UN BICHO RARO
Hay casos que suceden en nuestra vida y tratamos de olvidar. Este es uno de esos casos.
Cuando cursaba el bachillerato, teníamos por compañera a la mujer más hermosa que he conocido, traía locos a todo el elemento masculino y era odiada por el femenino.
Yo, tenía ilusiones, ella ocupaba el lugar principal. Me trataba con indiferencia y sólo era amable cuando necesitaba algo: que le hiciera sus trabajos, que le facilitara mis apuntes. Me sentía feliz entonces.
Dejó de asistir a la escuela y en el periódico, en la página de sociales, vi su foto matrimonial. Ella hermosísima en su vestido blanco y él feo como un coche por debajo. ¡Imagínense! Es ingeniero agrónomo, y entre la rama ingenieril son los más corrientes.
El tiempo pasó (es lo único que sabe hacer). Me recibí y en una ceremonia cívica conocí al ingeniero, feo y gordo pero muy simpático.
—Conozco a su esposa, fui su amigo en la escuela —le dije.
— ¿Sabes inglés?
— Ni madre — fue mi respuesta.
— Porque ella es de Nueva York y batalla con el español, sobre todo con los verbos irregulares.
Me quedé pensando y le dije:
— Entonces a la que conocí es a su anterior esposa.
— ¡Ella! —exclamó en un tono de disgusto—. No me hables de esa cabrona.
Y tan tan, me dejó con la palabra en la boca y ya no lo he vuelto a ver.
Mi ciudad no es tan grande y somos aficionados al chisme. Supe de ella, está casada en segundas nupcias con un riquísimo industrial, se dedica a ir al gimnasio a modelar su escultural cuerpo, se desplaza en una gran camioneta de lujo con chofer y su ropa la adquiere en el extranjero.
En una fiesta social, encontré a esta bellísima fémina, de inmediato, fui a saludarla. Ella por un breve momento me miró como si fuera un bicho raro y no me peló.
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