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Esto de la pintura, si se va dejando, nace el arte abstracto. Que no es otra cosa- seguía el profesor- que el efecto de la falta de la perseverancia. Puede gustar, como gusta un estofado de lentejas si se lleva hambre. Hambre estética en este caso, porque no me digan que los garabatos del Guernika son arte.
Y así proseguía durante casi toda la clase. Cuando terminaba la perorata ya no quedaba tiempo de pintar. Por ello salimos de aquella Facultad unos ilustrados que entendían mucho de arte, pero que no sabían practicarlo, y, como consecuencia, convertidos en unos abstractos. Conscientes, eso sí, de sus razones.
Y así fue cómo el reflejo de la realidad dio paso a la innovación como razón primera del arte. Valía todo con tal de no haberse hecho antes. Por lo que, consiguientemente, el mérito era más imaginativo que "artístico". No crean, también pasó con la literatura cuando llegaron los "ismos", allá por los primeros años del siglo veinte.
El tema del placer estético cada vez fue más, cosa de entendidos. Hasta tal punto que lo en otro momento se convirtió en liberador se transformó en otro instrumento "adocenante". Paradojas de la vida. Otra más. Naciendo así el inaccesible mundo del arte. El eterno retorno: la vuelta al medioevo.
Claro que todo tiene su fin; hasta el de estas perversiones históricas. Llegó aquel largo invierno del diecinueve. Con el Covid del mismo nombre. Rescatándose arte puro como el de aquel "resistiré" del Dúo dinámico. Lo dicho, no hay mal que cien años dure. |
Texto agregado el 19-04-2020, y leído por 66
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