Desde la acera de enfrente se divisaba su casa. Habíamos improvisado un sistema de comunicación que fue sofisticándose conforme avanzaban los días en blanco de aquella pandemia.
Una noche escribió su teléfono en un cartelón que más bien que mal se acertaba a divisar desde mi casa. Enseguida lo puse en contactos y eureka tenía Whats App. Le puse un mensaje en el que le explicaba brevemente quién era.
Lo siguiente fue un largo e inquietante mensaje, que empezaba de esta manera.
" Estaba el mundo dispuesto en función de la neurosis de la subsistencia, de la "sobrevivencia", de la persistencia, cuando vino la primera de las amenazas serias.
El estamento médico se puso entonces las botas. Los agitadores de "neuras"- como se había sospechado desde bastante tiempo atrás- se pondrían el traje de mandar, finalmente. Con el traje de mandar ( una vez puesto) sería muy difícil desbancarlos. Vamos, que nadie los volvería a ver desnudos. Con los "mandamases" del Ejército detrás, las nuevas dictaduras tomarán el mando. Pero lo peor de todo es que será de una manera definitiva.
Ni los materialistas más perspicaces se podían haber figurado tal desenlace histórico.
En los primeros tiempos de la nueva era (no confundir con las de pan trillar), la gente lo vivía con la emoción con que siempre se afrontan las cosas nuevas. Pero, cuando los que empezaron a mandar, le cogieron el gusto el gatillo de mando, la emoción por la novedad se transformó en disgusto.
Y para colmo de males un grillado del edificio de enfrente ( seguía el escrito) no para de hacerme señas indias."