. Otilia trabajaba haciendo aseo en el hospital universitario del Valle. Me presenté, le mostré mi cédula de ciudadanía y al instante me hizo seguir a la alcoba, no sin antes haberle dado unos panecillos que le había comprado como un detalle para darle a entender que era generoso. Mi hermano aún no había llegado.
Descargué la maleta y me vestí de cortos: pantaloneta, camiseta esqueleto y chanclas. Le pregunté a la indiecita que dónde quedaba el baño, pues quería bañarme de inmediato. Me señaló una puerta y me dijo:
-Usted aquí no va a tener las comodidades que tenía en su casa, pero eso es lo que hay, al comienzo le va a parecer molesto, pero con el tiempo se va acostumbrar como su hermano Leonardo.
Otilia iba a seguir hablando, pero yo entré pronto al baño, no sin antes haberle dicho permiso.
Para poder bañarse había que sacar el agua de un tanque con un platón pequeño y echársela sobre la cabeza y todo el cuerpo, al principio me sentí como Juan bautista, pero al rato ya estaba enjabonado y de nuevo echándome el agua sobre la cabeza y el cuerpo, como había bastante agua en el tanque me bañé rápido y el baño no solo me refrescó sino que también me reconfortó de todo el cansancio del viaje. Ese fue mi primer baño en Cali, baño que se iría a repetir por más de dos años consecutivos, fecha en que la indiecita se dignó construir un baño decente con ducha, el nuevo baño era hasta enchapado y muy cómodo.
Después de bañarme me recosté en la cama y empecé a hojear una revista vieja que estaba sobre la mesa. No quiero decir el nombre de esa revista, pues aun en la actualidad no pasa de ser un pasquín que la utilizan los poderosos para lavarle la cara al ladrón de turno que gobierna. Sin querer me quedé dormido y solo vine a despertarme a la una de la tarde, de inmediato salí almorzar y después volví a la alcoba. Enseguida organicé mi ropa en el closet y luego coloqué un casete en la grabadora y empezó a sonar todo el repertorio del grupo Niche. Al escuchar la música me puse a bailar solo en ese cuartucho. Bailé un rato y luego me senté en la cama. Agarré la carpeta de los poemas y escogí al azar uno. Quería leer y nada mejor que uno de mis textos breves. El poema decía lo siguiente:
Si tú sueñas con todos
Los animales del aire
Yo sueño con todos
Loa animales del agua,
Si tú sueñas conmigo
Por qué no hemos
De soñar juntos
En este mundo de jueces
Y de sombras.
Soñar es muy fácil
Difícil hacer realidad los sueños.
Con la daga en el cuello.
Después de leer ese poema arrugué la hoja de papel y la tiré al tacho de la basura. Eran como las tres de la tarde cuando guardé la carpeta en mi maleta y salí a buscar un teléfono público. Le pregunté a una vendedora de frutas y me dijo que a la vuelta había uno. Llegué donde se encontraba el teléfono y marqué el número de Perla, al rato contestó ella misma quien reconoció mi voz de inmediato. Del otro lado de la línea le dije:
-Hola, cómo estás
-Bien gracias- me respondió
-Nos podríamos ver a las cinco de la tarde, te invito a tomar un jugo- le propuse
-Me parece excelente idea y por ahí derecho nos conocemos mejor- me respondió
Nos quedamos a encontrar en la nave, mientras llegaba la hora acordada me fui a caminar por los alrededores, sin alejarme mucho pues estaba en una ciudad desconocida y no valía la pena asumir riesgos. Después de tanto andar miré mi reloj y eran las cuatro y cuarenta, tenía el tiempo preciso para llegar a la nave, pues había ido por los lados de la clínica Comfandi. Cuando llegué ella ya estaba esperándome, se veía muy bella con ese vestido azul cielo. Apenas llegué me saludó con un beso en la mejilla y luego nos dirigimos a una cafetería que estaba ubicada en el barrio el Lido, un barrio residencial donde vivía gente de muy buen nivel cultural y económico, a la cafetería también entraba gente con solvencia económica.
La cafetería se llamaba las delicias de Martha. Tan pronto llegamos nos atendió una mujer muy hermosa, parecía ser la dueña. Era una mujer como de cuarenta años, pero se veía muy conservada, tenía cuerpo muy armonioso, cuerpo de sirena y buenas tetas, además de estar bien maquillada estaba bien vestida y recogido el cabello.
-Qué van a tomar me preguntó
Yo pedí un jugo de guanábana y Perla pidió un jugo de piña. Los refrescos jugo estuvieron deliciosos y calmaron la sed. nuestra sed que a propósito era mucha por el calor que hacía en ese momento. Todo iba a pedir de boca. En más de media hora Perla me contó buena parte de su vida. Había estudiado en santa librada el bachillerato y que luego llegó a la mitad de derecho en la universidad Santiago de Cali, por situaciones económicas tuvo que abandonar sus estudios. Yo le insistí que nunca se renuncia a un sueño, máxime cuando ya se ha recorrido la mitad del camino. Si las cosas irían bien conmigo, me comprometí ayudarla como sea. Ella ante mi propuesta tomo mi mano y me dijo:
-No sabes cuánto te agradezco, ser abogada es mi gran sueño.
Fue tanta la alegría que le dio que se recostó sobre mi pecho, yo besé su cabello y sentí una emoción muy grande porque tenía la sensación que el amor muy pronto golpearía a mi puerta y yo estaría dispuesto a dejarlo entrar sin medir consecuencias. Ella se quedó mucho tiempo recostada en mi pecho y yo puse a volar mi imaginación. Y no era para menos pues no hacía mucho tiempo que estaba en suelo vallecaucano y el amor ya empezaba a insinuarse sin necesidad de salir a buscarlo, estaba ahí bien cerquita en mi pecho, mi corazón galopaba más rápido que de costumbre, eso es lo que produce el amor y no había para qué tratar de frenarlo.
Yo estaba en un mundo de ensoñación del que no quería volver a la realidad pero no todo en la vida es alegría porque un tipo que jamás había visto en mi vida se me acercó amenazante y me dijo:
-Vos sos el hijueputa guerrillero que hizo un atentado en Jamundí
De inmediato le respondí:
-No señor, usted está equivocado, no sé de qué me está hablando
Ante mi respuesta el tipo me dijo:
-No se haga el huevón, usted es y ahora voy a cobrarle lo que nos hizo a mí y mis compañeros.
El tipo sacó una pistola y me apuntó a la cabeza. Hasta ese momento Perla había estado en silencio, no sé si como producto del miedo o no quería intervenir en ese asunto, con voz firme le dijo al tipo:
-No señor, él no es quién usted está buscando
El tipo volvió a decir:
-Es este doble hijueputa y no quiero que lo niegues porque te voy a matar.
Perla me preguntó:
-De qué habla este tipo
-De nada le dije. Está tan confundido que no sabe dónde queda el cielo y dónde queda el infierno, confunde el sur con el norte.
Como el asunto se estaba calentando, la dueña de la cafetería terció en esa disputa y dijo:
-No quiero muertos en mi negocio porque me lo sellan. Si se van a matar háganlo afuera, de mi negocio se largan ya.
Estaba tan ofuscada que no me recibió ni el valor de los refrescos. Para mi fortuna pasó una patrulla de la policía y de inmediato intervinieron antes que el tipo me matara. Primero me pidieron los documentos, todo estaba en regla, mi ´cedula y mi libreta militar y hasta les mostré mi carnet de la universidad. Ellos revisaron en el sistema a ver si tenía antecedentes delictivos y todo estaba más limpio que ese cielo de verano y tan puro como el agua. Uno de ellos era nariñense, lo reconocí por el acento. Enseguida le dije que era amigo del teniente Ramirez, a quien llamaron por radio teléfono y el ratificó mis palabras, cómo no lo iba a conocer si era hermano de Beto, con quien estudié en el colegio y éramos como de la familia. El teniente dijo que iba camino hacia el lugar de los sucesos, para ver quién era ese pelotudo que sin más ni más me había amenazado.
En efecto, el teniente Ramirez llegó a los veinte minutos al lugar de los hechos y sin pedir explicaciones encendió a punta de pata y puño al estúpido que por poco me mata, hasta le advirtió que no se metiera conmigo so pena de llevar la peor parte porque él estaba para hacer respetar y brindar seguridad a la gente decente. Más tarde me enteré por el mismo teniente Ramirez que a ese tipejo lo habían echado de las fuerzas armadas porque tenía problemas mentales.
Si tiene problemas mentales deberían tenerlo encerrado en el locodromo, me dije a mi mismo y no tenerlo suelto en las calles cuando a las claras se ve que es un psicópata. Si no llega pronto la policía habría muerto tan solo a unas horas de haber llegado a la sucursal del cielo y no estaría contando este cuento.
Después de ese terrible acontecimiento regresé a la nave con Perla, nos fuimos agarrados de la mano por la treinta y nueve hacia arriba. Una cosa si estaba claro después de todo este suceso. Yo le atraía a Perla y ella a mi más de lo que se puede imaginar. Estaba casi seguro que iban a suceder hermosas cosas y los dos estaríamos involucrados en toda esa aventura que ya empezaba a tornarse agradable y misteriosa, por el corto tiempo de habernos conocido y ya nuestros corazones se aceleraban cuando nos veíamos frente a frente. Apenas llegamos a la nave nos despedimos con un fuerte abrazo y un beso y quedamos a encontrarnos al día siguiente. Cuando llegué a mi alcoba estaba que me cagaba del miedo, pero logré disimularlo frente a mi hermano que ya había llegado del trabajo. Me dio un abrazo y hablamos de la familia, de cómo estaban mis padres y hermanas. Eran como las diez de la noche y aun seguíamos hablando de los amigos y de los que habían muerto y de los que vivían al filo de la muerte. Antes de dormirnos me dijo:
Cuídate mucho, acá las cosas son muy diferentes como son en Pasto, por favor no confíes en nadie.
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