| La plantita
 
 -Cómprame  una plantita, insistió Joaquín tirando del bracito de su madrastra.
 Ella lo miro y pensando en su madre biológica que había dado a luz a ese niño tan rozagante, frágil y menudo, no había sido una tarea titánica sino un parto fácil, según el diámetro  de la circunferencia del niño, “¿cuánto medirá ahora?, miró para abajo un metro diez, a lo sumo, y para qué querrá una plantita, para verla crecer y desarrollarse como seguramente se desarrollara él”.
 Porque ella ya lo había visto  a su padre, en ese estacionamiento, cargando  nafta, iba con su nenito, y lo trataba tan, pero tan bien al chiquito, sin extorsiones ni manipulación..
 -No te lo compro porque es un juguete toxico- le dijo.
 El niño aferrado a su ídolo no lo soltaba.
 Pero al final lo dejo en  la góndola.
 Así que pensó. “que padre tan persuasivo” Tiene que ser mío. Y así fue, y  lo conquistó.
 Fueron días enteros que se la pasaba en la estación de servicio esperando  a que el llegara con su hijito y las miradas  iban y venían y luego se produjo la magia y el hechizo.
 Y ahora la ex no se lo  quiere dejar ni una sola vez, solo con  visitas vigiladas.
 Y ella  se lo llevo y le dio  todos los gustos, así  le hablaría a la ex de su actual pareja, de  lo buena que era ella.
 Entonces fueron  al  vivero, porque a Joaquín  se le ocurrió comprarse una plantita, y que hizo ella, pues se la compró. Y no cualquier plantita amarilla  o color violeta, sino esa que él quería, exactamente ésa.
 Y salieron  con la plantita y el nene gritó asustado, miró para abajo y ¿oh que pasó?
 Tenía extendida su manito hacia ella como señalándola.
 El  siempre jugaba con las vaquitas de San Antonio, toda multicolores.
 La  miró con ojos acuosos, y ya de forma  beligerantes.
 Era una plantita carnívora.
 
 
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