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Inicio / Cuenteros Locales / Humus-Juan / Testimonio sobre el 9 de abril de 1948 en Bogotá, por Fidel Castro.

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PRIMERA PARTE. “AÑOS DE TENSIÓN.”

Yo quiero empezar por decirte que han transcurrido treinta y tres años desde aquellos acontecimientos. Creo que recuerdo todo bastante bien, con muchos detalles, pero no obstante hay que tener en cuenta el efecto del tiempo. Estos hechos ocurren en el año de mil novecientos y cuarenta y ocho. La expedición a Santo Domingo ocurre en mil novecientos cuarenta y siete.

Quiero darte algunos antecedentes. Yo estaba en la universidad, estaba por terminar el tercer año de la carrera de Derecho. Por aquellos días de fines de curso en el año de mil novecientos cuarenta y siete, se produce la posibilidad de organizar la expedición a Santo Domingo, por parte de los revolucionarios dominicanos que llevaban muchos años luchando por esta causa. En ese momento recibieron cierta ayuda oficial en Cuba para organizar su expedición. No quiero hablarte de aquella expedición, de los errores que cometieron sus organizadores puesto que es otro tema, pero el hecho en sí es que yo era presidente de la Escuela de Derecho, era alumno oficial en la Universidad. Allí para ser dirigente había que ser matriculado oficial. Los alumnos por la libre, como llamaban a una categoría de estudiantes que podían llevar asignaturas de distintos cursos, no tenían derecho a votar. Pero yo en ese año del mil novecientos cuarenta y siete, estaba terminando mi tercer año de carrera y me faltaban algunos exámenes. Yo era presidente de la Escuela de Derecho. Había un litigio puesto que los que controlaban la mayoría de la Universidad, asociados al gobierno de Grau, tenían interés en el control. En la Escuela mía que era la de Derecho, la mayoría de los delegados habían distituído al presidente, que estaba muy asociado al gobierno, y me habían elegido a mí. Las autoridades universitarias controladas por el gobierno no querían reconocer ese hecho. De manera que yo era el vicepresidente de la Escuela y además fui elegido en ese momento presidente de la Escuela. Pero yo era también en ese tiempo, presidente del Comité Pro-democracia Dominicana en la Universidad de la Habana. Y cuando se organiza la expedición a Santo Domingo, más o menos ya a finales de curso, alrededor de julio, yo consideré que mi deber primero, aunque no estaba entre los organizadores de la expedición, pero tenía muchas relaciones con los dirigentes dominicanos, sobre todo con Rodríguez, que en aquella época era el principal, y otros muchos dirigentes que habían estado en el exilio, era enrolarme como soldado en la expedición y así lo hice.

Sin embargo como el gobierno y figuras del gobierno participaban en la organización y yo estaba en la oposición del gobierno, no tenía nada que ver con la organización de la expedición. Ellos tenían recursos de los dominicanos y recursos del gobierno. La expedición reunió unos mil doscientos hombres. Todo aquello estuvo muy mal organizado puesto que había gente buena, muchos dominicanos buenos, había cubanos que sentían la causa dominicana, pero con un reclutamiento que se hizo apresuradamente incorporaron también antisociales, lumpen, de todo. Yo me enrolé en esa expedición como soldado. Estuvimos varios meses en Cayo Confite donde estaba entrenándose la expedición.

A mí me habían hecho teniente de un pelotón. Al final tienen lugar acontecimientos en Cuba, se producen contradicciones entre el gobierno civil y el ejército y éste decide suspender aquella expedición. Así las cosas, alguna gente deserta, frente a una situación de peligro a mí me hacen Jefe de una de las compañías de un batallón de los expedicionarios. Entonces salimos, tratábamos de llegar a Santo Domingo. Al final nos interceptan, cuando faltaban unas veinticuatro horas para llegar a aquella zona y arrestan a todo el mundo. A mí no me arrestan porque yo me fui por mar, no me dejé arrestar más que nada por una cuestión de honor, me daba vergüenza que aquella expedición terminara arrestada. Entonces en la bahía de Nipe me tiré al agua y nadé hasta las costas de Saitía y me fui. Pero mientras estuvimos entrenándonos para la expedición había transcurrido el mes de agosto, septiembre, octubre y yo perdí mi época de exámenes.

Entonces me vi en una situación en que tenía que renunciar a mis derechos políticos oficiales en la Universidad o matricularme otra vez en el tercer año, si quería seguir siendo dirigente oficial. Yo detestaba el tipo de estudiante que no sacaba las asignaturas y no aprobaba los cursos y se quedaban retrasado, relegado, como eterno líder estudiantil. Siendo consecuente con esas convicciones, no me matriculé oficialmente y me quedé como estudiante libre, para sacar las asignaturas que me quedaban de tercer año y las de cuarto año. De manera que en este momento yo era estudiante por la libre y no tenía derechos políticos, pero tenía una gran ascendencia entre los estudiantes universitarios, por la política de oposición al régimen de Grau. En cierto momento yo me había convertido, sin proponérmelo, en el centro de aquella lucha contra el gobierno de Grau. Eso tenía lugar en el año de mil novecientos cuarenta y ocho.

Ya por aquella época yo también había participado y me había convertido, pues tenía muchas relaciones con Albizu Campos y su familia y otros dirigentes puertorriqueños, en un activista pro-independencia de Puerto Rico. De manera que yo era presidente del comité Pro-democracia dominicana había participado en la expedición, aunque esta no llega a realizarse, también tenía una activa participación en la lucha por la independencia de Puerto Rico, aparte de las actividades políticas internas en el país, que se encaminaban fundamentalmente a la crítica y a la protesta contra el gobierno corrompido que existía en ese momento.

Ya que por aquella época nosotros sentíamos otras causas latinoamericanas como la cuestión de la devolución del Canal de Panamá a Panamá. Era una época de efervescencia estudiantil en Panamá, una época de efervescencia también en Venezuela, porque se había producido el derrocamiento de la tiranía y se acababa de elegir a Rómulo Gallegos como presidente de Venezuela. Por aquella época existían ya las contradicciones fuertes entre Perón y Estados Unidos. Nosotros estamos pues en este movimiento que se circunscribe a los siguientes puntos: La democracia en Santo Domingo, la lucha contra Trujillo; la independencia de Puerto Rico; la devolución del Canal de Panamá; la desaparición de las colonias que subsistían en América Latina. Eran los cuatro puntos fundamentales y esto nos llevó a establecer ciertos contactos, digamos tácticos, con los peronistas, que también estaban interesados en su lucha contra Estados Unidos y su lucha por algunas de estas cuestiones, por que ellos también estaban reclamando las islas Malvinas, que eran una colonia inglesa. Por aquella época los peronistas realizaban actividades, enviaban delegaciones a distintos países, se reunían con estudiantes, distribuían su material: de esa coincidencia entre los peronistas y nosotros surgió un acercamiento táctico con ellos. Por esos días, yo concibo la idea, frente a la reunión de la OEA en el año mil novecientos cuarenta y ocho, reunión promovida por Estados Unidos, para consolidar su sistema de dominio aquí en América Latina, de que simultáneamente con la reunión de la OEA y en el mismo lugar, tuviéramos una reunión de estudiantes latinoamericanos, detrás de estos principios antiimperialistas y defendiendo los puntos que ya he planteado; la lucha contra las tiranías en América Latina, no solo en Santo Domingo sino también en otros países comprendidos en la lucha por la democracia en América Latina. La idea de la organización del congreso fue mía y de esta forma yo empiezo a hacer contactos con los estudiantes panameños, que por aquel tiempo tenían una posición muy activa en la lucha por la devolución del Canal, también con los venezolanos; yo conocía la posición y los intereses de los distintos países. Así concibo el viaje de esta forma: primero visitar Venezuela, donde se acababa de producir una revolución y había una actitud de los estudiantes muy revolucionaria; después visitar a Panamá y después visitar a Colombia. Les iba a plantear la idea de estas universidades, a pedirles la colaboración. A su vez, los argentinos se comprometían también a movilizar a los estudiantes de su país y digamos que se produce una cooperación en ese sentido con los argentinos, con los peronistas. Desde luego, los recursos para todo eso los movilizamos nosotros mismos. Teníamos muy poco dinero; para los pasajes exclusivamente.

Por aquellos días habíamos hecho contactos en Cuba con una delegación de la juventud peronista. Ellos coordinaron con nosotros que iban a trabajar en ciertas áreas y nosotros en otras para que la fuerza de izquierda de América Latina organizara este Congreso de Estudiantes Latinoamericanos.

Yo me arrogaba la representación de los estudiantes cubanos, aunque tenía conflictos con la dirección oficial de la FEU, donde una parte tenía relaciones con el gobierno. Es decir, yo no llevaba la representación de una gran mayoría de estudiantes, que me seguían considerando a mí como dirigente, a pesar de que yo no me había matriculado oficialmente y no podía ser cuadro oficial de la FEU.

Así salí para Venezuela. Las líneas aéreas en aquella época eran un tren lechero y recuerdo que lo primero que se me ocurre es que el avión aterriza nada menos que en Santo Domingo. Yo cometí la imprudencia de bajarme del avión, incluso tuve la impresión de que unos tipos me habían reconocido, porque me puse a conversar con algunas personas en el aeropuerto de Santo Domingo. Con tan buena suerte que fue poco rato, luego me monté otra vez en el avión y no pasa nada. En Venezuela había una gran efervescencia.

Allí estuve en el periódico oficial, el del partido de gobierno. Allí hice contactos con los estudiantes venezolanos, les planteé la idea de este congreso y estuvieron de acuerdo.

Sí, yo me reuní con los estudiantes de la Universidad que en ese momento eran de acción democrática. Nuestros propósitos al hablar con los estudiantes, eran pedirles apoyo para la organización del congreso, invitarlos a participar en el congreso, explicarles todas las ideas y esto fue exitoso; los estudiantes venezolanos estuvieron de acuerdo y decidieron mandar una delegación al congreso. En aquella ocasión ya había sido electo Rómulo Gallegos presidente y nosotros pedimos una entrevista para explicarle nuestras ideas. Fuimos a la Guaira donde estaba Rómulo Gallegos y así hicimos este contacto, también para pedir apoyo para el congreso.

Después volamos a Panamá, ya con el apoyo de los estudiantes venezolanos revolucionarios, que eran prácticamente toda la Universidad.

En Panamá nos reunimos con los dirigentes estudiantiles. En días recientes se había producido una de las tantas balaceras por las protestas contra la ocupación yanki del Canal y había un estudiante panameño que había sido herido quedando inválido. Era como un símbolo para todos los estudiantes. Yo hice contactos y lo visité.

Los estudiantes panameños estaban muy enardecidos y estuvieron muy de acuerdo con la idea del congreso, la apoyaron y decidieron enviar una delegación a Bogotá. Ya teníamos dos países importantes.

De Panamá volamos a Bogotá, por cierto nuestros recursos eran ya muy escasos, no teníamos sino para alojarnos en el hotel, y ni siquiera sabíamos qué ibamos a hacer después. Así nos hospedamos en un pequeño hotel, como de dos o tres pisos, bastante acogedor. En aquel tiempo la vida era muy barata y si uno llevaba dolares al país, nosotros llevábamos unos pocos, el cambio era muy favorable y el alojamiento del hotel y la comida salían costando poco.

Una vez que nos alojamos en el hotel, inmediatamente establecimos contacto con los estudiantes de la Universidad. La inmensa mayoría de estudiantes eran de izquierda y liberales y al mismo tiempo había un gran prestigio y una gran influencia de Gaitan en la Universidad.

En este momento ya yo había entrado en contacto con la literatura marxista, ya había estudiado Economía Política, por ejemplo, y tenía conocimiento de las teorías políticas. Me sentía atraído por las ideas fundamentales del marxismo, yo fui adquiriendo una conciencia socialista a lo largo de l mi carrera universitaria, a medida que fui entrando en contacto con la literatura marxista. En aquel tiempo había unos pocos estudiantes comunistas en la Universidad de la Habana y yo tenía relaciones amistosas con ellos, pero oyo no era de la juventud comunista, yo no era militante del partido comunista. Mis actividades no tenían absolutamente nada que ver con el partido comunista de aquella época.

Podríamos decir que yo tenía en ese momento una conciencia antiimperialista. Había tenido ya los primeros contactos con la literatura marxista y me sentía inclinado a las ideas marxistas, pero no tenía ninguna filiación, ninguna vinculación con el partido comunista, ninguna vinculación con la juventud comunista, salvo relaciones de amistad con distintos jóvenes comunistas, muy trabajadores, muy estoicos, con los cuales yo simpatizaba y a los que admiraba. Pero ni el parido comunista de Cuba, ni la juventud comunista tuvieron absolutamente nada que ver con la organización de este congreso de Bogotá. Puede decirse que yo realmente en esa época estaba adquiriendo una conciencia revolucionaria, tenía iniciativas, era activo, luchaba, pero digamos que era un luchador independiente.

Rómulo Gallegos era una figura muy prestigiosa en estos países. Figura política y figura literaria. La revolución de Venezuela había producido un gran impacto en Cuba y había despertado muchas simpatías. Además la mayor parte de los estudiantes eran del partido de Gallegos. De modo que el interés por saludarlo a él, estaba relacionado con el hecho de que era el dirigente de un país que había hecho una revolución democrática, una figura de prestigio internacional y nosotros estábamos recogiendo el apoyo de los estudiantes venezolanos para este congreso que íbamos a hacer. Pero ya habíamos logrado el apoyo, de manera que esto fue también una cuestión de cortesía, de conocerlo y de informarle.

Esto del congreso fue algo organizado en muy breve tiempo y sobre la marcha.

Creo que debo haber llegado unos cinco o seis días antes. Tal vez si por ahí hay un pasaporte mío… Tendría que buscar en papeles y archivos, para poder precisar la fecha exacta. No sé siquiera si existe mi pasaporte de aquella época. Pero fue unos cinco o seis días, máximo siete días, antes del 9 de Abril cuando yo llegué a Bogotá.

Nosotros siempre lo que hacíamos era dirigirnos a los estudiantes universitarios. Así obtuvimos información de que la izquierda y el partido liberal eran mayoría en la Universidad.

Nosotros inmediatamente buscamos a los dirigentes universitarios, nos reunimos con ellos y les planteamos la idea del congreso y ellos estuvieron de pleno acuerdo. Es decir, tanto los estudiantes venezolanos, como los estudiantes panameños, como los estudiantes colombianos estuvieron de acuerdo con la idea del congreso, la recibieron con mucho entusiasmo. Todos a su vez habían hecho contacto con otras organizaciones estudiantiles de Latinoamérica, nosotros habíamos hecho algunos contactos, los argentinos habían hecho otros y entonces ya se había logrado, no te voy a decir que la representación total de los estudiantes, pues no se había hecho un congreso latinoamericano nunca antes, peor sí un grupo bastante representativo. Nosotros teníamos la idea de que los estudiantes debía estar organizados y participar activamente en la lucha por las banderas que ya te mencioné y contra el imperialismo. Creíamos que debía existir una organización de estudiantes latinoamericanos. Yo di todos estos pasos y de hecho estaba organizando el congreso.

No puedo recordar en detalle pero ahí estaban representantes, a pesar del breve tiempo con que se originó el congreso, de las distintas fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina.

Ocurre una situación: yo estaba de organizador del congreso y en todas partes aceptaron el papel que desempeñaba, pero entonces los dirigentes oficiales de la FEU de Cuba, cuando ven que el congreso es una realidad, quieren participar oficialmente y mandan entonces una representación en la cual incluyeron al que era secretario de la organización, Alfredo Guevara y al presidente de la FEU. Cuando llega esta representación oficial de la FEU, en una de las primeras reuniones se plantea la cuestión de la representatividad; si yo podía representar a los estudiantes universitarios de Cuba o no. En una plenaria se discute eso, yo hablé con bastante vehemencia, expliqué todo lo que había hecho, cómo lo había hecho y por qué. Debo decir que prácticamente de una manera unanime, los estudiantes me apoyaron, cuando hice la exposición un poco apasionadamente, como era de esperarse en esa época y en esa edad. De hecho yo estqaba presidiendo aquella reunión. Yo dije que no tenía interés, que no estaba persiguiendo honores personales de ninguna clase, que lo que me interesaba era la lucha y el objetivo de esa lucha. Que lo que me interesaba era el congreso y que yo estaba dispuesto a renunciar a todo cargo y a cualquier honor y que mi interés era que se llevara a cabo la lucha y el congreso. Los estudiantes aplaudieron mucho cuando yo hablé y apoyaron la idea de que yo continuara en el papel de organizador del evento.

No te voy a decir todos los detalles de donde desayuné esos días, porque lógicamente no puedo recordar todo lo que hice en la ciudad de Bogotá. Pero sí podía decirte cómo me impresionó Bogotá. Me llamó la atención, era la primera vez en mi vida que estaba en Bogotá y en Colombia, que la ciudad se caracterizaba por una cosa nada familiar para nosotros: las calles se dividían en calles y carreras; lo primero era entender aquello de que las carreras iban en una dirección y las calles iban en otra. Me llamaba la atención también, especialmente en esa carrera séptima, que quedaba cerca del hotel, la gran cantidad de personas en la calle, durante todo el día, sin que yo pudiera explicarme no entonces ni ahora siquiera, por qué había una multitud de personas en la calle, con sus sobretodos, tal vez en aquella época hacía más frío que ahora, la ciudad no había crecido tanto, no era una ciudad moderna, era una ciudad bastante antigua.

Había muchos cafés, parece que era un hábito, una tradición colombiana el llegar a los cafés a tomar café, o cerveza o refresco y todo el mundo con sus sobretodos. Lo más curioso para nosotros era ver siempre en la calle una gran multitud de personas, me imagino que habría un desempleo muy grande, pero aún no alcanzo a comprender por qué a todas horas habían tantas personas en las calles de Bogotá, sobre todo en la carrera séptima. Mucha gente moviéndose.

Por supuesto celebrándose la reunión de la OEA, la ciudad se había preparado para eso, se había instrumentado una organización policíaca para atender la Conferencia. Le habían dado uniformes nuevos y flamantes a los policías que atendían la Conferencia. Se hicieron rápidamente nuestros contactos, las primeras reuniones para la organización del congreso, que debía concluir con un acto en un estadio donde se organizaban los grandes actos, un estadio o una plaza, no recuerdo exactamente bien.

Los estudiantes inmediatamente nos hablaron de Gaitán. Gaitán era en aquel momento la figura política de más prestigio, de más apoyo popular, se le consideraba sin duda de ninguna clase el hombre que iba a obtener el triunfo en las próximas elecciones de Colombia. Los estudiantes apoyaban a Gaitán en su inmensa mayoría. No tuvimos contacto con el partido comunista colombiano, aunque entre la gente con que nos reunimos en la universidad había liberales y había comunistas y en la organización del congreso estaban participando los liberales y las fuerzas de la izquierda, que acogieron con entusiasmo la idea. Los estudiantes liberales me pusieron en contacto con Gaitán y me llevaron a visitarlo.

Debe haber sido el siete y te voy a decir por qué. Nosotros fuimos a explicarle a Gaitán todas las ideas que teníamos y a pedirle apoyo. A Gaitán le entusiasmó la idea del congreso y nos ofreció su apoyo. Conversó con nosotros, se habló y él estuvo de acuerdo con la idea de clausurar el congreso con un gran acto de masas. Él nos prometió que él clausuraría el congreso. Nosotros naturalmente nos sentíamos muy satisfechos, muy optimistas con el apoyo de Gaitán porque eso garantizaba el éxito del congreso, además con movilización de masas y con su presencia en la clausura. Nos citó para dos días después como a las dos o dos y cuarto de la tarde, en su oficina, que creo que era en la carrera séptima; se subía por una escalera como de madera y se llegaba a su despacho. Nosotros estábamos citados con él de nuevo en la tarde del día 9. En esa ocasión él nos obsequió distintos materiales políticos, nos explicó la situación de Colombia y por cierto nos entregó un folleto con su famoso discurso conocido como la Oración por la Paz que fue una pieza oratoria magnífica.

Había gran efervescencia en aquellos días en Colombia, porque todos los días se cometían veinte o treinta asesinatos. En los cintillos de los periódicos todos los días aparecían noticias de que en tal lugar habían sido asesinados treinta campesinos, en tal otro veinticinco campesinos.

Prácticamente en los días en que estuvimos allí, todos los días aparecían las noticias en los periódicos de asesinatos políticos. Nos explicaron el papel de Gaitán, su lucha por encontrar una solución a esa situación de violencia, la Marcha del Silencio que había organizado con cientos de miles de personas, que había sido una ocasión, en que decenas o cientos de miles de personas habían marchado en absoluto silencio, al final él había pronunciado la Oración por la Paz. Inmediatamente yo me puse a leer todos esos materiales y a empaparme de la situación en su conjunto de Colombia.

También por aquellos días había un juicio muy famoso que era el del teniente Cortés. Creo que había ocurrido un incidente entre un militar y un periodista que originó la muerte de éste. En aquellos días concluía en juicio y a nosotros los estudiantes nos habían informado de Gaitán, su figura política, su pensamiento y además su condición de un abogado excepcional, extraordinario. Incluso nos invitaron y nosotros asistimos, creo que fue a la última sesión de la audiencia en que Gaitán estaba haciendo la defensa del teniente Cortés. Por aquellos días se transmitía por radio los debates del juicio y prácticamente todo el país, hasta en los cuarteles, se escuchaba la defensa de Gaitán, que por cierto en aquel momento dicho juicio se había convertido en una cuestión política importante. Yo recuerdo que como estudiante de Derecho lo escuché con especial interés y recuerdo algunas partes donde él hablaba de la bala, la trayectoria de la bala y mencionaba algunos tratados de anatomía, incluso algunos tratados franceses que eran famosos en las escuelas de Medicina; yo como estudiante de Derecho me interesé mucho por el caso y por la exposición y el alegato que él estaba haciendo, realmente brillante. De modo que por aquellos días en Colombia además de la situación de violencia y de sangre estaba teniendo lugar un juicio que adquiría gran magnitud política. Yo diría que en el ejército se escuchaban con simpatías los alegatos de Gaitán, en las estaciones de policía, en los cuarteles y que tanto la opinión pública, como la opinión de los militares era favorable al teniente Cortés. Es decir, coincidían en ese momento todos esos criterios con las posiciones de sostenía Gaitán.

Yo tenía una impresión realmente muy buena de Gaitán. La tuve en primer lugar, porque en eso influyeron las opiniones absolutamente mayoritarias y la admiración de los estudiantes que se habían reunido con él; un hombre con su tipo indio, su faz, muy inteligente. La tuve de sus discursos, especialmente de la Oración por la Paz, que era realmente el discurso de un orador virtuoso, preciosista del idioma y además elocuente. La tuve como abogado también por lo brillante que era. Es decir, brillante político, brillante orador, brillando abogado, todas esas cosas me causaron una impresión muy grande y al mismo tiempo nos agradó mucho su apoyo, el interés con que él había tomado nuestras ideas sobre el congreso de los estudiantes y la facilidad, la disposición y la generosidad con que nos apoyó. Nos prometió ayudarnos y cerrar con un grande acto de masas el encuentro, lo que demuestra que incuestionablemente estaba de acuerdo con los puntos de vista que defendíamos nosotros y que estaba en oposición a toda aquella comedia que se organizaba con la reunión de la OEA. Todos esos factores hicieron que nosotros experimentáramos una gran simpatía por él. Veíamos claramente además que la inmensa mayoría del pueblo lo apoyaba.

Ocurrió un incidente en los días en que nosotros estuvimos en Bogotá, ocupados en las reuniones con los estudiantes, los pasos organizativos del congreso y el encuentro con Gaitán, es el siguiente: Se dio una función de gala en un teatro por allá. No recuerdo el nombre, un teatro muy clásico y muy bonito, creo que en la función de gala tenía que ver con las delegaciones de los gobiernos que participaban en la Conferencia de la OEA. Entonces, jóvenes al fin, un poco inmaduros, nosotros que habíamos impreso unas proclamas, no sé si quedaría por ahí alguna de esas proclamas en algún lugar, unas proclamas en donde planteábamos todas las consignas del congreso: estaba la lucha por la democracia en Santo Domingo, la lucha por la independencia de Puerto Rico, el Canal de Panamá, la desaparición de las colonias en América Latina, la devolución de las Malvinas a Argentina y la lucha por la democracia.

Nosotros llevamos los panfletos al teatro, en la función de gala y los soltamos en la función. Quizás técnicamente habíamos cometido una infracción, no lo sé, pero no lo hicimos con intención de violar las leyes ni mucho menos, sino de hacerle propaganda a nuestro congreso. Después caíamos presos. Parece que al poco tiempo de estar nosotros allí, la policía secreta conoció que habían unos estudiantes organizando un congreso, conoció algo de nuestras actividades además de nuestra distribución de panfletos en el teatro, cosa que a nosotros nos parecía lo más natural del mundo y que solíamos hacer en Cuba, y como consecuencia de eso llega la policía, no me acuerdo exactamente dónde y cómo fue que me arrestaron, pero creo que estábamos en el hotel. Yo no estoy seguro de que haya sido en el teatro donde nos arrestaron, creo que fue en el hotel. Tal vez tú tengas razón. El hecho es que por nosotros llegaron y nos arrestaron y nos llevaron a unas oficinas tenebrosas que habían por ahí. En una callejuela, un lugar de pasillos oscuros, allí nos llevaron con los panfletos. Pero yo creo que nos arrestaron en el hotel, o al menos estoy seguro de que registraron nuestra habitación en el hotel. Quizás las actas puedan hablar con más veracidad y más exactitud. Sé que nos llevaron por unas callejuelas, a unos edificios sórdidos que había por allí.

A mí y a otro cubano que andaba conmigo, éramos dos, y tal vez algún estudiante colombiano. No recuerdo bien. Nos llevaron por aquellos edificios y pasillos y nos sentaron, nos hicieron un interrogatorio. A decir verdad, quizás por el idealismo de uno, en el ardor de la juventud, nosotros les explicamos a las autoridades de allí quienes eramos, qué estábamos haciendo, lo del congreso, lo de Puerto Rico, lo del Canal de Panamá, lo que estaba en el panfleto y las ideas con que nosotros estábamos organizando el congreso. A decir verdad, parece que tuvimos un poco de suerte en la conversación con las autoridades del detectivismo allí, la cuestión es que incluso yo saqué la impresión de que a algún responsable le gustó lo que nosotros estábamos planteando. Habíamos sido persuasivos con ellos. Tal vez se dieron cuenta de que nosotros no éramos una gente peligrosa ni mucho menos, ni nos estábamos inmiscuyendo en los problemas internos del país. Tal vez porque les gustaron algunas de las cosas que estábamos planteando, ignoro las razones, pero el hecho es que después de aquel interrogatorio, nos ficharon y nos pusieron en libertad. Quizás nosotros estábamos corriendo un peligro mayor de lo que imaginábamos, pero en ese momento no estábamos conscientes. Simplemente, después del interrogatorio y todo eso, nos fuimos para el hotel otra vez y continuamos muy tranquilos nuestras actividades.

Lo más probable es que nos estuvieron siguiendo, pero de todas maneras nosotros no estábamos haciendo nada ilegal. Lo único que hacíamos era organizar un congreso de estudiantes y teníamos además contacto con una de las figuras políticas más importantes del país. Ellos a lo mejor subestimaron esas actividades. En realidad, objetivamente, fuera de la cuestión ideológica, fuera de los objetivos que perseguíamos nosotros no constituíamos ningún tipo de peligro en absoluto para el Estado, ni para el gobierno colombiano. Lo que nosotros estábamos haciendo no tenía nada que ver con los problemas internos de Colombia, era una idea latinoamericana la que estábamos defendiendo. Esa es la realidad. Excepto que se tomara como una cosa agravante el hecho de que nos reuniéramos con estudiantes, que nos reuniéramos con Gaitán. Si quitamos el hecho de que nosotros habíamos repartido unos panfletos, que no se toma como actividad ilícita en ninguna parte del mundo, excepto en el gobierno represivo, simplemente nosotros habíamos, con bastante candidez y si ningún espíritu provocador, repartido nuestras proclamas en el teatro. Eso es todo lo más que pudiera considerarse una infracción pero no infracción contra el Estado colombiano, sino contra Estados Unidos, en dos palabras, los nuestro era contra Estados Unidos.

Nosotros seguimos nuestras actividades aunque nos estuvieran siguiendo. Yo me imagino que una de las tareas del detectivismo, creo que se llamaba así, oficina del detectivismo, es dedicarse a seguir a la gente. Nosotros no nos dimos cuenta que nos estaban siguiendo porque no estábamos en ninguna actividad actividad subversiva en relación a Colombia, sino en nuestro congreso estudiantil, esa es la realidad absoluta, no tengo por qué atribuirme méritos de ninguna clase que no tenga, no tengo por qué pintarme como un tipo subversivo, ni tampoco como un tipo importante; tenía mis ideas, tenía mis propósitos y estaba con la idea del congreso y de la organización de los estudiantes latinoamericanos. Nada absolutamente contra Colombia, independientemente de que nos horrorizaban todas esas masacres que veíamos por los periódicos y que simpatizábamos con Gaitán. Eso es lo que más recuerdo de esos días previos al 9 de Abril.

Mira nosotros, tuvimos en los pasas previos varias actividades: reunión con los estudiantes de la Universidad, reunión con los primeros delegados de distintas partes cuando se planteó la cuestión de la representatividad, reunión con los obreros. Los colombianos eran los que hacían esos contactos y organizaban esas reuniones, pero todo relacionado con el congreso de los estudiantes. No había nada de otro tipo. Lo que pasa es que después con los acontecimientos tan sensacionales que se produjeron, es posible que algunos de los detalles se nos olviden.

Yo no estoy ahora en los detalles, pero yo creo que se hizo este manifiesto que llevamos al teatro. Posiblemente se había proyectado hacer algunos documentos más, pero todos relacionados con estos temas. No te podría decir qué hicimos el ocho pero estábamos en la organización del congreso. Estábamos esperando una reunión con Gaitán a las dos de la tarde o a las dos y cuarto de la tarde del día 9.

Nosotros teníamos con Gaitán a las dos de la tarde o a las dos y cuarto de la tarde una reunión. Nos habíamos citado para continuar conversando sobre el congreso y concretar lo relacionado con el acto que se iba a hacer al final del mismo, en el cual él iba a participar.

Ese día almorzamos en el hotel y estábamos haciendo tiempo para llegar a la hora de la cita con Gaitán. Estamos en el hotel. A mí me parece que el hotel no era donde tú lo señalas en el mapa, porque nosotros salíamos del hotel, bajábamos dos o tres cuadras, llegábamos a la carrera séptima y después tomábamos hacia la izquierda para ir a la oficina de Gaitán o ir a la plaza frente al edificio donde se estaba celebrando la Conferencia de la OEA. En este momento, cuando salimos a la calle, a los pocos minutos comenzó a aparecer gente corriendo frenéticamente en distintas direcciones. Gente como enloquecida, corriendo en una dirección, en otra, o en otra. Yo te puedo asegurar que lo del 9 de Abril no lo organizó nadie, pienso plantearte este punto de vista porque porque lo presencio casi desde los primeros momentos, te puedo asegurar que lo del 9 de Abril fue una explosión espontánea completa, que ni la organizó nadie, ni lo podía organizar nadie. Unicamente los que organizaron el asesinato de Gaitán podían imaginarse lo que podía ocurrir. Tal vez los que organizaron el asesinato lo hicieron para eliminar un adversario político. Tal vez podían imaginarse la explosión, tal vez ni siquiera se la imaginaron. Pero es que a partir del hecho del asesinato de Gaitán se produce una fabulosa explosión de forma totalmente espontánea. Nadie puede atribuirse haber organizado lo del 9 de Abril, porque precisamente lo del 9 de Abril lo que careció fue de organización. Esa es la clave, careció absolutamente de organización.

SEGUNDA PARTE. “9 DE ABRIL 1:05PM.”

La situación nuestra era difícil porque había como diez o doce desarmados y dos nada más con armas. Decidimos ir a apoyar a los estudiantes que están en la Radiodifusora Nacional. La multitud había seguido una dirección, en otra, y en otra, cuando escuchamos el carro que dice que están atacando la Radiodifusora Nacional y nosotros nos proponemos ir a la Radiodifusora Nacional, que a decir verdad no sabíamos exactamente dónde estaba, íbamos a ayudar a los estudiantes. Agarramos la carrera séptima y vamos hacia el norte, como quien se dirige a la ermita de Monserrate. Yo no te puedo decir cuánto tiempo había pasado desde que yo me sumé a la multitud, entré a la División de policía, cuando salimos, cuando ayudé a unos soldados que estaban poniendo orden, cuando la balacera del convento, el hecho es que nosotros decidimos ir a ayudar a los estudiantes y vamos. Ya en la carrera séptima, prácticamente hay una multitud atacando todo, atacaban los edificios, atacaban los comercios, empezaban ya a saquear también aquellos establecimientos. Nosotros vamos por esa calle. Hay gente que ha tomado, llegaban con una botella de un ron medio colorado que tienen ustedes los colombianos y decían “beba carajo de ahí”. Imagínese, yo iba con mi fusil y el otro con su fusil y como quince desarmados por toda la carrera esa. Había una situación muy confusa, nadie sabía lo que estaba pasando. Mucho policías se habían sublevado, incluso se decía que unidades militares se habían sublevado. En ese momento no se sabía cuál era la posición del ejército, no se sabía. Gaitán tenía simpatía entre los militares, eso no se podía discutir, pero la confusión era muy grande. Nosotros vamos avanzando por la carrera séptima, no sé cuántas cuadras hemos avanzado no sé si siete, ocho, diez o doce, tendría que ir por allá y recorrer todo aquello para averiguar.

En ese momento había muchos lugares ardiendo, oficinas ardiendo. La multitud, cuando nosotros vamos por la carrera séptima, había atacado todos los establecimientos. En esas circunstancias estamos llegando a un lugar que más tarde me dí cuenta era el Ministerio de Guerra. Llegamos, yo recuerdo que yendo hacia el norte, era un lugar en que había un parque a la derecha y otro hacia la izquierda. Cuando llegamos allí, vemos que viene un batallón de soldados enfrente, vienen hacia el sur, Vienen con sus cascos alemanes, que eran los que usaban en esa época, no sé cuáles usen ahora, sus fusiles, venía marchando todo el batallón con algunos tanques, vienen avanzando.

Pero a todo esto nosotros no sabemos con quien está el ejército, si aquel ejército se ha sublevado, qué va a hacer aquel ejercito. Nosotros cuando vemos que el batallón se acerca, tomamos la precaución de alejarnos unos veinte metros y nos parapetamos detrás de unos bancos a la expectativa de saber si aquella tropa era amiga o enemiga. Conmigo, te repito, había unos dos estudiantes, teníamos dos fusiles. Pero entonces el batallón no nos hace ningún caso y sigue marcialmente por la calle. Creo que detrás del batallón iban los tanques. Iban soldados delante y detrás iban tres tanques. No nos hacen ningún caso y siguen de largo por la carrera séptima.

Para que se entienda lo que pasó hay que tener en cuenta las circunstancias. Se ha tomado una División de policía, la policía se ha plegado, muchos se han sumado, hay una gran confusión, yo no tengo información, sólo sabemos que están atacando la Radiodifusora y vamos para allá con estudiantes. Cruzamos la calle y yo me quedo sin saber con quién está ese batallón, si con el pueblo o contra el pueblo, si sublevado o a favor del gobierno, aunque en aquel momento realmente no había gobierno. Cruzo la calle y vamos al otro parquecito que está frente a donde estaba el Ministerio de Guerra, yo no sabía que era el Ministerio de Guerra, que tiene un edificio no alto, como de uno o dos pisos todo lo más. Hay una puerta y unos barrotes, unos cuantos militares, y entonces yo que estoy con una fiebre revolucionaria también y que estoy tratando de que se sume la mayor cantidad de gente al movimiento revolucionario, me encaramo en un banco frente al Ministerio de Guerra y le hago una arenga a los militares que están allí, para que se sumen a la revolución, Todo el mundo oyó, nadie hizo nada y yo con mi fusil haciendo mi arenga sobre un banco. Termino mi arenga y sigo porque los estudiantes van para allá.

Al final del parque hay una guagua que está esperando, yo me doy cuenta de que esa guagua va para allá hacia la Radiodifusora, los estudiantes la tenían. Entonces después que hago mi arenga voy donde la guagua que se iba y corremos para alcanzarla. EL otro compañero armado que estaba conmigo se queda atrás, yo después no lo veo. Tomo la guagua, de manera que quedo con un fusil y un grupo de estudiantes que vamos a apoyar a los que están en la Radiodifusora Nacional. No sé cuántas cuadras caminamos, ocho o diez, en la guagua. A todo esto, mi cartera que la llevaba, qué sé yo, con unos poquitos pesos, como no teníamos nada, se me pierde también. Alguien se llevó mi cartera, con lo poquito que tenía, me la quitaron. Vamos hacia la Radiodifusora. En realidad desembocamos en la calle. No teníamos sino un fusil, el mío, para darle apoyo a los estudiantes que estaban en la Radiodifusora. Cuando llegamos a la avenida se arma una balacera descomunal, apenas asomamos nosotros por ahí nos empezaron a disparar no se sabe con cuantos fusiles. Nos pudimos parapetar detrás de unos bancos, unas cosas allí y milagrosamente no nos mataron a todos. Pudimos salir otra vez a la esquina, seguimos el grupo de un hombre con un fusil y diez o doce desarmados. En ese momento no podíamos hacer nada por liberar la Radiodifusora Nacional y decidimos ir a la Universidad. Fuimos en dirección opuesta a la ermita. Lo que estaba en la Radiodifusora qué sé yo, era tal vez una compañía de soldados, imposible hacer nada y por eso nos vamos a la Universidad, a ver si había algo allí, A ver si había organización, si los estudiantes habían organizado algún puesto de mando o habían establecido alguna dirección.

Cuando llegamos a la Universidad no había nada organizado realmente. Noticias que iban y venían de hechos y acontecimientos, mucha gente; sin armas todo el mundo. No lejos de la Universidad había una división de policía, entonces decidimos ir a tomar la División de policía, para que se armaran, contando solo con mi fusil y una cantidad de gente desarmada. Se suponía que yo era el que tenía que tomar la División de policía porque era el único que tenía fusil. Nos dirigimos con una multitud de estudiantes a tomar la División de policía, aquello realmente era un suicidio. Ya se había tomado una y pensamos en tomar la segunda para armar a toda aquella gente. Con tan buena suerte para nosotros, que cuando llegamos a la División de policía ya estaba tomada. Se había sublevado. Es decir, fuimos a tomar una División de policía, con mi fusil y unas cuantas decenas de estudiantes y cuando llegamos frente a la División de policía, la División está sublevada y nos reciben amistosamente. En la División sublevada ya estaban policías y pueblo mezclados. Cuando llego me presento al jefe de la División que coincidió con ser el jefe de la policía sublevada. Estaba allí el jefe de toda la policía sublevada, porque prácticamente se había sublevado una gran parte de la policía. Yo me le presento, le digo inmediatamente que soy estudiante, que soy cubano, que estamos en un congreso, en breves palabras lo explico todo y el hombre me convierte en su ayudante. En ese momento, en la segunda División que vamos a tomar, me convierto en ayudante.

El jefe de la policía sublevada era un hombre más bien alto, no mucho pero alto, no podría describirlo bien; tenía un grado de comandante o coronel, no recuerdo. Yo me convierto en ayudante del jefe de la policía sublevada.

Decide entonces ir a la oficina del partido liberal. Lo que yo te estoy diciendo es exacto, riguroso, de las cosas creíbles que pasaron ese día.

Yo me monto en un jeep con el jefe de la policia sublevada que se dirige a la sede del partido liberal. Yo digo menos mal, porque lo que a mí me preocupaba era la desorganización, el caos, no ver por ninguna parte ningún elemento de dirección y de organización, así que me alegro cuando veo al jefe de la policía que está sublevada: veo que está en contacto con el partido liberal, veo que se va a dirigir allí y pienso que eso empieza a organizarse. Yo voy en el jeep de él, al lado suyo, a la oficina del partido liberal y llegamos y entramos. Yo me creía que en ese momento yo estaba ayudando a organizar aquello que era tan caótico. Caminamos no sé cuántas cuadras. Las calles no eran de nadie. Confusión grande, yo te digo que hemos recorrido veinte cuadras cuando menos. Llegamos a la oficina y subimos. Acompañamos al hombre hasta la puerta. Él entra, yo no entro, me quedo afuera, él entra y se entrevista con los dirigentes liberales que estaban allí, que no sé quienes eran. Vuelve otra vez para la División que está cerca de la Universidad en su jeep. Ya teníamos dos jeeps.

Está un tiempo en la División sublevada y decide otra vez, porque ya empieza a anochecer, ir para la oficina del partido liberal. Ya salimos en dos jeeps. Él iba en el de delante y yo en el de atrás. Pero a todo esto, en el viaje anterior y en este, había multitud de gente, porque todavía seguían conmigo un grupo de estudiantes desarmados. Se montaban aquí y allá, iban los dos jeeps llenos. En el segundo viaje que vamos a la oficina del partido liberal yo voy montado adelante a la derecha del jeep de escolta. En ese momento cada que arrancaba un carro se montaba todo el que estaba allí y las cosas eran rápidas. Rápido para aquí, rápido para allá y se subía un montón de gente.

Cuando vamos por segunda vez a la oficina del parido liberal ocurre una cosa insólita y yo llevo a cabo un acto de quijotismo que es el siguiente: Ya está oscureciendo, el jeep donde iba el jefe de la policía sublevada adelante se para, tiene un defecto mecánico y se para; están allí tratando de arrancar y no arranca. Se baja y se queda a pie el jefe de la policía y el otro jeep lleno de gente. Yo me disgusto con aquello, me bajo del jeep, les digo: “Ustedes todos son unos irresponsables” y yo me quedo a pie y le doy el puesto al jefe de la policía. Yo me quedo en medio de la calle con dos o tres estudiantes más, en medio de la calle y sin contacto de ninguna clase. Estoy en una acera parado junto a un muro largo. Eso ocurrió en una calle al lado nada menos que del Ministerio de Guerra, según comprendí luego. Es la segunda vez que me topo con el Ministerio de Guerra. Pasan unos segundos y en el muro se abre una puerta pequeña, tras la puerta pequeña veo una gorra de oficial y tres o cuatro tipos, varios fusiles con bayonetas. Yo le digo a los otros estudiantes: “Estos son enemigos”. Les digo: “Crucemos a la calle de enfrente”; y aprovechando la oscuridad dejada por el respolnador de un auto que acababa de pasar, nosotros cruzamos a la acera de enfrente. Miramos, en realidad no sabíamos quienes eran, yo sospeché que eran enemigos cuando se abrió la puertecita y vimos como a seis metros de nosotros una gorra de oficial y como cuatro fusiles con bayoneta.

Cruzamos la calle, sospechamos que pudieran ser enemigos, pero en la inseguridad; no tiran, ellos no tiran. Nosotros seguimos por esa calle, después de cruzar junto al Ministerio. En ese momento vemos a un hombre con un fusil ametralladora, no sabíamos si era amigo o enemigo, nos acercamos al hombre, le preguntamos quién era y él nos dice: “Soy de la Quinta División de policía sublevada”, y descubrimos que era amigo, era tropa amiga. Yo estuve dos veces en el Ministerio de Guerra: una por delante arengando y otra por el lado cuando le entrego el jeep al jefe de la policía. El oficial y los hombres que aparecieron por la pared no dispararon, ellos estaban también aparentemente confundidos, estaban a la expectativa. Nosotros cruzamos, vamos a la acera de enfrente y allí es donde yo voy a parar a la Quinta División de policía. No te puedo decir con exactitud por dónde subimos, pero la impresión que yo tengo es que cruzamos la avenida, tomamos por una calle que hacía ángulo con ella, salimos derecho y en una esquina nos encontramos con el hombre que era un policía sublevado. En eso decidimos ir a la Quinta División y sumarnos. Yo había perdido el contacto con el jefe de la policía y decidí sumarme a la división que resultó ser la Quinta División.

Ya esto es de noche. Todo lo que te he contado ha transcurrido entre la una y media y las seis y media de la noche.

La Quinta División tiene su entrada mirando hacia abajo, es la que está cerca del cerro y tiene su entrada al lado opuesto. Entro en la Quinta División, yo dondequiera que llegaba inmediatamente me identificaba, “Soy estudiante cubano, estamos en un congreso”, y dondequiera me recibían bien, inmediatamente. Entonces entramos, yo estaba sin un centavo ni para tomar café, quiero que sepas eso. Allí hay una gran cantidad de policías sublevados y un número de civiles, en total había unos cuatrocientos armados, estaban organizándose.

TERCERA PARTE. “LOS OTROS DÍAS.”

Cuando yo miro el terreno, porque siempre he tenido algunas ideas de tipo militar, resultado fundamentalmente del estudio de la historia de las guerras y todo eso, yo veo que aquello está perdido. Porque la División está en una falda y detrás una loma y detrás la loma de Monserrate. Yo hablo con el comandante otra vez y le digo que en esa posición si le hacen un ataque desde arriba a la fortaleza están perdidos y que hay que proteger las alturas que están detrás de eso. Le pido una patrulla, le digo que si me da la misión yo le protejo las alturas. Él me da una patrulla, no muy numerosa, como siete u ocho hombres, me dio una escuadra el jefe de la policía.

Yo no sé si te voy a contar todas las anécdotas. Pero entonces voy yo con mi patrulla y tomo posesión de las lomas entre la División y el cerro de Monserrate. Realmente la misión mía, era tomar la altura, yo esperaba un ataque. Yo me la paso el día diez, patrullando las alturas que están entre el cerro de Monserrate y la División de Policía.

Pasaron distintas cosas. Recuerdo que yo voy un poco hacia el sur haciendo un recorrido para ver si venía una tropa enemiga en aquella dirección. Recuerdo que en un momento dado veo un carro que está doblando un camino, un carro que dobla una esquina. Le digo que se pare, no se para, sigue, no me fío, corro y me encaramo en una alturita que estaba en la curva para ver. El tipo después que hace la curva se escucha un ruido fuerte, choca el carro, se tira, yo le doy el alto, le digo: ¡Parate! ¡Parate!, no se para, no le tiré porque me di cuenta que era un hombre que no estaba armado, pero yo me imaginé que era un espía, me imaginé que estaba espiando por ahí. Había varios bohíos por aquella loma, todo mundo tenía vino, brindaban todo. Muy amables todos los campesinos que estaban en los altos por donde yo estaba patrullando. En esa época había muy pocas casas, yo diría que allí había en total de catorce o quince bohíos aislados. Yo visité distintos bohíos de los campesinos. ¿Tú sabes lo que estaba haciendo el hombre, que yo, me creía era un espía? Tú no me lo crees, eso no me lo vas a creer ni tú ni nadie, porque yo después averigüé con los vecinos, pregunté si habían visto el hombre por ahí. La ciudad ardía, estaba ardiendo, era humo por todas partes, se sentían disparos por todas partes. El hombre el día diez, había salido con dos prostitutas de la ciudad y se había ido para aquellas lomas, con la ciudad ardiendo, había ido allí con dos prostitutas, sencillamente el hombre se estaba divirtiendo. Eso me dijeron los campesinos. “Está culeando, culeando aquí con dos prostitutas”. ¡Nunca había oído esa palabra!. Yo averigüé, un tipo loco, tú te imaginas la ciudad ardiendo, la guerra andando y él con dos prostitutas por las afueras de Bogotá, el hombre que yo creía era un espía.

Después pasaron tres aviones, sobre la posición que nosotros teníamos, la patrulla, no sabíamos con quién estaban los aviones. Siempre había la esperanza, sin saber si los aviones estaban con la revolución o con el gobierno. Los tres aviones dieron vueltas y más vueltas por allí y nada!

Allí estuvimos todo el día. Hice algunos disparos, no sé si vale la pena decir, contra el Ministerio de Guerra. Desde mi posición veía el Ministerio de Guerra, e hice unos cuatro o cinco disparos ya a las tres de la tarde o a las cuatro. Ya a esa hora ni llegaba ejercito ni llegaba tropa. No se apareció ninguna tropa enemiga por las alturas aquellas, en el día entero estuvimos allí. Yo hice algunos disparos contra un edificio allí, que imaginé que era el Ministerio de Guerra. Era el único objetivo que estaba al alcance de mi fusil. En un momento tuvimos un conflicto serio, el único serio. Eran como las cuatro de la tarde cuando de repente vemos unos hombres, una patrulla con fusil ametralladora y yo pregunto qué está pasando. Ellos dicen que están atacando la Quinta División. Entonces yo les exhorto a que no se vayan, que no abandonen, que vamos para allá, que no pueden dejar a la gente abandonada. Los tipos hicieron así con su fusil ametralladora apuntando hacía nosotros y se encararon. No pude pararlos porque mientras yo estaba discutiendo con ellos, diciéndoles que no se fueran, que regresaran, ellos súbitamente se encararon, casi nos disparan, casi nos matan. Yo les estoy persuadiendo, ellos estaban llenos de pánico resueltos a irse y se encararon con su fusil de ametralladora y se fueron.

Yo voy a la División con la patrulla, como decían ellos que la estaban atacando, regreso a la División y no están atacándola, falso. Por el contrario, ha salido una patrulla de la División, que va hacia un edificio, creo que era una iglesia donde se habían parapetado unos tiradores. Hay una gente parapetada y sale una patrulla que va a combatir contra una gente que está parapetada en una torre. Yo fui con ellos, atravesamos unas calles muy pobres. Primero que nada nos encontramos con una serie de fábricas de ladrillo que había por ahí, hornos, tejares que estaban por allí. Me encuentro un niño que recuerdo que se acerca a mí, el padre había muerto por una bala perdida y el niño me habla con una voz desgarrada, como pidiéndome ayuda, decía: “¡Han matado a mi papá!” “¡Han matado a mi papá!” y lloraba, era un niño como de seis o siete años. Allí en una de las calles tenían al hombre tendido, un civil que había muerto.

Fuimos hasta las torres, cesaron los disparos y luego volvimos a la División. Pasó la segunda noche en la División, la noche del diez al once.

Ya al amanecer del once se está hablando mucho de que hay un acuerdo, se empieza a hablar de que hay un acuerdo entre el gobiernos y las fuerzas de la oposición. Yo recuerdo que yo tenía mi fusil y además tenía una espada, tenía un sable. Yo no sé de dónde lo saqué. A mí me quedaban unas nueve balas y un sable. Mi capote de policía, mi boina tipo miliciano, que era una gorra sin visera, y la espada.

Se empieza a hablar, se produce un relajamiento y se hablo a toda la tropa de un acuerdo que se había producido con el gobierno, que se iba a llegar a la paz. Pedían que los policías se quedaron acuartelados, que los fusiles se entregaran, que los civiles volvieran a sus residencias. A mí todo el mundo me había tratado muy bien desde que llegué, no sé, tal vez con cierta admiración de ver al cubano allí, de verlo entre ellos con la disposición de luchar, todo eso les hizo buena impresión. En el momento de despedirnos en la mañana, yo quería llevarme un recuerdo de todo eso, el sable quizá, pero me dijeron que no, ni siquiera eso.

Eso no fue un arreglo, fue una gran traición, en mi opinión se traicionó al pueblo. Se le habló a la gente de un arreglo, no había tal arreglo. Yo entrego mi fusil el día once como al mediodía. El otro cubano me lo encuentro que llega por ahí, había pasado una serie de viscicistudes, de milagro no lo habían matado, había ido a parar a la misma División. De ahí, como a mediodía, fuimos caminando para el hotel, sin embargo veíamos que seguían los disparos en muchos sitios. Pudimos ver cómo a muchos revolucionarios que se habían quedado aislados, los fueron cazando uno a uno, francotiradores que se quedaron aislados, mataron a muchos combatientes. En mi opinión, el arreglo que se hizo no fue sobre bases justas o de garantías a la gente, sino realmente lo que ocurrió fue que después que se hizo un arreglo, después que depusieron las armas, empezaron a cazar a los revolucionarios por toda la ciudad.

Cuando nosotros llegamos al hotel es cuando nos damos cuenta de que nos están acusando a nosotros los cubanos, dicen: “¿Pero ustedes qué hacen aquí? Todo el mundo los andaba buscando a ustedes”, dice: “¿Ustedes son los cubanos?”. Ya los cubanos éramos famosos en ese momento, cuando llegamos al hotel. Había conservadores también en el hotel y se nos buscaba a nosotros como los responsables de todo aquello. Nosotros sin un centavo, sin conocer una sola dirección, fijate en la situación nuestra, sin un centavo y sin conocer una sola dirección en Bogotá. Eran como las dos de la tarde o las tres.

Salimos a la calle, estuvimos viendo como se producían algunos combates de francotiradores contra el ejército y fuimos para la casa donde estaban Ovares, que era el presidente de la FEU, y Guevara. Vamos allí, ellos habían permanecido en la casa de huéspedes. Nos reciben los dueños de la casa bien y nos prometen albergarnos allí porque a las seis de la tarde era el toque de queda. A todo esto yo había llegado allí con el apasionamiento de todo lo que había visto, estaba un poco exaltado. Primero el asesinato de Gaitán, después todos los combates, el pueblo sublevado, toda la tragedia que había ocurrido, el acuerdo y la traición. Pero da la casualidad de que el dueño de la casa de huéspedes donde estaban los otros dos cubanos, y donde ya habíamos acordado que nos quedábamos los cuatro y nos daban comida, si nos daban albergue, el hombre era conservador. Nosotros no habíamos dicho nada, ya cuando llegamos ahí íbamos vestidos de civil, desarmados, y entonces el hombre empieza a decir horrores de Gaitán y de los liberales. Yo pierdo la paciencia y cometo el error, después de las cinco y media de la tarde, a pocos minutos del toque de queda, le digo que estaba equivocado, que esa gente estaba oprimida, que eran luchadores, que su causa era la causa justa, que habían luchado. Me exalto y contradigo al hombre, y defiendo a la gente que él estaba atacando. El hombre dice entonces que no nos podíamos quedar allí. Eramos realmente inmaduros para cometer el error de entablar una polémica con el dueño de la casa, a las seis menos veinticinco de la tarde y el hombre decide que teníamos que irnos. Irnos era la muerte. Salimos de la casa, caminamos, nos acercamos a un hotel que era donde se alojaba mucha delegación, que está cerca del centro, el hotel más importante, un hotel blanco que estaba cerca del centro. Yo creo que era el Granada, uno de los dos hoteles. Faltaban cinco minutos para el toque de queda, cuando va saliendo la máquina de uno de los argentinos que nosotros habíamos conocido en la organización del Congreso. Iglesias se llamaba el argentino, está saliendo en un carro diplomático, uno de los que había estado en la Conferencia Panamericana. A todo esto estaban buscando a los cubanos por todos lados.

Paramos el automóvil de Iglesias y le dijimos la situación en que estábamos, el toque de queda y tal y él dijo “¡Monten!” Y nos montamos en la máquina diplomática en donde estaba Iglesias. Nos recibe diciendo “En qué lío os habéis metido, en qué lío os habéis metido”. Esas son las palabras con las que nos recibe Iglesias: “Que lío, suban, los llevo al consulado de Cuba”.

Fue donde nos llevó esa noche. Él nos llevó al consulado. A todo esto nosotros éramos enemigos del gobierno de Cuba y nos llevaron al consulado de Cuba!. Para que tú veas lo que son las paradojas de la historia. Dan las seis, toque de queda, todo el mundo armado hasta los dientes, registro a todos los carros decían : “¿Diplomático? ¡Pase!”. “¿Diplomático? ¡Pase!”. Llegamos como a las seis y diez al consulado cubano. En el consulado cubano éramos famosos ya, porque estaba todo el mundo buscando a los cubanos y nos recibieron lo más bien. ¿Sabe quién era el Cónsul? Un señor de sesenta y cinco años de edad, se veía un hombre muy noble, la señora se veía una señora muy afectuosa también. Nos reciben. Ese hombre era hermano de quien después fue jefe del ejército de Batista. Tabernilla se llamaba el Cónsul, pero el hombre más bondadoso que te puedas imaginar. Era hermano de un viejo militar, que había estado con Batista antes, y que después fue el jefe del ejército de Batista y un gran esbirro, fue el jefe del ejercito de Batista durante nuestra guerra, y quien me recibe entonces es su hermano Tabernilla, hombre de carrera diplomática, de muchos años pero sobretodo un hombre muy bondadoso. Esto es el día once por la noche.

Ante los acontecimientos ocurridos, el gobierno de Cuba había enviado una avión militar, había unos militares allí comandantes, capitanes, pilotos, están allí. Creo que habían dos aviones, uno que había ido a buscar toros a Colombia para una corrida, unos toros de lidia y otro avión militar que había ido con esa tripulación ante los acontecimientos porque había una delegación cubana en la Panamericana. Estábamos ahí cuando se produce un tiroteo fuerte fuera del edificio, nosotros que llevábamos cuarenta y ocho horas oyendo tiros por todas partes, vamos también a ver qué está pasando allí. Los militares nos decían: “No, los civiles no”. Aquellos militares nunca habían escuchado un tiro en su vida y con gran prepotencia, no querían que viéramos qué era el tiroteo que se armó allí frente al consulado.

El hecho es que el Cónsul nos dio toda la protección y nos recibieron y nos atendieron. Nosotros le dijimos de los cubanos, que habían otros dos cubanos, ellos fueron en su automóvil diplomático a la casa de huéspedes donde estaban los otros dos cubanos y los buscaron, los juntaron con nosotros. Yo tendría que preguntarle a Alfredo a qué horas fue eso si por la noche o si al otro día por la mañana. Ya estábamos los cuatro, hicieron los trámites, y en el avión que había ido a buscar los toros regresamos a Cuba nosotros, el día doce, Hizo escala en Barranquilla el avión.

Nosotros cuando regresamos llevábamos toda la literatura, la Oración por la Paz, todos los materiales que nos había dado Gaitán, los habíamos conservado, porque los habíamos recogido en el hotel antes de irnos. Al anochecer llegamos a Cuba después de hacer escala en Barranquilla.

Así termina toda una sucesión de cosas casi milagrosas que pasaron allá. Pero sobretodo, como nosotros a las seis menos cinco entramos al hotel Granada, de no ser así estábamos muertos, porque si a nosotros nos agarran allí nos echan la culpa de todo. El gobierno no estaba buscando la mentira de aquello era una conspiración comunista y de extranjeros. Si nos agarran a nosotros nos hacen picadillo y nos echan la culpa de todo. La gran verdad es que nosotros no tuvimos nada que ver con aquello, y lo que hicimos, como gente quijotesca, que nos sumamos a la sublevación del pueblo y los incidentes fundamentales que viví son los que te he contado en esta entrevista.

CUARTA PARTE. “REFLEXIONES DE FIDEL.”

Yo diría que la posibilidad de ver el espectáculo de una revolución popular absolutamente espontánea tiene que haber ejercido una influencia grande en mí. Podríamos decir que no me reflejaba algo nuevo, sino que me reafirmaba em una serie de ideas y de concepciones que yo tenía: sobre el pueblo explotado, sobre el pueblo oprimido, sobre el pueblo que busca justicia. Yo diría que aquello fue un volcán que estalló. Un pueblo muy oprimido, un pueblo muy explotado, un pueblo hambriento que estalla en un momento determinado frente a un gran incidente determinado. Digamos que la muerte de Gaitán, quien evidentemente era una esperanza para el pueblo de Colombia, es el detonante de aquella explosión que no organizó ni pudo organizar nadie, que se produjo de manera absolutamente espontánea.

Como siempre el imperialismo y la oligarquía aprovecharon la coyuntura para decir que aquello era resultado de una conspiración comunista contra la Conferencia. El Congreso que nosotros hicimos contra la Conferencia no tenía ninguna vinculación con el Partido Comunista de Cuba.

El 9 de Abril, yo creo que forma parte del conjunto de la experiencia que yo tenía cuando la lucha revolucionaria en Cuba. En el Moncada yo sabía que era una empresa muy difícil, pero ya por otro conjunto de factores, porque yo estudié mucho la historia de las revoluciones populares. Ya para esta fecha del Moncada yo sí tenía una formación marxista-leninista bastante completa, mientras que no podría decir lo mismo de cuando estuve en Bogotá. No podría decir que tenía esa formación marxista-leninista, esa convicción socialista. Estaba naturalmente en un terreno muy propicio para todo eso y ya tenía una serie de ideas, yo diría que yo ya había progresado mucho en mi formación política, había progresado mucho, había avanzado mucho y tenía una formación política progresista. Pero no tenía todavía la madurez política, la profundidad de la convicción socialista marxista-leninista que tenía cuando lo del Moncada. Puede decirse que en aquella época yo estaba muy influido por las ideas populares, las ideas de la Revolución Francesa como te dije, las ideas de la lucha por la independencia nuestra, las ideas de las revoluciones populares, tenía sobretodo una gran solidaridad hacia los pueblos. Una gran simpatía por el pueblo, un gran odio a la opresión, a la injusticia, a la pobreza, a todo esto. Pero no puedo podría decir que tenía una concepción marxista-leninista desarrollada como la tenía después, aunque yo ya había tenido mis primeros contactos con la literatura marxista para esa fecha. Figúrate que yo entonces tenía veintiún años, yo creo que lo que hice allí fue realmente noble. Yo por mi parte me siento orgulloso de lo que hice. Primero porque tuve una actitud consecuente. Reaccioné con la misma indignación de un colombiano frente a la muerte de Gaitán, reaccioné con el mismo espíritu de un colombiano frente a una situación de injusticia y de opresión que había en el país, reaccioné con mucha decisión y mucho desinterés y altruismo. Creo que reaccioné con mucho sentido común también, cuando hice todo lo posible por ayudar a la organización de aquello. Creo que los consejos que di en la Quinta División de Policía, no podía darlos mejor ahora, a la edad que tengo y con la experiencia que tengo. Creo que la decisión de quedarme allí aunque estaba solo y cuando todo aquello me parecía un gran disparate táctico, lo que estaba ocurriendo aquella noche, creo que fue una gran prueba de desinterés, una gran prueba de idealismo, una gran prueba de quijotismo en el mejor sentido. Fui leal hasta el último momento, cuando me dijeron el día 10 por la tarde que la División estaba siendo atacada y estaban desertando los policías, yo fui para la División con mi patrulla. Es decir que yo diría que mi comportamiento fue intachable. Fui disciplinado, aun sabiendo que aquello era un suicidio me quedé allí. ¿Pero por qué me quedé allí sabiendo que era un suicidio y que estaban equivocados en el aspecto militar? Fue por un sentido de honor, por un idealismo, por un principio, por una moral; me quedé aquella noche en que los tanques pasaban a cada rato y cada media hora estaban esperando venir el ataque. Yo sabía que en el ataque iba a morir todo el mundo allí, porque aquello era una ratonera. A pesar de estar en desacuerdo completo con las disposiciones, en desacuerdo completo desde el punto de vista militar, con lo que estaban haciendo, me quedé allí. Iba a morir anónimamente allí y sin embargo me quedé. Yo personalmente estoy orgulloso de eso, porque actué consecuentemente, actué con dignidad, actué con honor, actué con disciplina y actué con altruismo increíble porque hay que ver todas las cosas que pasaron allí. Hasta la última quijotada mía, que fue ponerme a discutir con el dueño de la casa de huéspedes, por poco me cuesta la vida, pero simplemente no me podía quedar callado frente a aquello. Ahora piense que yo tenía veintiún años, quizás con un poco más de experiencia me doy una buena callada de boca allí frente al conservador aquel, lo dejo decir todo y no provoco la situación en que por puro milagro salimos bien. Si nos hubieran capturado a nosotros además nos echan toda la culpa y yo no podría estar ahora contándote la historia exacta y verídica, de todo lo que vi y todo lo qe viví el 9 de Abril. El pueblo demostró una extraordinaria valentía. ¿Qué me impresiona? Me impresionó el fenómeno de cómo puede estallar un pueblo oprimido. Segundo, me impresionó mucho la valentía y el heroísmo del pueblo colombiano, porque lo vi ese día. Aunque junto a esto, junto al extraordinario heroísmo del pueblo colombiano, te puedo decir, que no había organización, que no había educación política, más que conciencia política, había espíritu de rebeldía pero no educación política y había falta de dirección.

Si tu quieres influencia, mucha del 9 de Abril en mi vida revolucionaria ulterior, fueron los esfuerzos extraordinarios que hice por crear una conciencia, una educación política en Cuba, los esfuerzos extraordinarios que hice para evitar que al triunfo de la Revolución, hubiera anarquía, saqueos, desórdenes, que la gente tomara justicia por sus propias manos. Yo diría que la influencia más grande fue, en la estrategia revolucionaria de Cuba, la idea de educar al pueblo durante nuestra lucha, para que no se produjera anarquía al triunfo de la Revolución, para que no se produjeran saqueos al triunfo de la Revolución, para que no se produjeran vindictas populares al triunfo de la Revolución. Aunque yo no tenía idea precisas en ese entonces sobre todo eso, no hay duda que yo medité después si en condiciones similares, nuestro pueblo hubiera hecho exactamente igual. Puedo estar equivocado, pero tengo la idea de que nuestro pueblo tenía un poquito más de educación política, que era un poquito más difícil que en una situación similar a esta el pueblo de Cuba se dedicara al saqueo, en vez de dedicarse a la lucha revolucionaria, quizás incluso porque fuera un pueblo menos pobre y desesperado económicamente que el colombiano.

En Bogotá una gran parte del pueblo se dedicó al combate, los sectores humildes, los trabajadores, los estudiantes, casi todo el mundo, y una parte del pueblo humilde se dedicó al saqueo. No fue todo el pueblo humilde que se dedicó al saqueo. Una gran parte del pueblo humilde se dedicó al combate y una parte del pueblo humilde se dedicó al saqueo, esa es la verdad. Eso desde luego es negativo porque los oligarcas, los partidarios del orden social, los que pretenden presentar al pueblo como un monstruo anárquico y desordenado, le sacaron mucho partido a esa situación.

Esto me influyó mucho por lo menos en la conciencia que yo tomé de la necesidad de educar al pueblo y trazar líneas políticas, trazar consignas muy claras de que no podía haber anarquía, de que no podía haber saqueos, de que no podía haber justicia por sus propias manos en el pueblo. Creo que además puedo decirte que la experiencia de Bogotá me hizo identificarme más con la causa de los pueblos. Porque había un pueblo oprimido combatiendo, había un pueblo oprimido luchando.

Creo que influyó notablemente en mí desde el punto de vista de mis sentimientos revolucionarios. Porque me quedé con el dolor de la muerte de Gaitán, me quedé con el dolor del pueblo explotado, me quedé con el dolor del pueblo ensangrentado, me quedé con el dolor del pueblo derrotado y me quedé con la impresión de lo que puede hacer el imperialismo, de lo que puede hacer la oligarquía, de lo que pueden hacer las clases reaccionarias y sobretodo me quedé con el dolor de la traición. El pueblo fue traicionado, porque dijeron que ha habido un arreglo, una tregua, se suponía que significaba un cambio de la situación, el cese del derramamiento de sangre, de garantías para todo el mundo. Pero no se me podrá olvida jamás, como después de que se hace el arreglo, se hace la tregua, se entregan las armas, decenas de revolucionarios fueron cazados literalmente en la ciudad. Yo te digo que esos eran héroes. ¡Que tipos tan valientes aquellos que se quedaron como francotiradores! Allí combatiendo solo, sin saber nada, sin información, luchando.

El Partido Comunista no tuvo nada que ver con aquello, pienso que los liberales, la gente de izquierda, los comunistas, lucharon allí como parte del pueblo. Porque luchó todo el pueblo, hay que decirlo. Pero atribuir al Partido Comunista colombiano el haber organizado aquello es una gran calumnia, atribuir al Partido Comunista cubanos, atribuir al movimiento comunista internacional la responsabilidad de la sublevación es una gran calumnia y una gran mentira como tantas otras que se dicen. Pero me quedó una impresión muy dura a mí, la impresión de la traición. Porque yo pienso que la dirección del Partido Liberal traicionó al pueblo, sencillamente eso, lo traicionó. Fue incapaz de dirigir al pueblo, fue incapaz de ocupar el lugar de Gaitán y fue incapaz de ser leal con el pueblo. Hicieron un acuerdo sin principios por temor a la revolución.

(No quiero que estas consideraciones que yo estoy haciendo tu me las hagas contar, son consideraciones que yo sé que tú me preguntas en relación con la experiencia del 26 de Julio). Yo seguí mi ulterior evolución política, mi ulterior evolución revolucionaria, seguí siendo como fui en aquel momento, pero pocas veces en mi vida he sido tan altruista y tan puro, como fui durante esos días. Creo que me he seguido igual, fui durante el resto de mi vida de revolucionario igual que aquella noche que me planteé el problema de conciencia, me pregunté qué hacía allí, me planteé que estaban equivocados militarmente, que no era mi patria, que estaba solo y sin embargo decidí quedarme, eso fue lo que hice después toda mi vida. Reaccioné entonces como reacciono ahora, exactamente igual. Te das cuenta que yo reaccioné entonces , aquellos días, como reaccioné después y reaccioné siempre y reacciono ahora. Yo puedo sentirme orgulloso de mi conducta en aquellos días. Mi presencia allí fue accidental, el Congreso nuestro no tenía nada que ver con lo que pasó. El Congreso nuestro era contra el imperialismo, contra la OEA, digamos que aquel acontecimiento incluso frustró la organización del Congreso que estábamos haciendo.

Fidel Castro.

Texto agregado el 18-04-2020, y leído por 98 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-04-2020 Además de que narras algunos acontecimientos importantes de dicha fecha, se puede transformar tu escrito en un ensayo por la historia y trascendencia en la memoria del país y con todo lo que sabes se puede magnificar el impacto. Hoy voy a hacer humus de garbanzo :D. Saludos! Marcella
 
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