En “Terminator” un repartidor de pizas se erigió en el indiscutible jefe de la resistencia, en la calle de mi amigo Alberto, el líder de los aplausos de las ocho es un gitano. Algunos quieren pensar que son caprichos del destino los que unen los nombres a los logros, a mí me gusta creer que los nuevos tiempos siempre exigen nuevos líderes. Dice Alberto que el tío es un fenómeno y sabe animar el cotarro de verdad. Levanta el espíritu, tiene un chascarrillo para cada ancianita y consigue apartar un rato el aburrimiento. No penséis que el amigo está descalzo, para su show dispone de un megáfono nuclear, también de una nutrida comparsa y de unos altavoces de esos de los de Guns N´Roses en el Bernabéu.
Dice Alberto que el primer día, cuando Camela hacía vibrar todos los cristales del barrio, llegó un coche de los nacionales con la sirena a todo gas. El gitano, puro instinto, quitó la música, se metió para dentro con toda la prole y dejó las persianas a medio asta. Para sorpresa de todos, los nacionales se bajaron y empezaron a aplaudir entusiastas con sus manos azules. Hoy aquello es una fiesta donde se juntan varios coches patrulla para la verbena que monta el gitano de las ocho. Se rumorea que hasta se ha llegado a ver a algún policía menear levemente sus caderas al ritmo de Barby de extrarradio de Melendi.
Archienemigos que olvidan sus históricas diferencias, se lían la manta a la cabeza y se reconcilian por unos días. ¿No os parece precioso?, ¿no veis los arcoíris?, ¿no veis las manadas de unicornios rosas pastando algodón de azúcar?
Otra cosa, 2019 fue el año con más agresiones a los profesionales de sanidad de toda la historia de España. Esperemos que esto de los unicornios rosas nos dure mucho. Y que los gitanos sigan bailando la conga con los policías, y nosotros sigamos aplaudiendo a nuestros médicos en los balcones y, ya de paso, no volvamos a aplaudirles en la cara. |