La pobreza no tiene causa (todos nacemos desnudos e indefensos, nada traemos a este mundo), pero la riqueza si tiene causas: el trabajo duro, la perseverancia, la paciencia y la visión de futuro, (al menos que la heredamos, y como quiera alguien la trabajó por nosotros).
La igualdad absoluta no es realista, ni convive por mucho tiempo con la libertad. La única forma de que todos seamos iguales (terrenalmente hablando), es en la pobreza, un sistema de igualdad nos llevará a todos a la pobreza, jamás a todos a la riqueza.
La economía global debería aprovechar esta parálisis económica para corregir algunas causas y oriental a las diferentes economías a un desarrollo humano integral, que permita una mejor distribución de la riqueza la cual sea más justa con la clase trabajadora.
También se debería aprovechar el momento para procurar igualdad para todos en la aplicación de justicia, en la impartición de una educación de calidad, en el acceso a los servicios de buena salud, al derecho a un trabajo digno y bien remunerado, a la libertad de progreso sin obstáculos de ninguna índoles.
Incluso se debería crear una organización internacional que ayude a los diferentes países en vía de desarrollo a lograr estos objetivos, y que dicha organización tenga capacidad y calidad judicial de castigar los delitos institucionales que impiden que los recursos se bien inviertan en los diferentes países.
Esto se vería como una utopía, pero quizás uno de los objetivos de esta pandemia sea esa, que después de la pandemia renazca un mundo mejor, más justo para todos, donde la riqueza no se concentre solo en un grupo. Los 2153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un 60% de la población mundial), según revela Oxfam en un informe publicado en enero 2020, a la víspera del Foro Económico Mundial de Davos (Suiza).
Cuando superemos la pandemia sería ideal que haya un antes y un después para la humanidad en todos los ámbitos, donde todo lo negativo quede atrás, y venga una nueva generación de líderes que tengan ideales tan elevados como los que tuvo el rey de reyes, y señor de señores.
Y que lo líderes a nivel mundial estén claro para que: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Mateo 6:19-21).
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