El otro día le mostré a mi cuñado, el novio de mi hermana, una canción que compuse en el piano ¡Y le encantó! Su devolución fue algo como esto:
"Está muy buena che… Sabías que la podes vender por internet. Hay varias empresas que funcionan como bancos de canciones y te la pueden comprar. Después se las venden a las agencias de publicidad o a los raperos para hacer pistas o cosas por el estilo. Podes llegar a sacarle buena guita”
La verdad es que no tengo ningún interés en adentrarme en la trata de canciones. No era la idea venderla. La idea era escucharla, disfrutarla y compartirla. Igual respeto a los artistas que viven de sus obras, pero no es a lo que yo apunto con lo mío.
Es increíble como el dinero le da estatus a las cosas, es el dinero la única vara con la que todo se mide. Si lo que hiciste no vale un centavo te lo reducen tan sólo a un pasatiempo… Como si eso fuera algo malo… Como si pasar el tiempo haciendo algo que a uno le gusta hacer no fuese valioso en sí mismo. No. Si una actividad no trae como resultado una ganancia monetaria entonces es ociosa y punto. Cuando alguien es bueno en algo le dicen Pro. Tocar el piano como un pro, dibujar como un pro. Hasta jugar como un pro… Ser profesional. Estar a “Nivel profesional.” El máximo estatus que alguien puede llegar a tener en lo que sea que se desempeñe es el de profesional, y la profesión está intrínsecamente ligada al dinero. Es la forma de ganarse la vida, lo cual también es una frase nefasta. Lamentablemente el dinero es necesario. Al menos para el común de nosotros, pero tampoco merece estar en el pedestal como en el que está.
Con mi concuñado me pasó algo parecido. Tuvimos una charla que fue algo así:
- ¿Así que estás criando lombrices che?
- Supongo que sí.
- ¿Qué… Las vendes como carnada?
- No. No la vendo.
- ¿Y para qué las tenes?
- Porque descomponen la composta.
- ¿Y para qué haces composta?
- Yo no la hago, la hacen ellas.
- Bueno… Para qué tenés la compostera.
- Para contemplar el infinito.
- Mira vos che. ¿Y cómo es eso?
- ¿No viste el Rey León?
- Si. La vi.
- ¿No entendiste lo del ciclo sin fin?
- Que se yo. La vi cuando era chico.
- ¿Y qué edad tenés?
- 30.
- Yo te daba más.
- ¿Cuánto me dabas?
- Mi edad.
- ¿Pero vos no tenés 30 también?
- No. Yo tengo 14.000 Millones de años, como todo el mundo.
- Jajaja mira vos che... 14.000 millones de años…
- Si. Vos no sabes qué no se puede crear ni destruir la materia, que nada se pierde, que todo se transforma. 14.000 millones de años es la edad de universo, y esa es nuestra edad. Somos todos parte de un mismo todo. De los huesos que se transforman en humus nace el maíz que alimentó a los chanchos que almorzaste y que le dieron fuerza a las gametas que se encontraron con las de tu futura ex esposa para formar a ese pequeño tú que se está gestando en su vientre. Por eso tengo las lombrices. Son una ventana al infinito. Allí empieza y termina todo, del polvo venimos y al polvo vamos, y yo lo observo como un Dios que ve pasar la vida, la muerte y la resurrección. Y eso no tiene precio.
El tipo siguió con actitud sobradora tirando comentarios irónicos y buscando aprobación en el resto de los comensales que compartían la mesa ese domingo familiar. Me dio una lástima bárbara el pobre. La risa de los insensibles me da tanta tristeza. Hay gente que tiene ojos pero es más ciega que muchos que no los tienen. Tienen orejas con las que oyen, peor no pueden escuchar. Pasan por la vida de una manera casi mecánica, este tipo es un claro ejemplo de eso. Nunca entendió lo que le traté de decir.
Con la huerta lo mismo. Cada vez que cosecho algo todo el mundo me dice que lo venda. Sin ver que lo que realmente tiene valor en los frutos de la huerta es precisamente
que no tienen precio.
Con mi cumpita pasó lo mismo. Dibuja hermoso, y cada vez que pinta un cuadro le dicen que lo venda. La tía, la madre, el padre, la suegra. Todo el mundo le quiere hacer plata las obras.
Yo ya no sé la verdad. Ya me da bronca. Lo peor es que la gente que te lo dice cree que te está incentivando a hacer algo bueno. Sigamos así. Comprando y vendiendo todo lo que esté al alcance. Viviendo a través del dinero, haciendo cuentas, poniéndole precio al tiempo.
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