Aunque a veces escaseen la levadura y la harina para postres, hay que reconocer que de pan andamos bien, al menos de momento. Y si un pueblo con pan se queja, no hace falta ser Jessica Fletcher, lo que falta es circo. A nuestros artistas no les podemos pedir más, los pobres están trabajando a toda máquina. Se estima que en 2021 en nuestra querida España, tan poco dada a los aburridos términos medios, sobrarán 1280 millones de mascarillas y otras tantas novelas en pasta dura ambientadas todas en el confinamiento. Nuestros políticos también intentan espantar el aburrimiento de su amado pueblo y se pasan el día animando la tele y los periódicos con su boca chancla. Hay que reconocer que no lo hacen mal del todo, que crean sus polémicas, que enfrentan a sus hinchadas y siembran sus discordias. Pero no nos engañemos; en España el arte y la política siempre se han consumido, es verdad, pero solo como guarnición, aquí el plato fuerte, de toda la vida de dios, ha sido el fútbol.
Algunos dicen que si a los españoles nos apartan del fútbol, estamos más perdidos que un vikingo en el Bulli, pero eso es por pura envidia. Dicen que en arte y política nuestras palabras son gruesas, nuestros argumentos pobres y nuestros comportamientos muchas veces bochornosos. Qué sabrán ellos si no sienten los colores. Nos comportamos como hooligan porque es lo que mejor sabemos hacer. Nos importa una mierda que no haya fútbol y que ahora los profesionales estén haciendo bizcochos. Somos campeones del mundo, los dos mejores clubs del planeta son españoles y la mejor liga es la nuestra. Todo esto pasará pronto y nosotros seguiremos siendo nosotros. Y a esa pandilla de cabrones se lo vamos a desmostrar en toda su puta boca.