TREINTA ABRIGOS
En la casa de la familia Paez pasaron varias generaciones disfrutando del lujo y los placeres que solo el dinero puede dar y esta gente valla que si lo tenía.
Como una reliquia familiar, con 99 años vivía Laura Paez, una viejita muy simpática a la que el tiempo la había convertido en tatarabuela.
Casi ni salía de su cuarto, solo algunas veces cuando lograban convencerla, permitía que la llevaran al jardín.
Miraba siempre las mismas fotografías y acomodaba todo el tiempo el ropero, sacaba sus treinta abrigos, les cambiaba los botones y los arreglaba uno por uno porque decía que estaban rotos.
Era fanática por el hilo, la aguja y la tijera, la que a menudo se le perdía y toda la familia la tenía que encontrar, como si fuera la búsqueda del tesoro.
Y así cosía y cosía la abuelita y los días iban pasando.
Como decía que tenía jubilación y a su nieto le sobraba la plata, todos los meses le daba dinero y ella se ponía muy feliz.
Pero como era muy viejita, un día se marchó de este mundo para siempre.
A su familia le llamo la atención, nunca encontraron el dinero que su nieto le había dado.
La Familia Linares
En la casa de Linares todo es pobreza, trabajaban mucho y el dinero no les alcanza para nada, ocho hijos y un abuelito que mantener.
El hombre va al campo a la mañana muy temprano y regresa de noche.
La mujer limpia casas de familia, vende pan casero que ella amasa y limpia la iglesia.
Reniega mucho con sus hijos y también con el abuelito que como es tan viejito se pierde y corta lo que encuentra con la tijera.
- Esta tijera se esconde- dijo enojada la señora y la puso arriba de un armario.
Cuando fue a la iglesia, el cura le dijo que una familia muy adinerada, había donado muchos abrigos y como perfilaba el invierno le iban a venir bien, así que se los dio.
Feliz llevo los abrigos a la casa, y los puso sobre la cama.
El abuelito los vio y se puso a jugar con ellos, se los media, se miraba en el espejo y se reía mucho.
Como vio que el forro de uno de ellos estaba descocido, se puso a tirar del hilo y así fue haciendo lo mismo con todos.
Mas tarde cuando su nieto entro en la habitación sorprendido vio como billetes de todos los colores danzaban en la habitación, como burlándose de tan miserable vida.
- Que estás haciendo abuelito, otra vez con la tijera.
-Papel picado, papel picado- dijo feliz el abuelito.
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