Los minutos se escurren
del reloj hasta el piso
Encharcan entre las baldozas
se vuelven largas horas e inundan la sala.

Arrastran el tedio de un domingo eterno
que lleva con sí la obligación de pensarte
como una lejanía, como a esos sueños que al despertar no recordamos del todo.

me pregunto si, solitario está noche
(o no) estarás a salvo de tus miedos
si allí, tan lejos de mis letras
aún puedes sentir su calor

tal vez tu también me pienses
desde tu fortaleza de silencio
y seamos dos
pero del otro lado del muro