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Inicio / Cuenteros Locales / HechiceroFugaz / En busca de la princesa rockera

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"Es imposible ser subversivo en el mundo comercial. Te crucificarán. No puedes salirte con la tuya. Nosotros lo intentamos y casi acabamos en la ruina por ello”
Kurt Cobain

Cuando el noble y desventurado Hamlet se hallaba próximo a la muerte, su amigo y confidente Horacio quiso acompañarlo, diciéndole que tenía más de antiguo romano que de danés. Hamlet le ordenó vivir, sin embargo, para contar la historia.

Pues bien, tengo la teoría de que esos antiguos romanos viven y mueren cada tanto entre nosotros. Una vez conocí a uno. Su nombre no viene al caso, tampoco su nacionalidad. Baste decir que había nacido en algún país latinoamericano, en los malditos años 70. Nunca tuvo una educación clásica, no creo que haya conocido a Homero y menos a Virgilio, ni siquiera por nombre. Pero eso no le impedía comportarse como uno.

De él podría decirse, si lo hubiera analizado un psicólogo, que sufría de ciertos trastornos depresivos y de ansiedad. Un hombre de mundo lo hubiera considerado simplemente un fracasado. Alguno más observador hubiera dicho que el tipo era un romántico. No faltaran quienes busquen la causa de su anómala conducta en algún trauma sufrido en la niñez o en algún condicionamiento impuesto por el medio en que se desenvolvía. Yo argumentaré entonces que la esencia última de un ser humano es independiente a sus circunstancias (aunque la circunstancia determine en última instancia quién es quién). Creo que esto nos podría llevar a una de esas inútiles discusiones metafísicas que no desembocan en ninguna parte, y que sólo sirven como telón de fondo en una madrugada de tragos.

Era nuestro hombre un soñador empedernido, pero carente, como ya dijimos, de educación clásica. ¿Qué podía buscar este rebelde para evadirse de la realidad y para protestar contra un mundo materialista e indiferente? Habiéndose criado en los 80 y los 90, era de esperar que llegara al rock alternativo.

El rock alternativo representaba, en su propuesta, una queja, un grito de dolor ante lo desastroso de la realidad mundana. Rechazaba de plano las instituciones, los gobiernos, los sistemas, las soluciones de escritorio. Pregonaba la fuerza del sentimiento y la rebeldía pura e inocente contra un mundo hipócrita y cruel. Kurt Cobain, Eddie Vedder e Ian MacKaye se erguían como murallas inexpugnables de dignidad y arte, y resistían heroicamente los embates de los gigantes malvados: las compañías disqueras.

Era natural que los avatares de nuestro protagonista lo llevaran a buscar lo único que realmente vale la pena en la vida: una mujer hermosa. Todo caballero necesita una dama (algunos ilusos creen que esta gran verdad fue un invento de Cervantes), todo poeta necesita una musa, todo rockero de corazón tiene que contar con su princesa.

¿Cómo habría de ser una bella princesa rockera? Como sabiamente escribió José Ingenieros, la Belleza para ser completa requiere, entre otros dones, la gracia, la pasión y la inteligencia. Nuestro protagonista imaginaba a su princesa como una mezcla de Patti Smith con Kim Deal.
Quizás debamos reseñar quiénes son estas divas del rock, para aquellos que como yo, nunca han sido muy duchos en recordar nombres propios ni letras de canciones. Hablar de Patti Smith es hablar de la historia de la música rock. Desde sus comienzos a mediados de los 50, el rock se ha visto envuelto en la batalla campal entre el espíritu rebelde que le dio origen y la industria del disco que ha querido apoderarse de esa energía desbordante para hacer dinero a sus expensas. Muchas veces el afán comercial ha dado al traste con la creatividad y la libertad de expresión. Pero siempre que hemos creído que el rock ha muerto, que su espíritu nos ha dejado para siempre, sepultado en el lodo de los discos mediocres, ha resurgido como el ave fénix, de sus cenizas y ha alzado de nuevo el vuelo hacia gloriosos y inexplorados mundos.

Una de esas muchas veces en que algún sabio ocasional sentenció “el rock ha muerto” sucedió a mediados de los 70. Muchos hubieran estado de acuerdo. La música disco había relegado a todo lo demás. Existían “rock stars” que eran meros accesorios: productos de consumo creados por las compañías disqueras para sonreír como estúpidos y firmar autógrafos. El poco rock artístico que se hacía buscaba complejas elucubraciones sinfónicas, era un rock barroco y sofisticado, no vigoroso ni rebelde. Importaba más la forma que el contenido, importaba el glamour y no la fuerza real de la música.

Entonces vino la reacción, como un fugaz y ensordecedor estallido. Llegó el punk, y de verdad que estremeció a la aletargada escena musical de aquel entonces. Dirán algunos que el punk nunca fue algo definido, que fue una amalgama de muchas cosas, que su duración fue efímera, que su influencia fue sobredimensionada, que sus miras eran nulas. Lo cierto es que oportunistas y aprovechados han existido y existirán en todos los movimientos más o menos multitudinarios. Tampoco faltan nunca los mediocres que no hacen sino seguir al rebaño. Pero el punk, como todo movimiento histórico, tuvo sus verdaderos líderes.

Pensamos en punk, y por esas falaces influencias de la cultura pop, viene a nuestra mente Sid Vicious, con su patético desinterés del mundo y de los demás, con su nihilismo y sus excesos, que lo llevaron a morir de una sobredosis. Pero lo cierto es que Vicious nunca fue talentoso, y si los Sex Pistols nunca se destacaron por su pericia como músicos, al menos todos sabían tocar sus instrumentos, todos menos Vicious. Johnny Rotten fue el verdadero líder de la banda, el autor de la mayoría de las canciones y el responsable de la actitud violenta de choque frontal que convirtió a los Pistols en el emblema del punk.

El punk no surgió de la noche a la mañana. Ahí tenemos a Iggy Pop y a MC5 para atestiguarlo. Ya en tiempos de los hippies se hablaba de una contracultura dentro de la contracultura, ya existía una vertiente musical opuesta a los excesos psicodélicos y esa vertiente buscaba rescatar la fuerza primigenia y violenta del rock’n roll original. Lo que tuvo de fugaz el punk fue el impacto en las masas, sobretodo en la escandalizada Inglaterra (ya sabemos que los gringos son más difíciles de escandalizar). Tampoco murió el punk en un par de años: ciertamente mucho fue absorbido por la industria del disco, pero el punk como tal volvió al “underground” del que había surgido. Y su influencia se haría sentir en la “new wave” de los 80 y en el post-punk que se iba a convertir en el rock alternativo.

Hecha esta salvedad histórica, hablemos de Patti Smith. Musicalmente ambiciosa, desafiante, lejana a toda convención, logró una de las mejores fusiones entre poesía y rock desde Bob Dylan. Cuando se subía en una tarima hacía sentir su presencia, cantaba sus canciones con una voz poco entrenada pero muy expresiva mientras danzaba por el escenario como un chamán en estado de trance. Fue la primera de los artistas del punk neoyorquino en grabar un disco, aún antes que los Ramones, reconocidos como los pioneros del género. Se convirtió en una referencia obligatoria para las mujeres roqueras que vendrían después. Nunca se convirtió en un símbolo sexual para tener éxito, era decididamente intelectual y sumamente creativa, y su apariencia era en general dura y desarreglada. Nunca se hizo problemas por su género, solamente se vestía y salía a cantar con toda la fuerza y la agresividad que la caracterizaban. Cambió el estereotipo de lo que representaban las mujeres en el rock y amplió los límites de lo que los artistas podían expresar en su música.

Si Patti Smith es la rockera punk por excelencia, en el rock alternativo nos encontramos con Kim Deal. Para hablar de Kim Deal, tenemos que hablar, por supuesto, de Pixies. Y esto nos lleva de vuelta a la historia. Como ya dijimos, luego de su aparición fugaz en los medios musicales de masas, el punk retornó al “underground” del que había salido. Los años 80 se van a ver caracterizados por la música pop, y de nuevo el rock puro y agresivo desaparece de la escena. Los grupos que aparecen con algo de originalidad o con algo de calidad interpretativa, son tomados como punta de lanza por la industria musical. Lo que importa es vender discos, sin importar la integridad artística. ¿Integridad artística? ¿Qué es eso? ¿Sirve acaso para hacer dinero? La imagen de “rockero salvaje” sólo es una fachada útil para vender más. ¿Qué preocupaciones éticas o estéticas podemos encontrar en los “rockeros salvajes” de la época? ¿En grupos como Guns n’ Roses o Mötley Crue? Otra vez algún observador superficial hubiera dicho con mucho tino que el rock había muerto.

Pero tras bambalinas los actores se movían. El punk y su heroico grito de rebeldía no habían sido olvidados. Nuevos aventureros se lanzaban por arduos y peligrosos caminos en busca de un sonido más puro y rebelde, un sonido visceral y sin complejos. Bandas como Hüsker Dü, Sonic Youth, Minutemen, Minor Threat, Meat Puppets, Bad Religion, Replacements y R.E.M. (estos últimos se convertirían en superestrellas) eran el corazón de un movimiento de música independiente que se hacía en bares y clubes alrededor de los Estados Unidos. Del otro lado del charco, la banda emblema del post-punk, The Cure, hacía lo propio con sus sonidos oscuros y góticos; y el guitarrista Johnny Marr y el cantante Morrissey iban a conformar uno de los equipos más poderosos para componer canciones que se hayan visto en la historia del rock, el grupo definitivo de indie-rock: The Smiths. Dejaremos de mencionar a algunos de aquellos pioneros, ya que el espacio se nos agota, y llegamos al año 86, cuando entran en escena Pixies.

Formados en Boston, liderados por Charles Thompson, mucho mejor conocido como Black Francis, reclutaron a la bajista Kim Deal con un anuncio de periódico que decía: “Se busca bajista en la línea de Hüsker Dü y Peter, Paul & Mary”. Los Pixies bebieron del trabajo de los pioneros del rock alternativo, y rompieron con todo lo que se había hecho antes. Imaginemos a un tipo en escena, cantando en inglés, pero balbuceando a veces palabras en español, desgañitándose de un pronto a otro. Luego una guitarra emitiendo toda clase de distorsiones y sonidos, menos los que uno esperaría de una guitarra (Joey Santiago es probablemente el guitarrista más desaprovechado y olvidado en la historia del rock). Una sección rítmica sonando completamente normal sólo consigue darle más confusión al cuadro, y una preciosa bajista de eterna sonrisa y “look” poco rockero realiza unos coros deliciosos al impredecible cantante.

Eso eran Pixies, y era inevitable que tomaran el mundo. No como un Michael Jackson tomó el mundo, sino de una forma mucho más insidiosa e influyente. Se ha dicho de Velvet Underground, que aunque el público común no compraba sus discos, cualquier músico serio que quisiera empezar una banda de rock tenía que hacerlo. Otro tanto puede decirse de Pixies. Su influencia sería más que notoria en “Nevermind”, el disco de Nirvana que cambió el trayecto del rock a principios de los 90. Sin duda Nirvana recogió lo que otros habían sembrado (aportando también su propio talento, que era mucho), aunque nunca se sintieron muy cómodos en el papel de líderes, pues sabían que les era dado por su éxito comercial. Cobain dijo que “Nevermind” estaba basado en el trabajo de Pixies (para muchos esta declaración fue la primera vez que escucharon el nombre del grupo), pero Black Francis y su equipo ya se habían disuelto.

Kim Deal creció mucho musicalmente en Pixies, pero Black Francis siempre la excluía del proceso de composición, así que fue hasta que formó su propia banda, Breeders, que logró el merecido reconocimiento y se pudo apreciar lo que en su esencia se había visto en su paso por Pixies. A lo largo de los años, Deal siempre se ha mantenido como un ejemplo de integridad musical, y la sencillez y frescura de su carácter se reflejan sin duda en su música. Ha criticado a los artistas que basan su propuesta, en mayor o menor medida, en la música electrónica, a los que ha acusado de ser más actores que músicos en directo. En medio de un “rock alternativo” raptado, como era de esperar, por la industria disquera, la voz de Deal se alza aún como una insigne bandera de la verdadera búsqueda artística y lírica que caracteriza a esa maravillosa locura llamada música rock.

Volvamos por fin a nuestro héroe de la generación X de los 90, y a su soñada princesa rockera. Esta princesa sería entonces una mujer inteligente y rebelde, independiente y firme, poseedora un buen corazón y capaz de dedicar su vida a cumplir sus sueños. Si nuestro protagonista hubiera sido un Dante, un Göethe, o un Schiller, tendríamos alguna obra literaria inmortal. Tenemos en todo caso a un perdedor, pero también un buscador incansable y tenaz.

Sé de lugares aptos solamente para locos, como el teatro del lobo estepario de Hesse. Sé de ciudades en ruinas en las cuales la imaginación se pierde en mil viajes alucinantes. Sé de noches de insomnio y de ensueños llenos de mundos misteriosos y multicolores. Yo conocí a un antiguo romano que buscaba a una princesa rockera en medio del infinito caos del mundo actual. ¿La encontró?, me preguntarán ustedes. ¿Qué creen? ¿Encontró Quijote a Dulcinea, encontró Dante a Beatriz, encontró Werther a Carlota? Entonces, ¿por qué lo preguntan?

Texto agregado el 01-10-2004, y leído por 331 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-10-2004 Estaba esperando un texto literario y, bueno, me encontre con un reportaje resumido del rock en los ultimos 30 años. Interesante informacion, por mas conocida, pero me quede esperando la narracion. Akeronte
 
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