La indiferencia de este mundo me vulnera y me penetra, ya no hay Dios, nunca lo hubo. Prendo la luz y el clic retumba eterno en las paredes, me aturde. Son las 3 y ni los autos, ni los pájaros, ni el tic tac de tu reloj. Lo eras todo y no eras nada en realidad. ¿Y el mundo qué? Se hacen las 5 y la vida, altanera, soberbia, sigue girando, con sosiego, sin piedad. Se aclaran las persianas, se despierta la colmena, se encienden los autos y los pájaros. ¿Dónde quedó tu voz? ¿Con qué derecho es que nos callan? ¿Dónde se fueron tu risa y tu alma con la mía? ¿Qué soy yo ya sin tus ojos? Un envase vacío, un costal de nada que respira. La indiferencia de este mundo es tal, que hasta nacen rosas mientras nos matan. Ni se ríe de nosotros esta vida, somos postes en las sombras, polvo y piedras del paisaje. Es verdad que nada importa, si ni nos mira a los ojos la muerte. Nos desgarra de pasada, porque sí. Va cosechando almas y la nuestra fue una más, ni con maldad nos va matando, sólo de paso, al azar, como si nada.
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