Tu casa es de durlock, parece una guarida no permanente, dispuesta a huir en cualquier momento. En la cocina hay una mesada, que cada vez que te agachas golpeas tu testa en ella. El dormitorio pequeño, con un ropero, que apenas te alcanza colocar tu escasa ropa en el. La cama amplia, con sabanas prestadas, grandes que caen a los costados como barbas en remojo.
El baño es muy pequeño. Las valvas de caracoles que has levantado de las playas, sirven de jabonera.
_Se derriten los jabones en el cuenco, te he dicho
Pero no me escuchas, porque son un recuerdo de ella.
Hay piedras de todos los colores, tamaños y formas desperdigadas en toda tu morada.
La añosa arboleda rodea ese lugar tan silencioso, donde anidan solamente las cotorras. Los eucaliptus son altísimos, tan altos que no se llega a fijar la vista en ellos. Tan lejano del mundanal ruido que da miedo.
En la mesada de la cocina, en el modular, en una botella con agua, dentro de los cajones de las mesitas de luz, hay piedrecitas. En los estantes de las toallas hay piedras, de recuerdos de lugares donde paseaste esos hermosos días.
_Tu casa es un santuario que le hace honor a ella, te comenté.
Pero no me escuchaste.
Y me fui dejándote con todos tus preciosos objetos inertes, que conservan todavía, su presencia en ellos.
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